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OTAN: China y Rusia, una amenaza

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China y Rusia estuvieron presentes como temas obligados a lo largo de la agenda que desarrolló el presidente Joe Biden en Europa en los días pasados. En el seno del Grupo de los 7 que se reunió en Cornualles, Estados Unidos no consiguió el propósito de amarrar a sus socios económicos y comerciales en una posición monolítica para adversar o confrontar con China, considerada por Washington como el gran peligro para el desarrollo y la consolidación de una sociedad global liberal.

Parecía, pues, que el encuentro cumbre de la OTAN en Bruselas que siguió a la reunión de los 7 iba a ser igualmente tibia. La sorpresa fue que el documento de 79 temas vitales que fue el resultado no de las deliberaciones de los presidentes sino de una bien armada posición previa de sus expertos en el terreno de la seguridad, masajeada y negociada en el detalle entre los 30 países socios durante los meses transcurridos desde el inicio del nuevo gobierno estadounidense, sí recogió un posicionamiento frontal y sin ambigüedades con relación a China, al igual que en torno a Rusia.

Este nuevo e inequívoco compromiso reposiciona a la alianza atlántica como un bloque inquebrantable de defensa colectiva y constituye una renovación de los votos efectuados en el año 1949, cuando se consideró vital garantizar la seguridad de los Estados miembros, a través de una acción mancomunada de instrumentos políticos, diplomáticos y sobre todo militares.

Lo que resulta llamativo es que en el articulado del nuevo pacto asumido por los aliados norteamericanos las referencias a Rusia y a China no faltan, ni la calificación de los peligros envueltos en una interacción entre ellos tampoco.

En distintos párrafos de la Declaración final, China y Rusia son considerados una amenaza en diferentes terrenos, incluido el militar. “Para la alianza la influencia creciente de China y sus políticas internacionales representan un reto que es necesario considerar de manera conjunta… Nos enfrentamos a amenazas multifacéticas y a la rivalidad sistémica de poderes asertivos y autoritarios, campañas de desinformación y el uso malicioso de tecnologías cada día más sofisticadas y disruptivas”.

Es muy notorio en este documento de cierre la verbalización de una preocupación creciente por “la expansión militar, los ejercicios conjuntos de China con Moscú, las rutas del Ártico, los barcos en el Mediterráneo o las tropas en África”.

En este mismo terreno los 30 se manifestaron inquietos por la manera en que su seguridad se ve afectada por los avances en el dominio del espacio así como la proliferación de armas de destrucción masiva y la erosión de la arquitectura convenida entre todos para el control de armamentos. “Todo ello afecta la seguridad colectiva”.

Sin duda que la voz cantante en esta reunión cumbre de la OTAN fue la de Joe Biden, quien no vaciló en repetir su consigna de que “America is Back”. Ello tiene una connotación para los países que son sus aliados: es posible contar con Washington no solo para consultas y para labrar posiciones conjuntas en materia de seguridad internacional, sino igualmente para una actuación certera y rápida de protección militar de los miembros contra cualquier amenaza.

Hay que hacer notar, pues, que al regresar a sus cuarteles generales, el mandatario norteamericano habrá conseguido lo que se propuso con sus socios del otro lado del Atlántico en el sentido de hacer causa común para enfrentar asuntos de defensa colectiva y, en particular, el desbocado ímpetu chino.

¡Misión cumplida, señor presidente!

 

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