OPINIÓN

Oscar D’León, la política y la Serie del Caribe

por Ender Arenas Ender Arenas

Foto: Serie del Caribe

En Venezuela se está llevando a cabo la Serie del Caribe, no sé por qué comienzo esta nota con una perogrullada, porque eso debe ser el suceso de estos días en el país.

Ese evento, en su parte ceremonial y artística, fue encabezado por Oscar D’León. Aunque no es novedad lo que les voy a decir, D’León es, según los entendidos, el mejor “sonero del mundo”. Un sonero, según el filósofo popular Gilberto Santa Rosa, es: “…un cantante de salsa que tiene la capacidad de improvisar y que, además, posee un dominio del ritmo que le permite jugar con la clave” (aquí les confieso que no sé qué significa “jugar con la clave”).

Pues bien, Oscar D’León, quien fue invitado para encabezar el show musical que inaugurara la serie, improvisó: “No liguen el deporte con la política, hay unos criticones que no hacen nada más que criticar” y, acto seguido, empezó a cantar el tema «Parampampan».

No le podemos atribuir a D’León que, en tal aseveración, oculta una velada posición colaboracionista con el régimen, aunque su conclusión de que «hay unos criticones que no hacen nada más que criticar», me hace dudar bastante, sin desmerecer de ninguna manera su calidad como cantante… y sonero.

Le ocurre al cantante lo que suele ocurrirles a todos aquellos que definen la política en su pura acción instrumental. Por supuesto, D’León no es sociólogo ni politólogo y por tanto no tiene por qué saber cómo intervenir epistemológicamente el concepto de política y entender que ella, la política, además de acción instrumental, como suele conceptualizarla, tanto la izquierda como la derecha con derivas autoritaria cuya acción política se basa en la calculabilidad de la acción de los otros es, también, “expresión simbólica”.

Y, es que ella, la política, está llena de ceremonias rituales que son afirmaciones de la vida colectiva. Pensemos en ceremonias que en apariencia pueden estar lejos de la política, por ejemplo, el funeral de un negro asesinado por la policía blanca de la Suráfrica del apartheid o por la policía de cualquier ciudad norteamericana. Pues, bien, el funeral se convierte en una manifestación masiva repelida por la policía donde, de nuevo, hay un negro muerto en cuyo funeral vuelve a ver una manifestación masiva donde la policía vuelve a reprimir y donde hay un nuevo negro muerto y así hasta que…

Imaginemos, otro ejemplo, el Mundial de Fútbol de 1976, llevado a cabo en Argentina, se convirtió día a día en una inmensa repulsa popular contra la dictadura de Videla. A los argentinos les sirvió, un acto deportivo, para reafirmar políticamente su repudio a un régimen que violaba todos los días los derechos humanos.

Ahora, a pesar de Oscar D’León, imaginemos un encuentro Venezuela vs Cuba en la Serie del Caribe y en las tribunas entre el innumerable público haya un ciento de empleados públicos, digamos, por decir cualquier cosa, una treintena de enfermeros y médicos, unos diez maestros de las escuelas públicas y una treintena de profesores universitarios, “unos criticones” en la salsa de Oscar D’León. ¿Le vas a pedir a esa gente, Oscar, que no le salga del alma el grito: “¡Maduro, páganos un salario decente, c…, que nos permita por lo menos comer arepa con sardinas!”o el “casilomismodesiempre”: “Maduro vete ya”, porque eso es política y eso debe estar reñido con el deporte.

No nos j… Oscar. No pretendas desde tu posición de “voz autorizada” institucionalizar como un simple acto festivo un evento, el más popular para los venezolanos, para criticar que los más vulnerables de este país, esos cuyos salarios no llegan a una décima parte de lo que se come semanalmente, puedan gritar si les da la gana las consignas que expresen sus dolencias.

Esa vaina Oscar, que solicitas, que pides, que exiges, está obsoleta porque la gente a pesar de todo tiene libertad para decir ¡ya basta!

¡Ah! y conste, que me gusta aquello de: “Negra, mueve la cintura/ Negra, salta para acá/ Déjame sentir mi negrita santa/ Esta sabrosura/ Mira que no puedo más…”, herencia de mi abuelo que siempre me dijo que las mujeres de ese color tienen “Parampampam”.