OPINIÓN

Oppenheimer y la primera guerra atómica 

por Carlos Balladares Castillo Carlos Balladares Castillo

La película Oppenheimer (Christopher Nolan, 2023) que se estrenó el 21 de julio de forma simultánea con Barbie (Greta Gerwig, 2023) nos recuerda dos principios que inspiran la serie que venimos desarrollando sobre el 80 aniversario de la Segunda Guerra Mundial. Nuestro mundo, nuestro presente; sigue estando influenciado por los hechos de este gran conflicto; y la íntima relación que existe entre la historiografía y el cine. Nolan en esta nueva entrega es director, guionista y coproductor; realizando una obra de arte que no dudamos tendrá posiblemente más de 10 nominaciones a los premios Oscar. El filme es un biopic sobre J. Robert Oppenheimer basado en la biografía ganadora del premio Pulitzer de 2006: American Prometheus: The Triumph and Tragedy, escrita por un periodista y experto en este género: Kai Bird, y un historiador especializado en la historia de las armas atómicas y su proliferación: Martin J. Sherwin. El “padre de la bomba atómica”, cual Prometeo moderno, le “robó” el fuego a los dioses para dárselos a los hombres. La fuente de la energía de las estrellas proviene del núcleo de los átomos y su control le dio a la humanidad la capacidad, como dice el “Bagavad Gita” y que cita Oppenheimer, la capacidad “divina” de destruir mundos. Al igual que Prometeo después de la hazaña realizada, el científico-inventor tendrá que padecer la culpa y el sufrimiento como inevitable castigo.

La primera película que vi sobre Oppenheimer fue Fat Man and Little Boy (Roland Joffé, 1989), en la cual se puede decir que no hay un protagonista sino tres (el general Leslie Groves representado por Paul Newman, Oppenheimer por Dwight Schultz y Michael Merriman/Louis Slotin por John Cusack). La razón es que la trama se centra en el Proyecto Manhattan: la creación de la bomba atómica en el Laboratorio de Los Álamos en Nuevo México; a diferencia del filme de Nolan, donde hay un protagonista fundamental por ser un biopic. Lo bueno de este último es que nos permite observar el desarrollo desde sus orígenes de la invención del arma, al representar la física cuántica (las partículas subatómicas y sus interacciones) en la mente de Oppenheimer. Las imágenes generadas por Andrew Jackson (efectos especiales) en armonía con la magnífica banda sonora de Ludwig Guransson, mientras estudia en las mejores universidades y con los grandes genios de la época, me atrapó desde el primer momento.

Los estudios de la energía atómica se realizaban de manera dispersa en diferentes países y paradójicamente la persecución nazi de muchos de ellos por su origen judío, y el camino a la guerra hizo que buena parte de ellos terminaran en Estados Unidos. Un buen ejemplo es la emigración de Albert Einstein (quien planteó la relación masa-energía con su famosa fórmula) al llegar Adolf Hitler al poder en 1933. Este hecho potenció su investigación, por no hablar de que en Estados Unidos se poseían los recursos económicos, militares e industriales para la realización de la bomba una vez que los alemanes demostraron en 1938 la fisión del átomo y el inicio de su programa atómico liderado por el científico Werner Heisenberg (en futuras entregas hablaremos de este caso, pero podemos adelantar que Alemania no tuvo la capacidad de hacerla porque dispersó su esfuerzo industrial en otras armas, aunque existen otras razones: errores en el proceso, tal como se señala en Oppenheimer o “autosabotaje” por parte de Heisenberg). Sir Winston Churchill en su obra sobre la Segunda Guerra Mundial afirma que acordó con el presidente Franklin D. Roosevelt cooperar en la tecnología, pero aclarando que Estados Unidos era el único capaz de construirla.

Sobre el Proyecto Manhattan y Oppenheimer hay un montón de series (la de la BBC de 1980 dirigida por Barry Davis, por ejemplo), películas y documentales; las cuales tienden a repetir lo central: la construcción de la bomba porque se debía hacer antes que los nazis y evitar de esta forma su victoria en la guerra (en la ucronía de Phillip Dick El hombre del castillo al ser adaptada a la serie de TV se afirma que los nazis vencen porque logran hacer y usar la bomba antes que los Aliados), el conflicto entre científicos y militares, la mentalidad simpatizante con el socialismo de muchos de ellos y por esta razón la desconfianza hacia los oficiales del Ejército, y al final el debate de usarla sobre el Japón a pesar de que ya estaba prácticamente vencido. Y finalmente ante el gran dilema, Oppenheimer termina aceptando su uso porque la demostración en una ciudad serviría de factor disuasivo para una guerra atómica en un futuro. Es el mito de que acabaría con todas las guerras porque ahora estas generarían el exterminio de la humanidad.

¿Por qué una nueva versión si se han hecho tantas previamente? La respuesta está en la historiografía, en el principio de Benedetto Croce: “La historia siempre es historia del presente”. La nueva mirada que nos ofrecen los estudios históricos reconocidos por un premio de tanto prestigio como el Pulitzer, tenían que llegar a un público mucho más amplio que el lector. El siglo XXI, un siglo que no se ha librado del terror nuclear a pesar de la superación de la Guerra Fría (en medio de la guerra entre Ucrania y Rusia, Vladimir Putin ha amenazado con usarlas), tenía que volver a los orígenes a través de la exploración de la meta y la vida de su creador. Para finalmente retomar una tradición cinematográfica: el antibelicismo. Fue una terrible paradoja que para combatir a los nazis, a los genocidas y totalitarios que pretendían esclavizar a una parte de la humanidad y exterminar a otra; tener que crear un arma capaz de acabar con todos los seres humanos. Esa terrible culpa que carga Oppenheimer es la que Nolan logra transmitirnos perfectamente.

El relato de la vida de Oppenheimer parte en el filme del “juicio” o “audiencias de seguridad” de la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos que este padeció en 1954. Y desde ella viaja al pasado y vuelve a las audiencias una y otra vez. Probablemente esta forma desarrollar la trama la haga algo compleja, a diferencia de una perspectiva cronológica, pero permite comprender su forma de actuar y la terrible culpa de crear la bomba y estar de acuerdo con su uso en Hiroshima y Nagasaki. Las audiencias generaron su separación del Estado y de todas las actividades relacionadas con los programas atómicos que él mismo había forjado. Se le consideró “desleal”, de manera que fue execrado en cierta forma. Al final es reivindicado, pero no del todo porque solo fue en diciembre del 2022 que el Estado anula la decisión de 1954, es decir ¡55 años después de su muerte! Mi única crítica es que las imágenes relativas a su intimidad sexual creo que no eran necesarias, aunque ciertamente que Oppenheimer no es comprendido sin la relación con su amante que era comunista y que fue su primera relación amorosa importante. En mi opinión pudieron hacer como en la obra de Joffé que muestran una imagen pero sin ser explícito.

Después de ver la película mi mente se ha llenado de impactantes imágenes, me quedo (y disculpen el spoiler) con esa que le cuenta un piloto a Oppenheimer. Este le dice que una noche regresaba y sobre su bombardero pasó el primer misil balístico de la historia: el V2 alemán. La relación del cohete con la bomba atómica era inevitable, y de esta forma la posibilidad de la destrucción de la especie humana. Oppenheimer es una obra maestra porque no solo cumple con los parámetros de una película perfectamente elaborada, sino porque nos hace pensar moralmente.

Nota sobre el 80 aniversario de El Nacional: No por casualidad venimos desarrollando en este espacio que nos ha permitido El Nacional, un largo análisis de la Segunda Guerra Mundial a medida que se van cumpliendo sus 80 años (2019-2025). Y decimos que no es casual porque este periódico nace en medio del gran conflicto que determinó nuestro presente. A lo largo de sus primeros tres años, la guerra tiene un papel protagónico en su redacción, e inspira sus debates y la respuesta a la gran pregunta: ¿qué decisiones debe tomar nuestra sociedad para lograr adaptarse a los nuevos tiempos? Aprovecho para felicitar a todo su personal, en especial a Patricia Molina, que con grandes sacrificios mantienen en funcionamiento una de las instituciones fundamentales de Venezuela. Con su esfuerzo nos permiten soñar con una república democrática que preserve la dignidad de cada uno de los venezolanos.