Las elecciones primarias, que siguen siendo el epicentro de la determinación del liderazgo en el sector opositor, se gestionaron en un clima de tensiones en dos bloques. El primero, los candidatos pertenecientes a la Plataforma Unitaria, agrupación que concentraba la toma decisiones en el ecosistema opositor; y el segundo, representado por María Corina Machado, que terminó alzándose no solo con la candidatura presidencial sino con toda la fuerza opositora a través de un aplastante y sin igual respaldo popular, superior al 90%.
Sí bien es cierto que muchos de los desplazados del liderazgo opositor siguen conspirando contra María Corina Machado, dedicándole especiales atenciones a los lobbies con sectores del gobierno en el majadero propósito de impedir le sea levantada la ilegal inhabilitación política; también debe reconocerse la fina y audaz disposición de la mayoría de someterse al liderazgo de Machado, lo que debería producir el nacimiento de una nueva dirección política que dignifique al sector opositor y cobre credibilidad en la población. El hecho clave sigue siendo la confianza, de forma colectiva y no en una individualidad, pues continuar atascados en eso dejaría abierta la posibilidad de la fragmentación.
Partiendo de la exigencia de los tiempos convulsionados que vive el país y que se acentuarán en la justa dimensión en que se aproximen las elecciones presidenciales o generales, se tendrá que contar con una dirección política a la altura suficiente del momento histórico. De tal manera que es tiempo de evolucionar y dar un gran salto cualitativo para experimentar una dirección política que se remoralice en sí misma, que sea un bloque ético de diferenciación del llamado Frente Amplio y la mal llamada Plataforma Unitaria, ambos reductos antidemocráticos que son símbolo inequívoco de malas decisiones. La clave entonces es la construcción de una verdadera dirección política, ética, firme, suficientemente plural, que sea un símbolo de incuestionables valores y de unidad. Se trata de volver siempre al pensamiento de Jean Jaques Rousseau: “La ética sin política pierde la capacidad de poder hacer el bien a la comunidad en general. Pero el bien no consiste en saber cuáles son los deberes fundamentales del hombre y hacer propias las virtudes éticas, sino en aprender a realizar la acción del mejor modo posible”.
De manera que corresponde a todos poner un grano de arena. María Corina Machado debe comprender que necesita tender puentes sinceros con todos los partidos políticos y en virtud de ello generar concesiones confiables. Es notable que lo está haciendo, y los partidos y sus dirigentes deben espantar los demonios de sus ambiciones, permitir que afloren los liderazgos y no pensar el país en cuotas de políticos fracasados. El liderazgo natural, pujante, que brilla en las regiones, en los municipios, en las barriadas, calles, campos y montañas, deber ser el sendero luminoso que conquiste la democracia.
Los antecedentes que debemos cambiar
La oposición debe asumir con claridad el objetivo, que no es otro que la conquista de la democracia y no satisfacer el ego de ningún candidato. Son tiempos de atomizar todos los liderazgos, siendo el de MCM el indiscutiblemente notable y sobredimensionado en la población, y a partir del reconocimiento social incorporar a todos los sectores de forma amplia y suficiente.
De ninguna forma puede haber nuevamente una división en la estrategia para alejar a Nicolás Maduro del poder. El gobierno hábilmente trabaja para repetir los escenarios, es ineludible remontarnos a las negociaciones de Henrique Capriles con el gobierno a propósito de las elecciones del 21 de noviembre y las parlamentarias del 6 de diciembre con la excusa de los presos políticos, cuando el fin supremo era debilitar a Juan Gerardo Guaidó y suprimir al gobierno interino. Creían que quemando a Guaidó, como terminó ocurriendo, sería quien abanderaría definitivamente a la oposición, sin calcular que tal debilitamiento diluiría en grandes proporciones a todo el sector opositor y erosionaría la confianza popular. Ahora se trata de evitar que de nuevo aparezca un Henrique Capriles y sacrifique el liderazgo de María Corina en este caso, para beneficiar al gobierno nuevamente, aplicando la doctrina de Henry Kissinger: “La posición de negociación del vencedor siempre disminuye con el tiempo, todo lo que no se exija durante el impacto de la derrota, se vuelve cada vez más difícil de lograr más tarde”. Y si algo aprendió el gobierno es a administrar sus derrotas en el campo mediático y convertirlas a posteriori en mero show sin transcendencia en el campo político para el bloque opositor. El manejo del tiempo es una gran fortaleza del gobierno.
Menospreciar al gobierno y sus capacidades de surfear los escenarios ha sido una constante en el bloque opositor. Teniendo varios reveses sobre la espalda, en teoría se debería tener más capacidad y visión en cuanto a la forma y medios que emplea el gobierno a la hora de desarrollar sus estrategias, se nos hace obligatorio estudiarlos a fondo para poder derrotarlos; el gobierno ha desarrollado estrategias y comportamientos evolucionando en teorías políticas, han sacudido fundamentos de la soberanía para ajustarlos a sus nociones de disciplina y obediencia al poder.
Su enfoque actual tiene que ver con la práctica del poder sobre el individuo y su cuerpo, centrándose seguramente en los estudios de Michel Foucault, para quien la política era como un cuerpo, con la idea del biopoder y la biopolítica. El aspecto a resaltar en este enfoque, a mi modo de ver, es comprender el poder por medio de la noción de la biopolítica, cambiando la rigidez de valorar al individuo desde el sometimiento radical a la ley, determinándolo como cuerpo individual. Lo que se sugiere a partir de este concepto es la introducción del biopoder como una práctica en la que es el cuerpo social el objeto de gobierno y al desarrollarlo de tal manera se adquieren fortalezas en su dominio.
Ahora bien, superar todo el entramado de dominios políticos y sociales que se han construido sobre Venezuela y su sociedad es posible y se viene demostrando; por tal razón, es urgente contar con un cuerpo político que dirija las acciones a desarrollar con la valentía, jerarquía y destrezas que necesita esta coyuntura. Sin dirección política seremos un barco a la deriva a merced de la tempestad.
@jufraga12