Lacra que carcome las bases de la democracia y socava la confianza ciudadana. Vicio que corroe las entrañas de la república. Plaga que despedaza los cimientos de la honestidad e integridad en el ámbito político. Práctica inmoral que encuentra terreno fértil en el que florecer, nutriéndose del ego excesivo, la ambición desmedida y la falta de escrúpulos de quienes deben representar haberes e intereses de la ciudadanía.

Es época en la que los políticos parecen haber olvidado el verdadero propósito del servicio público. Representar y velar por el bienestar de la sociedad. Han optado por abrazar el oportunismo como estrategia para alcanzar objetivos personales, sin importar las consecuencias para la ciudadanía que deben servir.

El comportamiento oportunista se manifiesta de diversas formas. Cambian de bandera política con facilidad asombrosa, y sus promesas vacías se desvanecen como el humo una vez que alcanzan sus objetivos. Modifican de postura -sin rubor ni pudor- sobre cuestiones cruciales, hasta traicionar principios fundamentales para ganar notoriedad o asegurarse un lugar en el poder. Manipulan crisis y tragedias. No las abordan genuinamente, ven estas situaciones como oportunidades para capitalizar el miedo y la incertidumbre de la población. Ya sea explotando desastres naturales, aprietos económicos o conflictos sociales, sin dudar un segundo, en utilizar el sufrimiento humano como moneda de cambio.

Los políticos oportunistas no dudan en ofrendar sus convicciones. La lealtad a los principios y valores es sacrificada en el altar de la conveniencia, dejando a la sociedad con una sensación de desencanto y desconfianza. Maestros en el arte del provecho cómodo, ajustan discursos y acciones según encuestas y como sople el viento político, en lugar de mantener correspondencia entre su forma de pensar y conducirse; porte afín basado en convicciones y el interés público. Un juego sucio que mina la confianza y el compañerismo de la población, dejando al descubierto la falta de ética y proceder que permea en círculos políticos. Un agravio, una afrenta a la ética e integridad de consecuencias graves para la sociedad.

La carencia de una actitud consecuente en relación con la postura asumida y la autenticidad en los líderes, dirigentes, desmejora la confianza de la ciudadanía en las instituciones democráticas, generando escepticismo y descontento. Los ciudadanos merecen representantes que rindan cuentas, actúen con valores y transparencia, no sinvergüenzas que cambien de opinión según la ventaja política.

El oportunismo político crea un ambiente tóxico en el que la polarización y la desconfianza se vuelven la norma. Los politiqueros que buscan oportunidades para ganar popularidad o asegurarse un respaldo temporal no dudan en utilizar tácticas divisivas y manipuladoras. Esto no solo debilita la cohesión social, sino que también obstaculiza capacidad para abordar los problemas cruciales, manifestándose flagrante durante los períodos electorales. Aspirantes ávidos, sedientos de votos, se convierten en camaleones, adoptando peroratas y arengas que creen les proporcionarán apoyo.

La coherencia, verdad, certeza, legitimidad y realidad, son víctimas de la popularidad momentánea. Esta táctica cínica e impúdica insulta la inteligencia de los votantes y daña los cimientos de la democracia, convirtiéndola en un teatro de mala muerte y tenebrosidades, donde la verdad, el decoro, la respetabilidad, pundonor y honestidad son meros accesorios.

Ante esta realidad desalentadora es crucial que la ciudadanía esté alerta, exija transparencia, conexión y relación con sus representantes. El oportunismo político no prospera si la sociedad se niega al engaño y demanda un liderazgo basado en valores sólidos, principios éticos y buenas costumbres. La responsabilidad recae tanto en los votantes como en los líderes, ya que solo a través de una ciudadanía informada y crítica, se erradica esta plaga que amenaza la democracia. Es crucial que la sociedad reclame un cambio en este patrón destructivo. Los ciudadanos deben ser vigilantes y no dejarse engañar. La rendición de cuentas es prioridad, y aquellos que practican el oportunismo deben enfrentar las consecuencias de sus acciones.

En última instancia, el oportunismo político es traición a principios fundamentales de la democracia y un impedimento para el progreso. Necesitamos líderes comprometidos con un servicio público genuino, arraigado en la castidad, la cohesión o relación entre una cosa y otra. La sociedad merece mucho más que políticos oportunistas y sacrificadores del bien común para saciar sus ambiciones personales.

@ArmandoMartini

 


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