Parece que nadie escucha a la ONU cuando nos alerta acerca del dantesco panorama internacional y las consecuencias para la población mundial.
Invasiones, guerras civiles, conflictos armados, pandemias, hambrunas, desaceleración económica, y desastres naturales producto del cambio climático son los temas que forman parte de la agenda diaria de la organización multilateral y sus distintas agencias y oficinas.
Recientemente, en reunión con los medios de comunicación, varios portavoces informaron cómo, luego de las disrupciones causadas por el COVID-19, y en medio de la invasión de Rusia a Ucrania, de la guerra en Sudán y su posible desbordamiento hacia los países vecinos, o de los efectos devastadores que tuviera el terremoto del pasado mes de febrero en Turquía y Siria, vienen a sumarse los fenómenos climáticos de La Niña y El Niño, y una aceleración del deshielo polar. Todo ello tendrá, en consecuencia, un impacto aún mayor en la capacidad de los países en proveerse alimentos, y puede empujarlos a situaciones de mayor crisis económica, y a una mayor probabilidad de guerras o conflictos armados.
Shukri Ahmed, subdirector de la Oficina de Emergencias y Resiliencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), señaló que el fenómeno de El Niño, que normalmente ocurre después de una fase de La Niña (que terminó a principios de este año), tiene una alta probabilidad de desarrollarse este año. Históricamente, los patrones de lluvia durante los eventos de El Niño tienden a ser opuestos a los de La Niña, lo que aumenta el riesgo de eventos climáticos extremos consecutivos en diversas regiones, como el Sahel y el Cuerno de África. Sin embargo, el director de la FAO indicó que en este momento preocupan particularmente las regiones de América del Sur y América Central.
Por su parte, Kyungnan Park, director de Emergencias del Programa Mundial de Alimentos, indicó que existe un alto riesgo de empeoramiento del hambre aguda en al menos 22 países en lo que queda del año, según el informe preparado por el PMA y la FAO conjuntamente llamado «Los Puntos Críticos del Hambre».
De acuerdo con el estudio, los riesgos económicos generan más hambrunas e inanición que los conflictos, debido a las consecuencias socioeconómicas que causan. Ejemplos claros de ello son los efectos económicos de la pandemia de COVID-19 en las cadenas de distribución y el efecto dominó del conflicto en Ucrania en la producción y comercialización de cereales y otros alimentos. A esto, la ONU añade el cada vez menor apoyo proveniente de los países donantes que también padecen problemas inflacionarios y financieros, pero que, sobre todo, buscan reducir sus aportes a niveles previos a la pandemia.
Si a lo anterior le sumamos las interrupciones en los medios de vida agrícolas y comerciales de las personas asediadas por el conflicto armado, los desplazamientos y las migraciones y la violencia organizada en áreas de guerra urbana, el hambre se convierte en un arma de guerra de alta eficiencia. Por último, señala el informe, las condiciones climáticas extremas siguen siendo factores significativos: lluvias intensas, tormentas tropicales, ciclones, huracanes, inundaciones y sequías. El ciclón Mocha, por ejemplo, dejó un rastro de devastación en Myanmar recientemente en mayo, donde los hogares en muchos municipios y lugares de desplazamiento en el norte de Rakhine perdieron grandes cantidades de alimentos y medios de vida.
En ese sentido, y tal como explican los expertos, las personas que viven en zonas rurales son las más afectadas por estos impactos.
Por esta razón, y en previsión a lo que puede ocurrir en los próximos meses, la ONU ha lanzado varios llamados requiriendo asistencia humanitaria urgente y ampliada para todos los Puntos Críticos, con el fin de proteger los medios de vida y aumentar el acceso a los alimentos. A pesar de las limitaciones de acceso debido a la inseguridad, los conflictos, las barreras burocráticas, la desaceleración económica mundial prevista para el 2023 y los desastres naturales, se intenta prevenir que se desate una hambruna mundial y que ésta cause más muertes, así como evitar un aumento de la inseguridad alimentaria aguda cuyas consecuencias en poblaciones vulnerables como los niños, van a perdurar en el largo plazo.
En paralelo, Clare Nullis, de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), señaló que la Organización ha declarado la criósfera como una de sus principales prioridades debido al rápido cambio climático. Durante el Congreso Meteorológico Mundial que se celebra en Ginebra esta semana, se decidió que los temas relacionados con la criósfera (que incluye el hielo y la nieve), deben abordarse de manera más integral debido a su impacto en todo el mundo. La pérdida de hielo en los glaciares y las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, al igual que el hielo en el Ártico, están provocando un aumento del nivel del mar, lo que tiene graves implicaciones para los pequeños estados insulares y las zonas costeras densamente pobladas.
Igualmente, explicaba la vocero de la OMM, más de mil millones de personas dependen del agua proveniente del deshielo de glaciares y nieve. Por otra parte, según la portavoz del Organismo, el deshielo del permafrost ártico, que almacena una gran cantidad de gases de efecto invernadero, también presenta un riesgo creciente. Todo lo anterior impulsó a los miembros presente en el Congreso Meteorológico a adoptar una resolución para coordinar esfuerzos de manera global que aborden estos desafíos, su prevención, mitigación y costos, sin distingo de fronteras, ideologías y zonas en guerra.
Hace falta que sea así en todos los ámbitos. La interrelación entre los fenómenos climáticos como El Niño y los cambios en la criósfera global se enmarcan en un contexto de inestabilidad geopolítica y desafíos económicos a nivel mundial. Un enfoque integral y coordinado para abordar estos problemas, así como una mayor inversión en actividades de mitigación y adaptación son indispensables. Tanto, como el fortalecimiento de la cooperación internacional y el respeto por los principios y valores fundamentales que proporciona el sistema basado en reglas que proporciona las Naciones Unidas para enfrentar los desafíos actuales.
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