Son multitud los conflictos que se han solucionado por vía pacífica y en los que la negociación entre las partes ha sido tutelada por la ONU, que ha tenido y tiene iniciativas especialmente relevantes, aprobadas por unanimidad durante sus 75 años de existencia. Entre estas, es necesario referirse a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030, continuadores de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Las Naciones Unidas por unanimidad adoptaron este importante compromiso en septiembre de 2015, logrando así un relevante paso adelante pues se trata de una agenda común repleta de medidas y metas para hacer un mundo más feliz y cuyo principal objetivo es la erradicación de la pobreza.
Los ODS constituyen un acontecimiento histórico de las Naciones Unidas que, con luces y algunas sombras, con su Consejo de Seguridad «muy a menudo bloqueado» porque no ha logrado impedir guerras y conflictos a pesar de ser su objetivo esencial, como ha recordado Wolfgang Ischinger, suponen una gran iniciativa.
Ningún país se opuso a la aprobación de los ODS, todos votaron favorablemente. Transcurridos cinco años y refiriéndonos únicamente a América Latina, el resultado no es positivo. Los datos puestos de manifiesto por la Cepal vienen a señalar que la pobreza ha aumentado, así como la desigualdad. La pobreza extrema que estaba disminuyendo desde 2002 ha vuelto a aumentar, situándose en 96 millones de personas, algo más del 15% de la población en la región más desigual del mundo. De la misma forma, las predicciones económicas apuntan a una disminución del producto interno bruto de 9,1% para el año 2020.
El repaso de la situación deja un sabor agridulce. Por una parte, los ODS han entrado en la agenda de todos los gobiernos y grandes organizaciones multinacionales, las iniciativas y proyectos pueden contarse por millares, enmarcados en cada una de las metas que nos marca la Agenda 2030, así como el proceso de institucionalización que ha permitido crear estructuras ad hoc en la mayoría de los países. Podría afirmarse que todas las grandes empresas multinacionales adoran los ODS, los partidos políticos y gobiernos animan a trabajar conjuntamente para su desarrollo, pero el principal problema, la pobreza acompañada de la desigualdad, resulta que ha aumentado.
Bill Gates ha recalcado que, “por primera vez en muchos años, está aumentando la pobreza extrema en el mundo, provocando desmejoras en la educación y la salud mental de la población», como demuestran los estudios relacionados con la situación de América Latina.
Varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible tienen relación directa con los procesos de mejora y fortalecimiento de las administraciones públicas, tan relevantes para el desarrollo económico y social: la institucionalización, el empleo público profesional, el desarrollo, la igualdad, la transparencia y el gobierno abierto, la ética en la administración y la lucha contra la corrupción. También otros problemas anexos como la brecha digital, que seguramente se ha agrandado en esta etapa por la caída del producto interno bruto y el aumento de la desigualdad.
Similar afirmación puede extenderse al funcionamiento de las instituciones de los países como Iván Krastev recientemente ha escrito: «La calidad de la burocracia es mucho más decisiva que el tamaño del presupuesto o incluso que el gasto en sanidad». ¡Qué importante es el funcionamiento eficaz de las administraciones públicas para hacer frente a las dificultades!
Estamos en un momento decisivo para aunar fuerzas de forma que la pandemia no nos coloque en posiciones de retroceso. Dificultades siempre existen , pero hay que vencerlas. Crisis ha habido y habrá muchas pero recomiendo recordar los versos del poeta mexicano José Emilio Pacheco:
Y sin embargo,
amo este cambio perpetuo
este variar segundo tras segundo
porque sin él lo que llamamos vida
sería de piedra.
No retrocedamos a causa de las dificultades que siempre existirán y hay que vencerlas. Es probable que la crisis actual nos haga retroceder pero que ello no suponga el olvido de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, porque es una responsabilidad de los ciudadanos y de los gobiernos.
Algunas metas todavía faltan por completar procedentes de los anteriores Objetivos del Milenio, como la pobreza extrema, la reducción de la desigualdad en todas sus dimensiones, el crecimiento económico inclusivo con trabajo decente para todos, las ciudades sostenibles y el cambio climático.
«Nuestros Estados actuales son máquinas imperfectas para protegernos de nuevos riesgos», ha señalado Jorge Galindo. Esa imperfección evidente puede alcanzar cotas más altas, si reducimos el gasto público y olvidamos los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La conclusión nos la ofrece Joaquín Estefanía cuando afirma que si se hubieran aplicado con más rapidez y voluntad política algunos de los ODS que componen la Agenda 2030, la humanidad hubiera estado mucho mejor preparada para combatir la pandemia... En el 75 aniversario de la fundación de Naciones Unidas vale la pena hacer un esfuerzo para contribuir a crear un mundo mejor con menos pobreza y desigualdad, a pesar de las dificultades.
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