Aún había manchas de sangre inocente sobre las calles caraqueñas cuando la Gaceta Oficial Número 41.274 del 2 de noviembre de 2017 publicó la Ley Constitucional contra el Odio. La que en marzo pasado y esta semana actualizó la ilegítima Asamblea chavista presidida por el médico psiquiatra Jorge Rodríguez Gómez, a dos semanas de las elecciones del 28J que consagran a Edmundo González Urrutia como legítimo presidente de Venezuela.
Leer solo algunos de sus párrafos explica por qué tantos especialistas en materia jurídica y psiquiátrica, más testigos del acontecer nacional, repudian su contenido letra por letra, pues quienes no acaten lo allí dictado desbordarán las renovadas cárceles de “concentración” madurista durante al menos 8 años. Este peligroso escenario de fascistas y odiadores que legislan y condenan el “neofascismo y otros delitos de odio”, lleva al urgente registro de distintos enfoques sobre la biografía familiar de los Chávez Frías y los Rodríguez Gómez porque coincide la mayoría en un detalle. Cierto incidente que hirió la sensibilidad infantil o juvenil de algunos descendientes, convirtió ese profundo trauma en resentimiento vengador proyectado en militancia política represora y criminal.
En el caso de Hugo referido a una incidencia entre la pareja conyugal de siete hijos, conflicto doméstico mantenido en el chisme privado y por sus trágicas consecuencias políticas su trama ya merece una novela, guion televisivo, radial y fílmico.
Por su parte, Delcy Eloína Rodríguez Gómez, vicepresidenta del régimen, y su hermano Jorge Jesús han confesado públicamente que su militancia chavista obedece al rencor tenaz que no perdona el asesinato de su padre en 1976, comunista fundador de la Liga Socialista y secuestrador de William Niehous -local empresario estadounidense de Owens Illinois- durante la democracia, cuando fue torturado por funcionarios policiales, de inmediato sancionados a larga prisión por autoridades judiciales.
Un odio legalizado tan absurdo como hubiera sido que en Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial, su nuevo gobierno impusiera el castigo fascista a todo el pueblo alemán. Por el contrario, mientras forjaba las bases de su capitalismo neoliberal -el mismo de las actuales Rusia y China- preparaba los Juicios de Nuremberg contra jueces y ejecutores de la capturada dirigencia nazi.
Desde la Rusia estalinista hasta la putinista, desde la caída del muro berlinés hasta hoy, prevalecen los métodos totalitarios del fascio soviético proyectados en Cuba, Venezuela y Nicaragua, por ahora.
En Venezuela, la odiocracia cumple 25 años porque el militarismo la origina y sostiene, siempre al acecho contra la democracia. Ahora decreta su Ley Marcial -golpe de Estado Terrorista- que suprime todos los derechos constitucionales de la República Civil.
Entretanto, al centro y sur del hemisferio americano siguen jugando a la “neutralidad” Petro, Lula y AMLO -no sus pueblos- y se niegan a reconocer el impecable resultado electoral a tres semanas del 28J. Para sus propios intereses, proponen opciones que nunca ni jamás aceptarían para sus países, como repetir elecciones transparentes o esperar cinco meses en cogobierno con el tramposo fascismo perdedor adicto al Hugo Chávez perpetuo. La Historia no los absolverá, porque más allá de los presuntos acuerdos políticos bien intencionados, se rompió la confianza, pilar central de toda relación entre civilizados justos, honestos y humanitarios.
El 28J venezolano es el retrato nítido y perfecto de quién es quién, por y para qué, conjuntamente a nivel local, regional, continental y mundial.
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