I
William de Ockham (1285-1347), en lo adelante Occam, fue un fraile franciscano y teólogo católico del siglo XIV, que muy probablemente nunca imaginó que su nombre se convertiría en sinónimo de un principio científico que aún perdura 677 años después de su muerte.
La navaja de Occam, como ahora conocemos la máxima, existía mucho antes de que Occam la popularizara: Juan Duns Escoto (1265/66–1308) llegó a ella antes que él, al igual que Maimónides (1138-1204), Ptolomeo (100 d.C.-170 d.C.) e incluso Aristóteles (384 a.C.-322 a.C.). Probablemente ninguno de esos pensadores reconocería el principio tal y como la red de redes lo informa hoy: la idea de que “la explicación más simple suele ser la correcta”.
Antes de proseguir sin embargo, hay un pensador contemporáneo y coterráneo de Occam que es necesario mencionar. Se trata de Walter Chatton (1290–1343). Chatton fue un teólogo y filósofo escolástico inglés que regularmente se enfrentaba, filosóficamente hablando, con Occam.
Chatton propuso una «anti-navaja» que tenia el siguiente enunciado: «Consideremos una proposición afirmativa que, cuando se verifica, se verifica sólo para las cosas; si tres cosas no bastan para verificarla, hay que postular una cuarta, y así sucesivamente».
En términos básicos, fíjese el lector, Chatton estaba argumentando en contra de la navaja de Occam al afirmar que si una cosa (la explicación) no determina satisfactoriamente la verdad de una proposición, y uno está seguro de que la explicación hasta ese momento es verdadera, se debe requerir alguna otra cosa (explicación).
Pero volviendo al punto: ¿Es realmente cierto que la solución más simple es la mejor? ¿La simplicidad es siempre mejor o más verdadera que cualquier otra opción? Bueno, no sólo no es así, sino que ni siquiera es lo que Occam dijo realmente. Así que mi propuesta, en este artículo, es “echarle un ojito” a lo que la famosa navaja dice (y no dice) realmente, y lo que eso significa para nuestro pensamiento crítico y de análisis en el mundo moderno.
Algo que nunca dijo Occam -hay que resaltarlo una y mil veces- fue que “la explicación más simple suele ser la correcta”. Otra vez: nunca lo dijo.
Lo que si dijo Occam es que “las entidades (las cosas) no deben multiplicarse sin necesidad”. Es una importante diferencia de significado y se reduce principalmente a esa última palabra: necesidad.
La Navaja de Occam se utiliza como una heurística o “regla empírica” para guiar a quien la utiliza en el desarrollo de una conjetura o hipótesis. El término “navaja” se refiere a “eliminar” los supuestos (las cosas) innecesarios al distinguir entre una o más conjeturas o hipótesis.
“Muy a menudo, la hipótesis más simple es demasiado simple”, dijo a Live Science Elliott Sober, PhD en filosofía por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad de Wisconsin-Madison, en Wisconsin, Estados Unidos y autor del libro titulado Occam’s Razors: A User’s Manual. “La simplicidad de una hipótesis es tan solo una consideración, entre muchas otras que son relevantes para evaluar si una hipótesis es verdadera”.
Utilizar la navaja de Occam a la perfección en cualquier campo científico puede resultar bastante difícil. La ciencia moderna rara vez se encuentra en la situación de tener dos (o más) hipótesis en competencia –una más simple, otra más compleja– que, no obstante, apuntan a resultados idénticos. Incluso si así fuera, vale la pena repetirlo: la navaja de Occam no prueba nada; sólo puede actuar como una guía para abordar el cumulo de suposiciones iniciales.
La navaja de Occam no conduce a la teoría más simple, ya sea correcta o incorrecta; no es un tema de simplicidad por la simplicidad. La navaja de Occam solo intenta abrirse paso entre el desorden de supuestos para encontrar la mejor teoría basada en los mejores principios y conocimientos científicos del momento.
Resumiendo. Si la navaja de Occam no parece útil, bien puede ser por la forma en que se presenta habitualmente, es decir, irónicamente, en términos excesivamente simplificados. La idea no es que “la explicación más simple suele ser la correcta”, o que cualquier complejidad sea mala en cualquier idea; la Navaja de Occam es tan solo un principio de economía del pensamiento.
II
Desde 2012, la revista y portal británicos The Skeptic otorga los premios anuales Occam, mismos que reconocen el mejor trabajo de la comunidad escéptica. Los premios se fundaron para reconocer el esfuerzo y el tiempo invertidos en las campañas, el activismo, los blogs, los podcasts y los colaboradores destacados de la comunidad a la causa escéptica. También la revista otorga un premio al promotor más destacado de ideas no-científicas en los últimos 12 meses. El premio se denomina «Navaja Oxidada» (rusty razor).
El premio Occam 2024 fue otorgado al arqueólogo Flint Dibble, MSc y PhD en arqueología, por su trabajo desacreditando las teorías sobre la Atlántida, que se hicieron muy populares gracias a un programa de Netflix. Dibble demostró que es posible enfrentarse a ideas falsas de manera clara, convincente y elegante, incluso en programas donde estas ideas son –y se hacen- populares.
Por otro lado, el premio Navaja Oxidada 2024, fue otorgado a Elon Musk por permitir que en su red social, X, se propaguen todo tipo de noticias falsas y teorías conspirativas. Musk ha hecho que sea más fácil que nunca encontrar información falsa en internet.
III
El propio Albert Einstein dijo algo que puede ser relacionado con la navaja de Occam y la anti-navaja de Chatton: “Apenas se puede negar que el objetivo supremo de toda teoría es hacer los elementos básicos tan simples y tan poco numerosos como sea posible, sin renunciar a la representación adecuada de un simple dato”.
La frase proviene del artículo escrito por Einstein titulado «La forma general de la ley de la gravitación» (en alemán, «Die allgemeine Form der Gravitationsgesetzes«), publicado en 1917. En este trabajo, Einstein habla sobre la necesidad de simplificar las teorías físicas.
El contexto de la frase es una reflexión sobre cómo las teorías científicas deben reducirse a principios fundamentales y simples, sin perder la capacidad de explicar adecuadamente los fenómenos observados. La frase resalta la idea de que el objetivo de cualquier teoría científica es llegar a una formulación lo más sencilla posible, pero sin sacrificar la precisión necesaria para describir la realidad.
El caso es que aquí en Venezuela hay merecedores de ambos premios, especialmente el de la Navaja Oxidada, para aquellos que de manera ingenua y simplista, o con pensamiento interesado –o peor aún- de limitado alcance, postulan una y otra vez en todo foro público, que una cosa es la política y otra es la economía y que ambas pueden caminar separadas la una de la otra.