“La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la más fácil es hablar mal de los demás” (Tales de Mileto, filósofo, matemático, físico, legislador y geómetra – 546-654 a.C.). La iniciación es el rito que una persona debe efectuar para ser admitido en la masonería, ponen a prueba al iniciando pasando por obstáculos de los cuatro elementos, y comienza el proceso de la adquisición de un conocimiento especializado, esotérico. Después de que pasamos el proceso de nuestra iniciación masónica, hacemos contacto con la consciencia, y reflexionamos sobre las tres grandes preguntas: ¿de dónde vengo, qué hago aquí y para dónde voy?, e igual reflexionamos sobre los deberes que nos comprometemos bajo juramento realizar: ¿Qué debe un hombre al Creador?, ¿qué se debe a sí mismo?, ¿qué debe a sus semejantes y a su patria? Buscamos la respuesta en el mundo exotérico, en los libros, en los sistemas filosóficos, en lo que dicen las religiones. Si nos interrogamos a fondo sobre nosotros mismos, es en nosotros mismos que tendremos que encontrar la respuesta. Pero hay allí para nuestra posibilidad de evolución interior, una noción que debe quedar clara: no se trata de un «conocimiento intelectual», pues eso no sería propiamente más que un saber. Si bien este saber es necesario, no puede de ninguna manera ser suficiente para nuestra búsqueda, para la cual el conocimiento de sí del que necesitamos es ante todo una experiencia interior. Un hermano masón, una hermana masona no puede alcanzar un conocimiento de esta índole sino al precio de un largo trabajo y pacientes esfuerzos. El conocimiento de sí mismo es una realización inseparable del Gran Conocimiento Masónico, el conocimiento objetivo. El estudio del hombre es inseparable de un estudio viviente del Universo. Se requiere de un guía: en éste, como en cualquier otro caso, es necesario aprender de aquellos que saben y aceptar ser conducidos por los que ya han recorrido el camino masónico. El conocimiento de sí requiere de una escuela como la masonería, lo masónico no puede ser encontrado en los libros, porque solo es la verdad del quien lo escribió, donde pueden aportarse los datos teóricos, el saber, sobre el cual todo trabajo real masónico queda por hacer: transformar este saber en comprensión, luego esta comprensión en conocimiento. Comprender que sólo el estudio de sí, puede llevarlo al conocimiento de sí y al Gran Conocimiento Masónico. El dogma es, en principio, negativo para la masonería, ya sea el dogma religioso, político, social o académico, es siempre contrario a la libertad humana. La fe religiosa, por el contrario a la Masonería, nos enseña que la verdad tiene el rostro del dogma. Por otro lado, respetando la libertad de conciencia de todos, la Iglesia ve en el dogma la clave para la comprensión final del misterio del hombre y su destino divino. La Iglesia reconoce la autonomía de las realidades terrenales gobernadas por sus propias leyes; sin embargo, ella también enfatiza que no pueden separarse de Dios a ningún precio. La masonería pide a sus miembros que crean en Dios, o un ser Superior, para poder ser iniciados, Dios en la masonería es El “Gran Arquitecto del Universo”. Dentro de la masonería hay una multiplicidad de creencias religiosas. El objetivo oficial de la masonería es construir un Templo a la Sabiduría en el mundo profano, por la mejora espiritual, material y moral de la humanidad, así como por su mejora intelectual. En este sentido, ella comparte la preocupación de las Iglesias de trabajar por un mundo mejor. Como masones, tenemos que llevar a cabo una verdadera misión: libertad religiosa, respetar la libertad de conciencia, lo dogmático va en contra de una libre conciencia, practicar el laicismo. Es una vida convertida masónica dedicada, y que convierte a los demás, es con nuestro ejemplo que transformamos la sociedad. Finalmente, no debemos demonizar a los miembros de las diferentes religiones: entre ellos hay muchas personas de integridad y generosidad calificadas y comprometidas con el servicio del bien común y con un humanismo genuino. Los masones y los religiosos compartimos muchos valores del progreso, el humanismo y la libertad. Tengo la esperanza de que los masones abramos los ojos al cambio. Amemos y hagamos nuestra la masonería, volvamos a ser entes espirituales, hombres que desbastemos en serio la Piedra en Bruto. Una masonería que nos conduzca de las tinieblas a la luz, de la ignorancia a la sabiduría, de la pasividad a la actividad. Aquella masonería que sea útil a la sociedad en que se desenvuelve; aquella que se sumerja en la reflexión primero, y en la acción después. Aquella que estudie a conciencia a sus candidatos, antes de aceptarlos sin más ni más. Aquella que haga de la Fraternidad su única bandera. Aquella que tenga masones de tiempo completo y no miembros de dos o tres horas por semana. Aquella que dé la espalda al compadrazgo, al amiguismo, a la mediocridad. El progreso de la comunidad mediante el perfeccionamiento individual. Aquella que requiera iniciados y no seguidores, el masón sigue ideas y no hombres. Tengo fe en que los masones dejemos de meter profanismos al seno de nuestras logias y por fin compartamos las enseñanzas y los principios de la masonería en el mundo profano para que no se siga pensando que trabajamos y sesionamos en vano. Tengo fe de que algún día aceptemos que nuestros enemigos están en nosotros mismos, no en ningún partido político ni en ninguna iglesia.


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