El cosmos: del latín “cosmos” que significa universo, y este del término griego κόσμος (kósmos), que significa orden y belleza. El cosmos en general es la manifestación de la creación del no manifestado. El cosmos es materia de estudio de los astrónomos que estudian la estructura del universo. También es materia de estudio por los astrólogos, quienes se dedican al estudio de los planetas y de la influencia sobre los seres humanos e incluso sobre la naturaleza en el planeta Tierra.
El cosmos es el universo, que a la vez nos muestra un orden y armonía, sustentado por leyes muy precisas emanadas de una gran energía superior. El universo tiene una gran cantidad de incógnitas, que los astrólogos, filósofos y teólogos han tratado de dar infinidad de respuestas escritas en gran cantidad de libros. La física, como la definen los griegos: “La ciencia de la naturaleza”, estudia las leyes, la energía del universo que la constituye y sus relaciones de los componentes.
Por lo tanto, la astronomía de la mano de la física y filosofía estudian el universo y la gran energía que lo sustenta para tratar de dar respuesta a las tres interrogantes del ser humano: ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos? y ¿para dónde vamos?, las cuales dan origen a la “Cosmología”, el estudio del cosmos (término creado por Pitágoras, quiere decir cuerpos bellos, de donde proviene la palabra cosmético).
Los términos filosóficos neoplatónicos de macrocosmos y microcosmos fueron empleados desde la antigüedad para explicar la relación del ser humano con el universo. El microcosmos, es el ser humano, el universo a escala, el universo completo en sí mismo. Microcosmo (del griego mikrós, pequeño, y Kosmos, mundo), el pequeño universo, entendiendo por esta palabra “el ser humano”, hecho a imagen de su creador. Ambos términos se emplean en ocultismo y teosofía.
“El hombre es llamado espejo del universo, imagen o reflexión de Dios, y así, el “ser humano” repite en miniatura la evolución del universo”. (A. Besant, Sabiduría Antigua, 213). En la masonería, microcosmos y macrocosmos es un antiguo esquema neoplatónico griego que considera los mismos patrones reproducidos en todos los niveles del cosmos, desde lo más pequeño hasta la más grande. En biología, un microcosmos es un ecosistema en miniatura, cerrado sobre sí mismo.
El famoso texto alquímico, la Tabla Esmeralda, de Hermes Trismegisto, nos dice: *Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo*, el microcosmos es un punto de apoyo para conocer el todo.
El Génesis dice que el hombre fue creado a imagen de Dios: *Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, creó al hombre y a la mujer*. Génesis 1:27. El hombre lleva dentro de sí la huella de Dios, y le corresponde a él encontrarla y reconocerla. Debe renunciar a sus pasiones, sus prejuicios y sus deseos egoístas para poder acceder al conocimiento superior: la plena y completa conciencia del ser.
El sello de Salomón se compone de dos triángulos que se entrecruzan: El triángulo que apunta hacia abajo representa el microcosmos, o el ser humano. El triángulo que apunta hacia arriba representa el macrocosmos o Dios. El encuentro de los dos da luz al ser humano universal, plenamente consciente de sí mismo y del mundo.
El templo masónico en sí mismo es una imagen en pequeño del mundo, del cosmos, del universo, del sistema solar incluso, un microcosmos que ayuda a acceder a los misterios del macrocosmos. Pero es sobre todo la construcción de su templo interior, lo que permite al masón encontrar la divinidad en él.
El concepto del ser humano como microcosmos en la filosofía occidental siempre ha desempeñado un papel tanto racional como místico. Esta representación de una forma u otra siempre ha estado presente en textos órficos, gnósticos, herméticos, así como en trabajos sobre el panteísmo místico, el esoterismo, la francmasonería y el ocultismo.
En la filosofía masónica, los conceptos más usuales del rito se refieren al universo. En la idea del microcosmos, el ser humano participa de los reinos del ser, y de alguna manera “tiene la libertad de ser lo que quiere: ser planta o piedra, “ocio”. Ser deleite corporal, “animal bruto”. Y si quiere ser ángel, “contempla la cara de Dios” (Pérez de Oliva). Por lo tanto, es un privilegiado para conocer y comprender los distintos aspectos del cosmos y también comprender su interior y exterior.
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