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Obreros de Hiram Abiff: Los conflictos

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Desde los comienzos de la historia del género humano está llena de conflictos, entre  vecinos, familiares,  pueblos o naciones. La historia del ser humano es un conflicto.

Los conflictos constituyen el acontecimiento reiterado que relata la historia de la humanidad. El ego, el poder de dominio, la ambición desmedida, el fanatismo político o religioso, o incluso la envidia, son los factores reinantes de las discrepancias entre los seres humanos. Todo está sujeto a negociaciones apoyadas por las leyes: ya sean trascendentes o no trascendentes.

Las leyes trascendentes son aquellas que están incluidas en los Libros Sagrados, ejemplo: la Biblia, los Diez Mandamientos: Éxodo 20: 1-18, y son objetivas. No es por demás decirlo, de aquí emanan las leyes terrenales. Las leyes no trascendentes son todas aquellas emanadas y realizadas por el ser humano, como las leyes de cada país, región o institución y estas leyes están sujetas al comportamiento moral de cada región en el mundo, son subjetivas.

¿Qué es un conflicto? La cabal nos enseña que en este plano, estamos sujetos a tres columnas: rigor – equilibrio – misericordia. Como no sabemos vivir en la columna del centro, vivimos confundidos entre el rigor y la misericordia. Todo depende del estado de conciencia de cada uno de nosotros para comprenderlo. Es la causa de los conflictos.

El conflicto es algo inherente al ser humano porque es un ser muy complejo, pero con posibilidades diversas para solucionarlo, solo debe equilibrar los deseos y el ego (Buda). Hay una causa muy importante de resaltar en el conflicto: la indecisión, es una situación en que no tenemos claro qué hacer. “Las personas tenemos alternativas muy variadas para hacernos, decirnos y callarnos las cosas, siendo nuestra responsabilidad cuál de ellas decidamos escoger para interrelacionarnos” (IUDESP).

Los conflictos son oportunidades para el cambio, crecimiento y aprendizaje. Es preocupante la escalada de conflictos entre las religiones, naciones, racismo, xenofobia y familiares, pero hay conflictos ancestrales que creen imaginariamente que tienen la razón y la verdad. Pero ¿qué nos sucede a los seres humanos? Es increíble ver seres humanos exteriorizando su maldad con cualesquier pretexto. Es difícil una vida espiritual en estas condiciones. ¿Cómo puede el ser humano alcanzar la paz? La paz y la fraternidad es la clave de nuestra existencia. Y esta clave es ser libres, no estar sujetos a prejuicios y creencias. “Es conocerse a sí mismo”.

La paz no está en el mundo profano, porque la única forma de conseguirla es que emane de nuestro interior. Nadie refleja lo que no tiene. Hay que tener paz interior para reflejarla en su entorno. Cuando hay paz en el interior, los que nos adversan nos están enseñando y cada quien ilumina desde su posición ya sea adversa o no, pero todos somos necesarios en este plano denso.

Los conflictos pueden cesar cuando comprendamos los objetivos de vivir en este plano: “trascender la dualidad”. Si nos desviamos de nuestro objetivo, estaremos siempre en conflicto, porque nada te llena, nada te satisface, los deseos y el ego sufre de gula, necesitan alimento constante. Platón nos dice: “Todas las cosas se hallan en perpetuo flujo y cambio. En ninguna parte del universo se podrá encontrar en reposo eterno, la estabilidad inmutable. Y no solo hay en él perpetuo cambio, sino también perpetuo conflicto”.

El ser humano al comprender su “misión” en este plano, no consigue la quietud o paz, encuentra la “plenitud”, basada en el desapego. Aristóteles nos dice: “Lo opuesto concuerda y que de las cosas discordantes surge la más bella armonía”, “y que todo sucede según discordia”. Para conocer lo dulce, debemos probar primero lo amargo. Dios está en mi interior y también está dentro de mi oponente, y debo descubrirlo en él también. De nuevo nos dice Platón: “En el diálogo el Fedro nos habla de la parte racional del alma ligada a la racionalidad, de la parte irascible en la que se da la valentía y de la parte apetitiva donde se hallan los deseos corporales”.

¿Seguimos los dictámenes de lo que la racionalidad entiende como correcto o nos dejamos llevar por los placeres que nuestro cuerpo también reclama?, no solo muestra la estrecha relación entre conflicto y naturaleza humana, sino también de la complejidad de esa misma naturaleza. El ser humano debe de dejar de ser enemigo de sí mismo, y perdonarse constantemente sus errores: Misericordia consigo mismo. Es importante recalcar, como lo dice Aristóteles, que el ser humano no se basta a sí mismo, y necesita del semejante para vivir. Por lo tanto debe vivir en paz y pleno espiritualmente.

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