“Es evidente, entonces, que el tiempo es número del movimiento según el antes y después, y es continuo, porque es número de algo continuo”. (Aristóteles). Al llegar a una edad avanzada tenemos conciencia de que vejez y tiempo dependen entre sí. La edad avanzada es la acumulación de tiempo, pero no es el tiempo que marca el reloj, o el número de lunas, sino el tiempo subjetivo, el tiempo humano, el tiempo vivido, la sucesión de experiencias. La paciencia, el equilibrio, refleja la experiencia del instante vivido, ya no hay apuro, y la conciencia de la ausencia de futuro genera sabiduría, laboriosidad en cada uno de los ahora de la vida. Las cosas grandes no se hacen con la fuerza, la rapidez o la agilidad del cuerpo sino mediante el consejo, la autoridad y la opinión; la vejez, lo tiene en abundancia. “Yo reconozco que soy más feliz con vosotros, que vosotros conmigo. Sin embargo, podéis constatar que la vejez, no sólo no es debilitada y vulnerable, sino que, por el contrario, la vejez es laboriosa y lleva siempre algo entre manos con igual inquietud que en las etapas anteriores de su vida” (Cicerón). “El tiempo sólo tiene una realidad, la del instante. En otras palabras, el tiempo es una realidad afianzada en el instante y suspendida entre dos nadas. No hay duda de que el tiempo podrá renacer, pero antes tendrá que morir. No podrá transportar su ser de uno a otro instante para hacer de él una duración. Ya el instante es soledad, es la soledad más desnuda en valor metafísico” (Bachelard, 1999, p. 11). La vejez la podemos comprender como el espacio y tiempo recorrido de un ser humano en este plano, desde su nacimiento hasta su muerte, pasando por diferentes etapas de su crecimiento y evolución intelectual. La vejez esta tapizada de virtudes como la sabiduría, el control de las pasiones y la templanza. Jamás el tema de la vejez se toma con indiferencia, pues desde el momento que nacemos empezamos a envejecer, cada día es un día menos en nuestro ciclo de vida en este plano. La importancia al envejecer es tener proyectos e ilusiones, reconociendo las habilidades, debemos prepararnos para la vejez desde jóvenes, debemos ser amantes de la lectura, escritura, el arte de la pintura, habilidades musicales, ser miembro de instituciones iniciáticas, religiosas o políticas, estudios filosóficos, artes manuales. Una vejez sin tener un hobbie es demasiado aburrida. Sin conocimiento y práctica de algo cae en la soledad, la desesperación y la angustia. Lo más esencial en la edad avanzada es que esté rodeado de amor, es la fuerza más grande del universo. En la masonería la vejez es símbolo de conocimiento y sabiduría. El masón se prepara desde su iniciación para la vejez, por medio del estudio y la investigación. Un verdadero masón tiene su tiempo copado hasta el día de su paso al oriente eterno, pues su trabajo individual de abrir conciencia no tiene límite. Hay que “envejecer sin permitir que el corazón envejezca, manteniendo el gusto por el mundo, por los placeres, evitando la doble trampa de la introspección preocupada y el disgusto, dejando que el niño que está dentro nos ponga en una posición de asombro ante la vida petrificada y fosilizada” (El libro de Bruckner, p. 86). Hay que llegar a la vejez sin dejar que nada nos limite, ni los prejuicios, dogmas y fanatismo. Tener las mismas emociones, las mismas penas y aspiraciones. Tenemos que ser conscientes de que hay que aceptar la edad que tenemos, que es un orgullo llevar las canas, que simbolizan el recorrido por este plano. Si no aceptamos ese cambio en nuestro físico por los años pasados, pintándonos el cabello o haciéndonos cirugías faciales para no aparentar la edad que tenemos, nos olvidamos de disfrutar de la vida. Hay que vestir de blanco, primero por dentro y luego por fuera. La vejez es el estado más hermoso de la vida, y sobre todo cuando uno siente que ha cumplido con su deber y misión en este plano. Esto es plenitud espiritual. El maestro Simón Díaz se desbordó en sabiduría al escribir la letra dela canción “Caballo viejo”: “Caballo le dan sabana, porque está viejo y cansao, pero no se dan cuenta que un corazón amarrao, cuando le sueltan las riendas es caballo desbocao”. Cuando se llega a una edad avanzada se debe ser libre, a un caballo viejo hay que darle sabana y que corra sin obstáculos. Bien lo dice Simón Díaz: “Quererse no tiene horario, ni fecha en el calendario, cuando las ganas se juntan”. Parece como si quisiese castigarse a aquellos que, después de cierta edad, todavía conservan las ganas de comerse el mundo y de demostrar su valía, solo por causa de su envoltorio o su fecha de nacimiento. El envejecimiento es una etapa de la vida que nos invita a reflexionar, a buscar conocimiento, sabiduría y crecimiento personal. Morgan Freeman, 86 años (actor de cine) mantiene la filosofía de que “la edad es un estado mental”. Meryl Streep, a los 74 años, intenta ocupar sus días, ya sea con trabajo o con actividades que le hagan feliz, con la intención de no dejar pasar la vida de largo mientras podamos. La calidad de vida de un ser humano de edad avanzada está determinada por la forma cómo se preparó en la juventud y la adultez. Platón, en su obra La República, nos muestra una concepción positiva sobre los ancianos; es la etapa en que el ser humano alcanza las más óptimas virtudes morales: la prudencia, la sagacidad, la discreción, la discreción y el buen juicio. El ideal de la vejez es la sabiduría en un organismo mentalmente sano. La edad avanzada es la mejor etapa de la vida, es la etapa de la sabiduría que sólo se logra con los años, de la oportunidad de ser uno mismo, de poder liberarse de las cosas materiales, de llegar a la paz interior, a la iluminación y la plenitud espiritual. El amor y el respeto por los demás los hacen sentir vivos, y sobre todo ayudar en su entorno a que todos sean felices. Aceptar la ancianidad es trascenderla. Todos los días es un nuevo comienzo, una nueva primavera.