En este plano físico que habitamos, estamos cumpliendo una misión, que por estar velado nuestro estado de conciencia no nos permite conocer nuestro objetivo en este ciclo de vida, pero tenemos tácito en nuestro ser que algo debemos hacer para cumplir un propósito que está basado en el: lo que quiero ser y lo que debo ser. En estas dos premisas gira nuestra rueda del Karma y el Dharma, que son energías que se manifiestan en el ciclo de vida, y que a través de los ciclos hacen posible nuestra evolución espiritual (creencias del budismo e hinduismo). Primero, definamos lo que significa cada uno de los dos términos: Karma, con el cual se hace justicia de cada acto del ser humano, es la ley de causa y efecto, es la causa y sus resultados. Es la ley de que todo tiene su retorno y se recoge las consecuencias de tu proceder, buenas o malas. El Dharma, o existencia cíclica, sería el sendero correcto hacia una elevada vida espiritual, en el cual el maestro Buda nos enseña las Cuatro Nobles Verdades y el óctuple camino para llevar correctamente este sendero a la trascendencia de la razón y del plano físico: “Primero, la vida involucra “sufrimiento”, es inherente a la existencia humana, la vejez, la enfermedad, la muerte y los deseos. Segundo, la causa del sufrimiento son “los deseos, ignorancia, ansiedad, odio, celos, egoísmo, hipocresía, apego e incertidumbre”. Tercero, el “sufrimiento es temporal”, es como una nube que nos escurece el camino por este plano, pero pasa, se basa en el desprendimiento, eliminando los deseos, el apego, etc., el cese del “sufrimiento” es el “Nirvana”, espiritualidad plena. Cuarto, vivir con ética, practicar la meditación y desarrollar la sabiduría para liberarnos del “sufrimiento”.
El maestro Buda nos propone el “Óctuple Camino”, que conduce a la supresión del sufrimiento, hacia el despertar, hacia la plenitud espiritual. El camino que conduce a las ocho ramas, el “Sendero Óctuple: 1-Disernimiento justo, la mejor manera de ser justo es no juzgar a nuestro prójimo, hay que ser inquisidor (buscar la verdad) primero, hay que ser compasivo y comprensivo. 2-Forjarse propósitos nobles, es diferente a proponernos una meta, que es sufrimiento, a un propósito noble que da vida espiritual, y no da sufrimiento, sentirnos útiles, prestar servicio a actividades nobles. 3-Ser honesto y prudente en la palabra. Como maestros masones sabemos y comprendemos que la palabra es constructiva, pero también es un arma de doble filo: destruye. Cuando la palabra expresa Luz, es como la fragancia de un perfume de rosas para el mundo. 4-No hacer daño ni excederse. No hagas lo que no te gustaría que te hicieran (Confucio). Nadie puede ser feliz, si hace daño con la palabra. 5-Ganarse la vida, gracias al esfuerzo. El trabajo cimenta la dignidad, transforma al ser humano, es una forma de servir, aunque sea pago, lo importante es que no hagas daños a otros con tu labor. 6-Cultivar la virtud. “Virtud es el esfuerzo que domina las pasiones, para que exista debe haber lucha, voluntad. Es la integridad de ánimo y bondad para beneficio de la humanidad” (R. de A). 7-La Observación abierta, la atención. Tenemos que estar atentos con nuestra forma de actuar. El sendero Iniciático tiene la “Atención” como una de sus bases, un desprevenido e ingenuo es presa fácil de las bajas pasiones. Aquí entra la frase que estaba en la entrada del Templo de Delfos en Grecia: “Conócete a ti mismo”, es parte de la Atención. 8-Aprender a serenar la mente. Cuando la mente se deja llevar por las emociones y deseos, pierde poder. La práctica del Óctuple sendero nos lleva a la sabiduría y trascendencia de la razón. Nos conduce a la armonía con nuestro corazón. En el propósito de vida, decíamos entes es: lo que quiero hacer y lo que debo hacer. “Lo que quiero hacer” esta cobijado por la infelicidad, pues es inevitable la ansiedad de progreso y del cumplimientos de metas, que como deseos nunca se satisfacen: siempre hay algo mejor mas adelante. Este plano es un mar de competencia, quién es el mejor, más grande y dominante. En todas las facetas de la vida. Nuestros recursos físicos y mentales son limitados, de ahí que no nos satisface completamente todo. Cuando hago lo que “debo hacer”, es que tengo un equilibrio entre el corazón y el cerebro. Soy indiferente al orgullo e indiferente a la humildad. Obro en beneficio de todos sin exclusiones. Cuando obro con lo que “debo hacer” no hay sufrimiento, obro en función de servicio, sin competencia y sin ansiedad. Si no resulta lo que hago, me sirve de crecimiento. Para hacer lo que debo hacer, en primer lugar no debo tener apego, y en segundo lugar debe ser desprendido. Cuando soy libre de dogmas, fanatismo, ambiciones desmedidas, hipocresías, estoy en el sendero de lo que debo hacer. La Verdad y lo que debo hacer, está sujeto al desprendimiento. La Masonería con su simbolismo, nos conduce por el sendero para “Ser Libres”, para poder hacer lo que “debemos hacer”. Son enseñanzas de los Grandes Avatares.