“Sin mentiras la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento” Anatole France (1844-1924), francés, poeta, novelista, ensayista, libre pensador.
La mentira es en sí el instrumento para resquebrajar la confianza. El filósofo griego Platón analiza la mentira en su reflexión en “La caverna”, contenido en su libro La República (La República, Libro II 382a-382d), y la define como: “estar engañado en la parte más auténtica y elevada, de uno mismo, o acerca de los asuntos más genuinos y superiores”. En otras palabras, equivocado e ignorante sobre algunas partes de su vida que a la vez lo hacen ingenuo, que todo lo cree sin verificar. El mentiroso calla la verdad o afirma algo sin conocimiento del tema, me atrevo a aseverar que el ser humano es inherente a la mentira, es parte de su naturaleza. Cuando un ser humano explica algo, está implícita la mentira, y esto es debido a su ego e incluso a su autoestima, pero cuando es mentiroso compulsivo puede llegar a tener trastornos mentales, pues vive en una fantasía. Se ha demostrado desde el punto de vista psicológico que 60% de los seres humanos mienten aunque sea una sola vez en una conversación. Es un acto consciente y deliberado. A un mentiroso compulsivo se le llama “mitómano” (trastorno de la conducta que lleva a una persona a mentir compulsivamente). En la masonería, en su proceso de buscar conocimiento, debe primero “conocerse a sí mismo”, si quiere dominarse a sí mismo, pero como no se conoce a sí mismo trata de mentir para ser reconocido, y considero que es uno de los elementos de la manifestación del ego. La mentira lleva al ser humano a un trastorno disociativo de la “conciencia” y a la larga desintegra su personalidad, logrando ser una persona fingida y creando una realidad fantasiosa, evitando ser tocados por la verdad, que les duele sintiéndose destrozados. Los mentirosos demuestran una autoestima baja y necesitan de ella para ser reconocidos, aun sabiendo que es fantasioso, claro está, en el medio social en que se desenvuelven pierden la credibilidad por el reflejo de su personalidad. San Agustín y santo Tomás de Aquino definieron la “mentira” como: “un lenguaje contrario al propio pensamiento con la voluntad de engañar”. En filosofía y teología, la mentira se opone a la veracidad y sinceridad. Una persona debe tener una perfecta adecuación en lo que dice que es verdad, lo que cree que es verdad y lo que la realidad es en sí, y para ello debe tener en cuenta la coherencia, autenticidad, fidelidad, honestidad y transparencia. Es importante recalcar que no miente quien no dice la verdad, si no quien dice aquello que no cree que sea verdad. La Biblia define la mentira como una persona que no inspira confianza y la verdad es ante todo “confianza”. La mentira es no dejarse iluminar por la verdad, la cual no se define si no que se muestra, es transparente, en cambio la mentira es no querer dejarse iluminar por la luz de la verdad, la cual es la Gran Energía Universal. En el Decálogo (los diez mandamientos) las leyes trascendentes, principios éticos de suma importancia en el cristianismo (la Biblia) y el judaísmo (Pentateuco más 613 mandamientos judaicos), en el libro del Éxodo 20:16 dice: “No levantarás falso testimonio contra tu prójimo”, no mentir. Es el octavo mandamiento, prohíbe la mentira, sobre todo la calumnia, porque destruye moral y materialmente a las personas. La reputación de las personas que dicen la verdad debe considerarse sagrada. En su obra Soliloquios, San Agustín (Patrología Latina 32, 892, lib. II, 9, 16) indica claramente que: “la intención de engañar pertenece esencialmente a la definición de la mentira”. Jesús dice de Natanael: “He ahí un israelita de verdad en quien no hay doblez”. Para que haya una mentira deben concurrir tres elementos: Falsedad material, oposición entre palabra y pensamiento. Falsedad formal: decir lo contrario de lo que se piensa. Engañar: el teatro y el cine. (Versión de San Agustín, Patrología Latina 40, 491). Santo Tomás de Aquino distinguía entre: mentira jocosa, mentira de oficio (dicha para evitar un mal) y mentira dañosa. (Summa Theologica, 2014, versión de la BAC Thesaurus, II. IIae, q. 110, a.1.). No siempre es posible decir la verdad, muchas veces la prudencia nos obliga a mentir, como lo decía san Agustín, una cosa es mentir y otra ocultar el propio pensamiento. La psicología se dedica al estudio de lo más profundo de la psique, el ego, la autoestima humana y el sendero iniciático se dedica al estudio de lo íntimo del ser humano, su ser espiritual. Cuando tenemos trastornos psíquicos, hemos velado el conocimiento de nuestro espíritu, de nuestra “consciencia”. La plenitud espiritual es el equilibrio entre el cerebro y el corazón. La masonería nos conduce por el sendero espiritual, por medio de la simbología, alegorías, ritos y enseñanzas, en el proceso de “Conocerse a sí mismo” con la finalidad de ser “libres” y abrir “consciencia”. Mucho antes de que los grandes psicólogos expusieran sus teorías sobre la psique humana, ya la masonería estaba en ese camino de buscar su equilibrio, el masón debe trascender la razón para lograrlo, y así poder tener un desarrollo espiritual. El ser humano practica la mentira y la hipocresía por temor, deseos de poder, ambición desmedida, fanatismo, por sus deseos de poder. Para el masón la verdad es la base de su sendero iniciático, en su proceso de abrir conciencia. La masonería combate: la hipocresía y la mentira, el fanatismo y la ambición desmedida. No debiera de hacer esta similitud, pero tienen algo en común: al Maestro Jesús lo impugnaron y lo llevaron a la muerte por medio de la mentira, e igual ocurre con la masonería: desde sus orígenes tiene detractores desmedidos por medio de impresionantes mentiras, tanto por el lado de la religión como por el lado político, y nada de lo que se dice de la Augusta Institución es verdad: jamás estamos en contra de ninguna religión, merecen todo nuestro respeto y reverencia, y por el lado político, nunca combatimos gobiernos o regímenes. Nuestra lucha continua es contra “los tiranos y la tiranía”, y se refiere a nuestras bajas pasiones, hipocresía, fanatismo y ambición desmedida.
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