El Rambam (Rabino hebraico-español) nos enseña que: «la humildad, esta pura cualidad, es la más sublime de todas las virtudes admirables». El ser humano en este plano de contrición, busca las verdades trascendentes, incluso busca las respuestas en la búsqueda continua de las eternas interrogantes de nuestra propia existencia que están inmersos en nuestro propio ser Interior: “de dónde vengo, cual es mi misión en este plano y para donde voy”, que están cubiertos de un misterio, que muchos Grandes Maestros de la Sabiduría han tratado de explicarlos de acuerdo a su nivel de estado de conciencia, con esto quiero decir, que la comprensión de estas respuestas solo las perciben seres humanos con cierto nivel de estado de conciencia. Estas respuestas no se reducen solo en el ámbito masónico, todas las instituciones iniciáticas y espirituales tratan de develar los misterios por medio de su simbología, donde están contenidas el conocimiento y la sabiduría. ¿Qué entiende por humildad?, esta pregunta hecha en el mundo profano recibimos respuestas tales como: alguien caritativo, lleno de bondad, y muy dispuesto a servir (quien no vive para servir, no sirve para vivir), es muy positivo, refleja mucha luz en su actuar, actúa sin orgullo, no presumen y sobre todo reconocen sus debilidades y limitaciones. Un ser humano que actúa de esta forma posee una virtud, recordemos que la virtud es lo opuesto al vicio y las bajas pasiones. Por este motivo considero que la humildad es una virtud y es la sabiduría de lo que somos. Un ser humano es humilde cuando se encuentra en el centro, el equilibrio: indiferente a la humildad e indiferente al orgullo, deja de lado el yo para preocuparse por los demás, implica el desapego a lo material y la ayuda al prójimo, no busca destacarse ante los demás. Una característica especial del que apreciamos como humilde es la ausencia de “soberbia” y no juzga. Para el budismo, la humildad es la conciencia respecto al camino que se debe seguir para liberarse del sufrimiento. La humildad es un reconocimiento al “solo sé que nada sé” y el valor del ser humano es igualitario: nadie es más o menos que el otro. Somos una Gran Conciencia y debemos tener el dominio de todo. En la masonería, nuestra misión en este plano es trascender la razón y abrir conciencia. La humildad consiste en saber que no hay ninguna influencia de lo que llamamos “Yo” que es un lastre para elevar conciencia. Para Aristóteles, la humildad es una virtud. Y él define las virtudes como «Hábitus Operativus Bonus«, es decir, un hábito operativo bueno. El mismo maestro define el vicio como «Habitus Operativus Malus«, el vicio opuesto sería la soberbia. La humildad nos acerca más la verdad. Simone Weil (una filósofa católica) escribe que «la clave de la espiritualidad en las diversas ocupaciones temporales es la humildad». La humildad purifica el alma al eliminar este modo de operar con base en el beneficio personal, el egoísmo. En la filosofía taoísta, se considera la Humildad como un estado de gracia, de pleno servicio, y su vocación es el ser humano. Es la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos, con nuestra bondad y limitaciones. Para Confucio: “La humildad encerraba el bien social por encima de la satisfacción de nuestras aspiraciones individuales”. Para Santo Tomás de Aquino: “La humildad hace que estemos abiertos a la Gracia de Dios”. La humildad es mucho más que el desprendimiento, el no apego, abarca lo que somos: es la bondad del corazón, es la plenitud espiritual, y es el sendero hacia el estado crístico. El fundamento de la humildad somos nosotros mismos. Somos humildes cuando “nos conocemos a nosotros mismos” y como reaccionamos ante la actitud de los demás. Es la base de todas las virtudes y la más exigente, no es fácil ser desprendido, no tener apego: es una autoconciencia de nuestras miserias humanas. Sin Humildad, no tiene valor y sentido las demás virtudes. Modestia y humildad son tipos de Templanza (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, 1 q.61). Para Santo Tomas no son lo mismo, son diferentes. Ahora bien: el modo de la templanza, que le da mayor nobleza, es el freno o represión del ímpetu de alguna pasión. Por eso se consideran partes de la templanza todas las virtudes que frenan o reprimen el ímpetu de algunos afectos o acciones, por eso, al igual que la modestia, se considera a la humildad como parte de la templanza. La modestia es un aspecto de la humildad (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, 2 q.161). Lo opuesto a la “humildad” es la “soberbia” y lo opuesto a la “modestia” es la “vanidad” (presumir demasiado). La “humildad” (la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos) proviene de la raíz latina “Humus”, que significa tierra, aquello que se desprende de la naturaleza y la “modestia” (pasar desapercibido) proviene de la raíz latina “modestus” que significa moderado. Podemos decir que la modestia es un aspecto de la humildad. Por tanto, una persona humilde también es modesta. A diferencia de la persona justa que sabe que actúa con justicia, una persona humilde no sabe que actúa con humildad. Según el budismo, experimentamos la humildad cuando reconocemos las ambiciones egoístas como ilusiones, y nos concentramos en cultivar la mente para alcanzar el Nirvana. Estamos libres de sufrimiento, vejaciones y todas las ilusiones de autoengaño. Este estado de iluminación se caracteriza por la humildad, la compasión y la sabiduría. Decía Santo Tomás de Aquino que: “la humildad reprime el apetito para que no aspiremos a las cosas grandes sin contar primero con la recta razón”. La humildad manifiesta justicia, pero también se expresa en el silencio de la sabiduría. Miguel de Cervantes dice en Coloquio de los perros que: “La humildad es la base y fundamento de todas las virtudes, y que sin ella no hay alguna que lo sea”.
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