En términos filosóficos, la esperanza no es simplemente una expectativa ciega o un deseo pasivo, sino más bien una fuerza impulsora que guía la acción humana. Implica un compromiso activo con la posibilidad de un futuro más satisfactorio y significativo, incluso cuando las circunstancias actuales pueden ser inciertas, un motor para el cambio, inspira a las personas a superar adversidades y a contribuir a la construcción de un mundo mejor. En este sentido, la esperanza se convierte en una fuerza moral y motivacional que impulsa a las personas a perseguir el bien, la verdad y la justicia. Buda, la describe como una llama suave que arde en el corazón de cada ser. Es una luz que ilumina el camino a través de la oscuridad de la existencia, recordándonos la posibilidad de la transformación y la liberación del sufrimiento. Buda enseñó que la verdadera esperanza no reside en “apegarse” a deseos mundanos, sino en “comprender” la naturaleza transitoria de todas las cosas. Es como la flor de loto que se eleva en la superficie del estanque fangoso, simbolizando la pureza emergiendo de la turbiedad. En lugar de depositar nuestra esperanza en circunstancias externas, Buda nos invita a cultivarla internamente, a través de la “sabiduría y la compasión”. La esperanza budista es un recordatorio constante de que cada ser tiene el potencial de despertar, de alcanzar la iluminación y liberarse del ciclo de sufrimiento. Es un faro que guía hacia el camino del entendimiento, la paz interior y la benevolencia hacia todos los seres, permitiendo que florezca la serenidad incluso en medio de los desafíos de la vida. Lao Tse, el antiguo filósofo chino y fundador del taoísmo, en su pensamiento, la esperanza no se encuentra en la anticipación ansiosa del futuro ni en la dependencia de resultados específicos, sino en la “armonización con el flujo natural del universo”, en seguir el Tao, que es el camino o la vía. La esperanza, desde la perspectiva taoísta, se revela en la “aceptación serena de lo que es”, sin resistencia excesiva o aferrarse a expectativas rígidas. El concepto de «no acción», es esencial en la filosofía taoísta. No se trata de la inacción en el sentido pasivo, sino de “actuar de acuerdo con el flujo natural de la vida, sin forzar ni resistir”. Desde esta perspectiva, la esperanza se encuentra en la capacidad de fluir con las circunstancias, adaptándonos y ajustándonos sin perder la paz interior. También se relaciona con la confianza en la sabiduría innata del universo. Confiamos en que el Tao (Dios o G.A.D.U. o Gran Energía Universal) nos guiará hacia donde debemos estar. Esta confianza implica un “desapego o desprendimiento” sereno de los resultados, reconociendo que la verdadera paz y plenitud provienen de vivir en armonía con el flujo natural de la existencia. La esperanza no reside en las expectativas rígidas o en la ansiedad por el futuro, sino en la aceptación serena, la adaptabilidad y la confianza en el Tao. Al fluir con el ritmo natural de la vida, encontramos una esperanza que va más allá de las circunstancias externas, arraigada en la conexión con la esencia misma del universo. La verdadera esperanza puede encontrarse en la confianza en el proceso natural de la vida, en la sabiduría que viene de fluir con el Tao y en la comprensión de que todo tiene su propio tiempo y ritmo. La figura del Maestro Jesús, según las enseñanzas del Nuevo Testamento de la Biblia, transmitió un mensaje de amor, compasión y confianza en Dios como Padre amoroso. Desde esta perspectiva, la esperanza en la enseñanza de Jesús se entiende como una confianza profunda en la bondad divina y en la posibilidad de redención y renovación. El Maestro Jesús hablaba sobre el Reino de Dios, un reino que trasciende las limitaciones terrenales y que representa un estado de plenitud espiritual y armonía. Su mensaje de esperanza se centraba en la idea de que, a pesar de los desafíos y sufrimientos en el mundo, aquellos que confían en Dios y siguen sus enseñanzas pueden experimentar la esperanza de un futuro mejor. No se limita a las circunstancias externas, sino que abarca la transformación interna del individuo. El Maestro Jesús enfatizó la importancia de la fe, la humildad y el amor hacia Dios y hacia los demás. La esperanza, desde esta perspectiva, se encuentra en la conexión espiritual y en la creencia en la posibilidad de redención y salvación. Brindó consuelo a través de sus palabras y acciones, alentando a sus seguidores a confiar en Dios incluso en medio de la adversidad. Su propia resurrección después de la crucifixión se interpreta como un símbolo poderoso de la esperanza que trasciende la muerte y señala hacia una vida eterna. En resumen, la esperanza según el Maestro Jesús se arraiga en la confianza en Dios, el amor hacia los demás y la creencia en la posibilidad de una redención espiritual. Enseñó que la verdadera esperanza va más allá de las circunstancias presentes y se encuentra en la fe en un poder superior que guía y cuida, ofreciendo la promesa de una vida plena y significativa. En el seno de la masonería, “la esperanza” se concibe como una luz que guía a los individuos a lo largo de su viaje personal y espiritual. Esta luz de la esperanza ilumina el camino hacia un futuro mejor, tanto a nivel individual como colectivo. La masonería fomenta la idea de que la esperanza no es simplemente la expectativa de un resultado positivo, sino más bien la convicción de que, a través del esfuerzo y la búsqueda constante de la verdad, la humanidad puede avanzar hacia un estado más elevado de conciencia y fraternidad. Desde el punto de vista masónico, la esperanza está vinculada a la fe en la capacidad del ser humano para mejorar y para contribuir al progreso de la sociedad. Los masones buscan la elevación espiritual y moral, y la esperanza se convierte en el motor que impulsa esta búsqueda. La esperanza masónica no es pasiva, sino activa, impulsa a los individuos a actuar con integridad, justicia y compasión. En los rituales masónicos, la simbología de la luz es frecuente. La esperanza se manifiesta como una luz que disipa la oscuridad de la ignorancia y guía a los masones en su búsqueda de la verdad. Este simbolismo destaca la idea de que, a pesar de los desafíos y las adversidades, la esperanza persiste como una fuerza motivadora, recordando a los masones que siempre hay un camino hacia la luz, la verdad y la fraternidad.

En conclusión, desde la perspectiva de la masonería, “la esperanza” se convierte en un faro espiritual que guía a los individuos en su búsqueda de la verdad, la elevación moral y la contribución positiva al bienestar de la humanidad. La esperanza masónica es una fuerza dinámica que impulsa a la acción en aras de un mundo mejor.


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