Santo Tomás de Aquino define la esperanza: “No es el bien futuro en absoluto, sino en cuanto arduo y difícil de obtener” (suma Teológica, 1-2 q 40.1). “La esperanza fue una divinidad honrada por los romanos que le elevaron muchos templos. Era, según los poetas, hermana del Sueño que da tregua a nuestras penas y de la Muerte que las termina. Se la representa bajo la figura de una joven ninfa, con rostro sereno, sonriéndose con gracia, coronada de flores, mensajeras de los frutos y teniendo en su mano un ramo de las mismas. El verde es su color característico como emblema de la naciente verdura que presagia la cosecha de los granos. Los antiguos la pintaban con alas porque es propio de la esperanza escaparse cuando que uno piensa asirla. Se podría añadir a esto el arco íris. Es muy ingeniosa alegoría la que la representa alimentando al Amor”. (Wikipedia). La esperanza ilumina el camino de nuestras vidas es una fuerza extraordinaria que nos impulsa a seguir adelante, incluso en los momentos más oscuros. Es un faro que brilla en la oscuridad de la incertidumbre, recordándonos que siempre hay la posibilidad de un mañana mejor. Nos desafía a creer en la posibilidad de la transformación, superar obstáculos y en la promesa de un futuro lleno de oportunidades y enfrentar las dificultades con valentía. Nos invita a mirar más allá de las circunstancias presentes, a vislumbrar horizontes más amplios y a confiar en que, con paciencia y determinación, alcanzaremos la orilla de la tranquilidad, la esperanza también nos conecta con nuestra humanidad compartida, es un recordatorio de que, a pesar de nuestras diferencias, todos compartimos la experiencia de enfrentar desafíos y aspirar a un futuro mejor. En comunidad, la esperanza se convierte en un lazo que une corazones, inspirando acciones altruistas y solidaridad. Sin embargo, la esperanza no es ajena a la realidad. Reconoce la existencia de dificultades, pero se aferra a la creencia de que incluso en los momentos más sombríos, hay semillas de cambio y crecimiento. La esperanza nos desafía a ser agentes activos de nuestra propia transformación y a contribuir a la construcción de un mundo más justo y compasivo. La esperanza es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos, es el acto de mirar hacia adelante con corazón abierto, de abrazar la posibilidad incluso cuando la certeza escasea. En cada suspiro de esperanza, encontramos la fuerza para perseverar, aprender y construir un mañana lleno de promesas. Que esta llama interior de la esperanza siempre arda en nuestros corazones, recordándonos que el viaje de la vida está lleno de posibilidades y que, con esperanza, cada paso cuenta. La masonería es una sociedad fraternal que promueve valores como la fraternidad, la igualdad, la libertad y la búsqueda del conocimiento, desde esta perspectiva, la “esperanza” desempeña un papel crucial en la vida de sus miembros y en la comprensión más amplia del propósito humano. Ha sido un tema de reflexión para muchos filósofos a lo largo de la historia. Veamos cómo alguno de los grandes filósofos, como Platón, Sócrates, Diógenes y Aristóteles, abordaron esta cuestión: Platón, en sus diálogos filosóficos, a menudo se centraba en la búsqueda de la verdad y la perfección, desde su perspectiva, la esperanza podría entenderse como la aspiración hacia las Formas Ideales o el Bien Supremo. En el Fedón, Platón sugiere que la verdadera esperanza radica en la preparación para la muerte, ya que representa la liberación del alma hacia un estado superior de existencia. Diógenes, el filósofo cínico, consideraba que la esperanza podía ser perjudicial si llevaba a la complacencia o a la inacción. Se cuenta que Diógenes solía decir que la esperanza es el único bien común entre los hombres, pero también es el único bien que es común a los malvados, destacaba la importancia de la virtud y la honestidad sobre las meras expectativas positivas. Aristóteles, en su ética, la esperanza la relacionó con la virtud y el equilibrio. Consideraba que la esperanza, cuando está alineada con la virtud, es una fuerza positiva, la esperanza bien fundamentada implica la creencia de que nuestras acciones virtuosas pueden conducir a una vida significativa y próspera. También destacó la importancia de encontrar un equilibrio entre la esperanza y la prudencia, evitando tanto la desesperación como la expectativa irrealista. Sócrates no dejo escritos, pero Platón su discípulo fue portavoz del filósofo; la esperanza se puede abordar considerando su enfoque en la sabiduría, la virtud y la búsqueda del conocimiento. Sostenía que el conocimiento es la base de la virtud y, por ende, de una vida plena y ética. La esperanza bien fundamentada sería aquella que surge de una comprensión profunda y reflexiva de la realidad, evitando ilusiones o expectativas irrealistas. Sócrates creía en la importancia de la autorreflexión y la autodisciplina, la capacidad de examinar nuestras propias acciones, comprender nuestras limitaciones y aspirar a la mejora continua, impulso positivo hacia la autorrealización y el perfeccionamiento moral. La virtud es el bien supremo, y la esperanza surge de la práctica de la virtud y la búsqueda constante de la excelencia moral, estaría ligada a la confianza en que, a través de la práctica de la virtud, se puede alcanzar un estado de bienestar y plenitud. En resumen, la reflexión sobre la esperanza desde el punto de vista de Sócrates se centraría en la relación entre la esperanza, el conocimiento, la virtud y la autorreflexión. La esperanza bien fundamentada, según Sócrates, sería aquella que se basa en un conocimiento profundo de la realidad, se nutre de la autodisciplina y la autorreflexión, y encuentra su expresión más elevada en la práctica constante de la virtud. Los filósofos nos presentan varios puntos de vista sobre la esperanza: Platón con la búsqueda de la verdad y la perfección. Aristóteles con la virtud y la moderación y Diógenes dice que es el único bien del ser humano, con lo negativo que la tienen los buenos y los malos. Definiciones muy ricas en su contexto y fundamental para el ser humano. “Virtud infusa que capacita al hombre para tener confianza y plena certeza de conseguir la vida eterna y los medios, tanto sobrenaturales como naturales, necesarios para llegar a ella con ayuda de Dios”. (Suma Teológica).


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