Decíamos en el artículo anterior que todo tiene dos polos y los dos son al mismo tiempo uno, y todo es y no es al mismo tiempo. El bien y el mal en sí no existe, son dos polos opuestos, que se derivan cuando te sales del centro. Para vivir en el centro debes ser indiferente a la humildad e indiferente al orgullo. Cuando logras centrarte, gozas de una plenitud y disfrutas estar libre, no te sometes a la ley de la dualidad.
El arte de polarizar se convierte en una fase de alquimia mental, practicada en el sendero iniciático por los antiguos maestros herméticos. Esto quiere decir que el dominio de este arte te faculta para cambiar la polaridad en ti y en el medio de acción. Solo los que están en el centro reflejan humildad, que está basada en el desprendimiento y el poder de la voluntad. El desprendimiento es el método principal para dominar la polaridad. Los polos no son más que graduaciones de una misma cosa.
Este principio en la masonería está representado en el piso ajedrezado del Templo Masónico, que nos indica que todo es dual y nuestro objetivo es trascender la dualidad.
4 – El Principio del Ritmo. «Todo fluye y refluye, todo tiene sus períodos de avance y retroceso, todo asciende y desciende. Todo se mueve como un péndulo. La medida de su movimiento hacia la derecha es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda. El ritmo es la compensación».
El Principio del Ritmo está de acuerdo al Principio de Polaridad. Acción y reacción, son dos polos, solo que se manifiesta en forma diferente, basada en la reacción. Este principio rige en toda la creación del universo. Toda acción obtiene un resultado: positivo o negativo. Se me viene una frase del Q.H. José Martí: «Desgraciado el hombre que no tiene amigos, pero más desgraciado es cuando no lo critican, porque no ha hecho nada”.
Todos los seres humanos debemos hacer algo, no importa la reacción, lo que importa es la voluntad a la acción. Te salió mal, la reacción es: la experiencia, la enseñanza. La historia de la humanidad está plagada de ejemplos del ritmo: la caída de los imperios, dictaduras, guerras, etc. El maestro neutraliza la oscilación y decide dónde quedarse en la polaridad, y lo logra «conociéndose a sí mismo», todos los que logran un dominio sobre sí mismo, neutralizan la acción que tiende a arrastrarlo, y con su voluntad férrea alcanza una estabilidad y firmeza mental.
Lo contrario, la humanidad vive en un continuo movimiento ondulatorio, impulsado por el ritmo. Dominar la polarización y el ritmo es una alquimia mental.
6 – El Principio de la Causa y Efecto. «Toda causa tiene su efecto. Todo sucede de acuerdo con la ley. La suerte no es más que el nombre que se la da a una ley no conocida. Hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la ley». Tenemos tres principios herméticos muy hilados entre sí: polaridad, ritmo y causa y efecto. Este último nos enseña que todo efecto tiene su causa. Nada ocurre casualmente, todo ocurre de acuerdo con la ley.
El maestro masón tiene las herramientas simbólicas para estar más allá de este plano denso y ordinario, donde dirige en vez de estar dirigido, para no ser efecto, si no causa en el camino en este plano y en el sendero iniciático. Los deseos, las emociones, pasiones desenfrenadas arrastran al ser humano en este gran escenario de la vida donde nadamos en un mar de «efectos». En este plano nos manejan ajenas voluntades y andamos como autómatas perdidos en la razón e instrumento de ella.
También influye nuestro estado de conciencia. Un maestro obedece a la acusación y pude modificar y regir el ambiente que le rodea. Todos nosotros somos el resultado de las decisiones tomadas en el pasado, sufrimos y enfrentamos problemas que nosotros mismos autoprovocamos. De ahí la frase: “Tú decides tu propio destino». La ley de causa y efecto también llamada «Ley de la consecuencia. Solo hacemos lo que me beneficia: egoísmo, y el resultado no es el mejor. Aquí el desprendimiento tiene un papel muy importante. De nuestro modo de pensar y de nuestra actitud depende el efecto en el futuro. El apóstol Pablo, en Gálatas capítulo 6 y versículo 7, nos resume la idea de la que venimos hablando: “Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Los libros sagrados en el mundo nos enseñan como comprender este principio: amor y desprendimiento.