La palabra “masón” proviene del francés “macon”, que significa “albañil”, y también proviene del término germano “makon”, persona que es hábil en moldear piedras, constructor de obras como iglesias, palacios, edificios y viviendas en general. Emplea las herramientas como simbolismo para su formación moral, espiritual e iniciática.
La masonería operativa nos lleva a los tiempos medievales de las corporaciones de albañiles o constructores de catedrales góticas y palacios, sin fines políticos o sociales. Las investigaciones han demostrado que la parte “iniciática” de la masonería tuvo sus comienzos en los “albañiles” por los ritos que realizaban cuando se aceptaba pasar de aprendiz de albañil a compañero, elevando plegarias al altísimo; después recibía enseñanza secreta de arquitectura y misterio de los números.
Se considera que a partir del siglo XVII empezaron a decaer las construcciones, y las cofradías de albañiles comenzaron aceptar miembros no diestros en la construcción, como intelectuales y científicos. Y así comenzó la masonería “especulativa”, donde se construían templos no físicos: templos internos, espirituales, que representan el desarrollo espiritual y de conciencia del ser humano. La mayor parte de los seres humanos tienen un lugar físico sagrado donde por medio de sus oraciones o meditaciones se contacta con su Dios interno. Esto sucede en el campo religioso.
En el sendero espiritual e iniciático, ese lugar sagrado está dentro de nosotros mismos, llamado templo interior. El cuerpo físico es la forma que contiene el templo interior, donde la individualidad es el albañil interno. Donde lo no manifestado nos transmite una energía, que la utilizamos como medio para expandir conciencia. En este santuario interior, el ser humano se eleva del plano de la ilusión a lo real.
La transmisión espiritual que recibimos en nuestra iniciación se aviva y sentimos que algo se transforma en nosotros, es como pasar a una dimensión superior donde impera la plenitud, la paz, el equilibrio. ¿Es el estado primigenio? Cuando vibramos a los niveles del estados superiores nos damos cuenta de que somos parte de ello, solo que nos alejamos de esa gran energía y transitamos un ciclo de vida como huérfanos de la luz, como una gota de agua separada de una laguna.
Considero que tenemos cuatro formas de entrar a nuestro templo interior: a) Conócete a ti mismo, b) Acción, c) Contemplación y d) Devoción. No es fácil: es una batalla entre el egoísmo y el desprendimiento. Este sendero requiere de voluntad y sacrificio: mazo y cincel. El libre adverbio se presenta como una confusión de senderos: la ilusión o lo real, la sabiduría es el arma poderosa para triunfar, pero sometiendo tu voluntad y cavando fosas para los vicios y bajas pasiones, para que florezcan las virtudes.
Las virtudes son las columnas de nuestro templo interior. La voluntad es la vía para la acción. ¿Qué nos bloquea la construcción de nuestro templo interior? El miedo, la culpa, la vergüenza, mentiras, la ilusión de este plano, el apego, lastre que no deja ver el sendero iniciático, no deja fluir la energía cósmica pura.
Recordemos que la perfección y el poder están sobrevalorados: ambos son nefastos. La perfección es fanatismo y el poder, es la ambición desmedida. No hay que permitir que nos nublen y envenena nuestra energía. El ser humano posee poderes que trascienden su cuerpo físico, tiene sentidos que trascienden sus cinco sentidos físicos.
El ser humano es espiritual y eterno, es parte de la gran luz. Somos hijos de la eternidad, no somos finitos y este siclo de vida solo es un proceso para develarnos, conocernos a nosotros mismos y conocer las grandes energías del universo. La contemplación: es la visión de lo no manifestado, que está más allá de lo físico. Nuestro templo interior es la viva representación del universo y de nosotros mismos en la individualidad.
Los maestros masones son constructores de templos consagrados a la virtud, la verdad y sabiduría. El templo masónico físico es fuente de luz y verdad, e inspiración para la construcción de nuestro templo interior. Nuestro templo interior debe estar sostenido por las columnas de la sabiduría, búsqueda de la verdad, fuerza, la constancia y belleza, brota con la práctica de la moralidad, el amor, la honradez y la justicia. En este proceso estamos sometidos a la ley de la dualidad, que con amor, prudencia y justicia podemos trascenderlo. El templo interior del ser humano representa: La Creación, al Ser Humano y por su reflejo, a la sociedad misma. Nuestro arte de Construcción es el Arte Real. La construcción del Templo Interior en el Hombre, es la trascendencia de la Dualidad.