«Nada reposa, todo se mueve, todo vibra». Es el tercer Gran Principio de las Leyes Herméticas, y considero el más importante de todos, aunque las siete Leyes Herméticas son inmutables, pero este gran principio nos instruye que en el universo no existe la materia inerte. Hasta la partícula más pequeña de polvo en el universo tiene movimiento y si tiene movimiento hay vida, y si hay vida contiene la partícula de Dios, como lo han afirmado últimamente los científicos, como voceros de la ciencia en este plano.
Nada muere ni se destruye, todo se transforma dependiendo de los grados de vibración que tenga la materia. Todo vibra y gira, entre los dos polos de la materia hay infinidad de vibraciones y de grados. La vibración del Espíritu es de una vibración infinita, se percibe como si estuviera en reposo. Desde el corpúsculo y el electrón, el átomo y la molécula, hasta los mundos y universos, todo está en estado vibratorio.
Este principio nos instruye en que las diferentes vibraciones de la materia, energía, mente, espíritu son de frecuencia variables y están manifiestas en todo el universo. Desde el todo hasta la materia más grosera, todo está en vibración, mientras más alta sea, más alta es la posición en la escala. Una comprensión de este principio te capacita a controlar las vibraciones mentales y los maestros se valen de este principio para dominar los fenómenos de la naturaleza.
Los grandes avatares que han visitado este plano denso, de elevados niveles y altas vibraciones espirituales, por medio de la transmutación mental, realizaron actos en los que dominaron las leyes de la naturaleza e hicieron que les obedeciera, y a los resultados de estos actos los llamamos milagros.
Los antiguos filósofos habían planteado estos principios, e incluso refutados por la ciencia y la misma religión. Solo en los tiempos modernos, la ciencia ha tenido que aceptar este principio, donde todo lo que existe depende de la vibración, y la materia no es inerte, ni se destruye, solo se transforma y está en continuo cambio y evolución. El universo mismo, bajo este principio, se expande cada día más y se transforma constantemente. Por lo tanto, materia y energía solo son modos de movimiento vibratorio.
Las enseñanzas herméticas nos instruyen que no solo está toda cosa en movimiento y vibración constantes, sino que las diferencias entre las diversas manifestaciones del poder universal son debidas enteramente al grado y modo variables de las vibraciones. No solo esto, sino que incluso el todo, en sí mismo, manifiesta una vibración constante de un grado infinito de intensidad y rápida.
El espíritu está en un extremo del polo de vibración, siendo el otro polo ciertas formas de materia extremadamente groseras, en síntesis, son lo mismo, porque proviene de la misma fuente: El todo.
También la mente son fenómenos de vibración. Toda partícula de la materia está en movimiento circular, desde el corpúsculo hasta los soles, e incluso la luz, el calor, magnetismo y electricidad son solo diferentes intensidades de vibración. Por ejemplo, el color manifiesta sus diferentes tonalidades dependiendo de la vibración que tenga: el color rojo se vuelve más brillante a medida que sube la vibración, luego cambia a naranja, luego en amarillo, y así sucesivamente siguen los colores verde, azul , índigo, y finalmente violeta, pero si se desvanece este color, se desaparecen todos los colores.
El espíritu es un extremo polar vibratorio más elevado y la materia un extremo polar vibratorio menos denso. Entre ambos extremos, nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestros deseos, impulsos, son estados vibratorios de frecuencias intermedias. Los hermetizas sostienen que si la vibración llega a lo máximo, remontaría los estados sucesivos de la manifestación continuando hacia el Espíritu, hasta que finalmente se reencontraría con el todo, el espíritu absoluto.
Desde el todo, que es puro espíritu, hasta la más grosera forma de materia, todo está en vibración.
«El que comprenda el principio vibratorio ha alcanzado el cetro del poder». Ósculo de paz.