OPINIÓN

Obreros de Hiram Abiff: Cristo y los Siete Principios Herméticos – VI

por Mario Múnera Muñoz P.G.M. Mario Múnera Muñoz P.G.M.

“Psicología Trascendental de Cristo” (Prof. Pablo Trinidad Zavarce). Continuamos en la reflexión sobre este interesante libro, donde se analiza las Palabras del Maestro Jesús orientadas a los siete Principios Herméticos. El Sexto Principio: “Principio de causa y efecto”. “Toda causa tiene su efecto, todo efecto tiene su causa. Todo sucede de acuerdo a la ley. La suerte no es más que el nombre que se le da a una ley no conocida. Hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la ley”. (El Kibalion). También se le califica como Ley de la Consecuencia o de Retribución. En resumen: nada ocurre casualmente y todo ocurre de acuerdo con la ley. De la gran mente universal se origina la ley, y nada en el universo escapa a ella, desde la más minúscula partícula obedece a la ley, y esta ley está tácita en el universo, por lo tanto: transgredir la ley es transgredir a la Gran Mente Universal. El maestro Jesús nos enseña: que sin el desprendimiento, no hay sendero iniciático, el apego es la causa de las desdichas del ser humano, las ansias de poder, las ambiciones desmedidas. El maestro Buda enseñó que los “deseos” (apegos) hacen infeliz al ser humano, y si deseas ser feliz, debes suprimir los deseos. El ser humano moldea  su propio destino, y es responsable  de las consecuencias. En este plano denso existen tres palabras: accidente, suerte y casualidad, que no están alineadas con el Principio de Causa y Efecto. En el universo la palabra causalidad, es un principio absoluto, que proviene del Creador, que es la causa o principio de todo y consecuencia de todo, transgredir la ley, es transgredir al Creador. San Pablo nos enseñó esta ley con sus palabras: “Todo fue creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten”. (colosenses 1:16-17). No quiere decir esto que Dios es culpable de todo lo que sucede, No, lo que se refiere este principio, es que el que transgrede la Ley Universal, se le retribuye con castigo. Si hacemos algo contrario a lo bueno, algún día  las consecuencias serán iguales. Y no necesariamente la retribución la recibimos de inmediato, podemos recibirla en otros momentos menos indicado: a esto el budismo lo llama: Dharma y Karma. Toda acción contraria o mala se guarda en el Karma, y algún día repercute en nuestro ciclo de vida. Toda acción buena tiene consecuencias buenas. La Ley del Karma y Darma es la forma más espiritual de interpretar el Principio de Causa y Efecto. El maestro Jesús nos enseñó: “Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Porque esta es la ley y los profetas (Mateo 7:12), porque terminarás recibiendo lo mismo. Es la norma más hermosa de la moralidad humana. El Principio de Causa y Efecto se aplica en todos los planos de existencia. Se cosecha lo que se siembra, y se recibe lo que se da. Se debe poseer un estado de conciencia elevado para comprender  los mensajes espirituales, siempre están encriptados en símbolos, los cuales deberán ser develados por seres humanos cualificados. Recomiendo leer el libro de los 101 cuentos Sufíes, donde encontrarás la sabiduría en los cuentos o parábolas. Los que llevan a la práctica este Principio de Causa y Efecto, ascienden más allá del plano inferior, para alcanzar las vibraciones del plano superior, y así nos convertimos en “causa” y no en “efecto”. En este principio recibimos en efecto en la misma proporción a la causa que hayamos emitido. Los únicos responsables del bien o el mal, somos nosotros mismos. No confundamos las emociones humanas con las altas vibraciones que son puro amor divino, las emociones humanas están impregnadas de egoísmo, hipocresía, poder, ambición desmedida. El maestro Jesús dijo: “Y oiréis guerras y rumores de guerras: Mirad que no os turbéis, porque es menester que todo esto acontezca: pero aún no es el fin”.(Mateo 24:6-8). No nos tomemos nada, a algo personal, no podemos dejarnos turbar de estas manifestaciones: debemos ser libres, sin dogmas y prejuicios. “No juzguéis para que no seáis juzgados”. (Mateo 7:1-5). Solo el desprendimiento y la bondad evitan estos efectos. El universo es mental y solo lo podremos comprender a través de la armonía con las leyes mentales. El fin del sufrimiento es descubriendo las causas y el fin de la vida es transmutar lo que nos hace sufrir en paz interior.