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Obreros de Hiram Abiff: Coto o Límite – I

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“No te empeñes en hacerte rico, pon coto a tu ambición” (Proverbios 23:4 – Sagrada Biblia – Nácar y Colunga – vigésima quinta edición – pág. 836 – MCMLXXIV – Madrid – España). En artículos anteriores he escrito sobre algunos aspectos del ser humano que le son intrínsecos: el amor, el querer, la mentira, la fidelidad, la hipocresía y sobre todo el juicio que hacemos constantemente sobre los demás. Hay otro punto que es muy propio del ser humano y son “Los límites”. El ser humano es muy proclive en hacer y realizar cosas sin mirar los límites de las mismas, violar las leyes. Desde que nacemos hasta que pasamos de plano, vivimos una vida rodeada de límites enmarcada en las leyes. Estos límites son un orden al caos. Somos seres que dependemos de las reglas y leyes, solo miremos un ejemplo práctico, cuando se echa a perder un semáforo: se forma un caos, hasta que llega una autoridad, establece el orden o límites para transitar, ya sea a pie o en vehículo. Desde el tiempo primitivo, cuando vivíamos en cuevas, teníamos un líder quien establece las reglas para vivir en comunidad. Cuando comenzamos a vivir en grupos más grandes de humanos, existía el jefe, cacique, rey, faraón, zares, todo con el fin de organizar y colocar los límites o leyes. Sin límites, el ser humano ya hubiese desaparecido de la faz de la tierra, porque aun teniendo límites o leyes, se dedicaron a la conquista y colonización de territorios, colocando sus propios límites, y aquí también intervienen las religiones, que desgraciadamente tiene un pasado oscuro, y todo por imponer su fe a costa de la sangre derramada, desechando las propias creencias culturales. Y en nuestros tiempos actuales, no ha cambiado mucho, aunque existen muy pocas monarquías, y con tinte democrático, en el mundo se ha impuesto la democracia, basándose en sus límites con constituciones y códigos penales.  Me atrevo a decir que estamos en la real época de los límites, porque existen en todas las instituciones en el mundo: países, sociales, políticas, familiares, etc., y en muchas partes del mundo existe casi una tiranía de leyes o límites, son extremadamente cuidadosos en su cumplimiento. El nombre de este artículo es el “Coto”, el cual no deseo buscar su etimología, porque tiene varias acepciones. Solo aquí usaremos la que estamos tratando: Coto o lintes. Coto es un límite a las acciones y procederes de una persona que están enmarcadas en las leyes. Las religiones, aparte de su dogma de la creencia en un Ser Superior, basan todos sus límites en el temor, en sus libros Sagrados como la Biblia, El Corán, Pentateuco, El Zoar, El Libro de Urantia, etc, y estos límites o reglas son morales, y el incumplimiento de las mismas son castigadas con el infierno o premiadas con el cielo. Las familiares, sus límites o reglas son muy importantes, pues es el lugar donde se forma el ser humano en sus comienzos en este plano. Los padres tienen la misión más importante, orientar a sus hijos poniéndolo coto a lo que no es correcto, tanto en el hogar como en el medio social, para que sean útiles en el futuro. La familia es el núcleo de la sociedad, y debe estar enmarcada en muy buenos límites, rodeados de amor y comprensión, sin violencia, con rigidez pero con mano de seda en sus consejos. Considero que las leyes en la familia deben estar muy alejadas del dogmatismo y fanatismo, para levantar hijos que busquen la verdad con la razón y con la intuición espiritual. Esta última trasciende la primera, pues la primera se basa en la conciencia y la segunda en la consciencia. ¿Por qué nos limitamos o necesitamos que nos limiten? Los límites van ligados con la disciplina, la cual nos indica hasta donde podemos proceder o accionar en cualesquier momento de nuestra vida. Tener un método de vida, es limitarnos de muchos aspectos para llegar a nuestro objetivo. Así como detrás de un apego hay un sufrimiento, también podemos decir que detrás de un éxito hay una disciplina. Si queremos tener una buena salud, hay que limitarnos en la forma de alimentarnos, de consumir licor, debemos hacer rutina de ejercicios y departir sanamente con nuestros congéneres. Una existencia sin límites, nuestro promedio de vida no pasaría de treinta años. Como somos personas de límites, vivimos bajo el techo de las leyes. Ninguna institución en el mundo está fuera de leyes y normas. Hasta en los mundos bajos tienen sus normas que se deben respetar bajo perder la vida en su incumplimiento. En el trabajo, en los colegios, en las calles, en todas partes tenemos leyes para comportarnos, si las infringimos seremos sancionados. En el hogar hay límites o reglas de convivencia, donde se forman los niños para el futuro. Si caminamos o conducimos vehículos por las calles, tenemos señalizaciones que debemos respetar, límites, y el incumplimiento se paga con multas o prisión. Mis derechos terminan en donde empiezan los del otro. Como lo dice el Q. H. Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno, es la paz”  (Benito Juárez fue enunciada el 15 de julio de 1867, en su manifiesto expedido poco después de entrar triunfante en la Ciudad de México). Cuando se violan las leyes, nos pasamos de los límites, conlleva al caos. Pero, nos preguntamos ¿ha obrado alguna vez la humanidad basándose en el propósito del amor fraternal?, se pregunta nuestro Q. H. Orlando Galindo en un artículo suyo. Definitivamente la respuesta es sí. Si no fuera así, viviríamos en constante caos, pero hay algunas partes del mundo que no son así, donde tratan de imponer el Poder. Aquí se manifiesta el nivel de estado de conciencia. El más bajo estado de conciencia, es donde el “poder” domina y controla las conciencias de las personas. No crean que en la masonería no ocurran estas cosas, los que no comprenden la masonería, y la toman como una organización de personas, un club, tratan de dominar a otros. Los masones tomaron como “normas” unos puntos llamados landmarks, límites o linderos, con unos tres puntos que están todavía en la cultura de los años 1717: no se aceptan mujeres, esclavos y cojos. En el mundo actual eso es un absurdo. No tenemos esclavos, los que tienen impedimentos físicos, la ciencia les quita estos límites y en relación a las mujeres, la mujer es totalmente libre, ella es el culmen de la naturaleza, lo más perfecto, procrean y dan vida, el hombre no, y este complejo no se lo perdona a lo femenino y tratan de dominarla por la fuerza y normas religiosas. Estas cosas están en el libro Sagrado del Cristianismo: la Biblia en el Génesis. Vivir una vida virtuosa implica establecer ciertos límites que nos ayuden a mantener nuestros valores y principios. Los límites y el juicio, son constantes en nuestra vida en este plano.

 

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