OPINIÓN

Obreros de Hiram Abiff. Azufre, mercurio y sal (Parte II)

por Mario Múnera Muñoz P.G.M. Mario Múnera Muñoz P.G.M.

En la iniciación masónica, el caballero profano debe sufrir varias pruebas, que de acuerdo con su cualificación, le sirven para comprender el sendero iniciático que va a emprender.

En uno de sus apartes, es introducido en la Cámara de Reflexión, donde medita sobre lo efímero de la vida en el mundo profano y de su próxima muerte iniciática. Allí, depositados sobre una mesa, encontramos tres pequeños recipientes que contienen azufre, mercurio y sal, los tres principios herméticos que simbolizan el espíritu, el alma y el cuerpo, respectivamente, lo cual nos sugiere la idea de que la Gran Obra Iniciática incumbe al ser humano.

¿Qué es la boda alquímica o iniciática? Consiste en la unión del espíritu y el alma, entre el azufre (fijo) y el mercurio (volátil). Una boda alquímica: el matrimonio sagrado de lo masculino y lo femenino. Aparecen como principios opuestos, pero son equilibrados por la acción «salve et coagula», generando un tercer principio: la sal.

Se desarrolla en el sugestivo plano del símbolo, que está en un nivel de conciencia superior al nuestro y no inferior, como creen algunos psicólogos; es el “iniciado en los misterios”. Este misterio es el del ser humano mismo, el del ser humano interior. Pero es importante resaltar que llevamos siglos separándonos de la parte femenina, ignorando su poder, y a la vez estamos haciendo, con el machismo, un desequilibrio alquímico.

El impulso masculino quiere asegurar una herencia física duradera, mientras que la influencia femenina busca siempre una eternidad amable, reflejando un estado de conciencia más elevado. Este alejamiento de lo femenino, es algo similar a la pérdida de la conexión con el alma. Esto nos ha traído un velo hacia el conocimiento iniciático, que lo amañamos para justificar este gran error.

Nuestro mayor error es haber creado un «dios masculino y alejado del ser humano» y le quitamos fuerza al equilibrio femenino. Esto nos ha causado un caos en el plano: vivimos totalmente desequilibrados y no es psicológico, es iniciático.

La noción de una perfección restaurada para el nuevo “Adán” fue un ideal masculino. Como dice el místico erudito Llewellyn Vaughan-Lee, “el hombre teme profundamente la naturaleza mágica de la mujer”, la negación de lo sutil, lo integral, lo enriquecedor. En otras palabras, la caza de brujas era en gran medida “caza de mujeres”, y lo ha demostrado a través de la historia tratando de someter a lo femenino en nombre de Dios, por medio de religiones y leyes.

A la consciencia masculina le gusta ser visible y dar a conocer su impronta, en tanto que la energía femenina está más velada y oculta, es más sutil. Cada época de la evolución humana ha demostrado cambios culturales, sobre todo la influencia de las migraciones. El despertar de una nueva conciencia más elevada deslumbra cambios en los equilibrios del matrimonio alquímico. Los alquimistas llamaron «unus mundus», la unión entre la materia y el espíritu. Es la unión de los impulsos femeninos y masculinos, ambos forman un mundo unificado, un mundo de conciencias «lunar y solar».

En términos mitológicos, es el nacimiento del «niño», es una nueva conciencia que reconoce la sacralidad de la vida. Es el comienzo de la era de la luz, y quedar fuera de los mezquinos racionamientos especulativos e ir a lo concreto. En busca de lo intuitivo, de lo visible.

Comenzó a despertar la energía sagrada, la sabiduría conmovedora de lo femenino. La compasión y la inteligencia se unen en un una alquimia constante. El renacimiento de lo femenino tiene mucho que aportar a los cambios históricos e iniciáticos. Paracelso decía de la sal: “Es el bálsamo natural de los cuerpos vivientes”. Basilio Valentín: “El que trabaja sin sal, no puede levantar cadáveres”. Cristo ya lo dijo a sus apóstoles: «Vosotros sois la sal de la tierra”.

El alquimista siempre habla de la sal de la sabiduría. Una sabiduría sin sal es teoría. La sal es la experiencia de la vida, sin sal no habría más que azufre. La sal baja el azufre, la sal equilibra el mercurio. ¿De dónde sacamos la sal?…De dentro de ti, de tu dolor, experiencias, y así es como equilibramos nuestra vida alquímicamente y resalta la sabiduría. Ósculo de paz.