Esta semana trajo dos eventos políticos dignos de análisis, que merecen un comentario en el contexto de la crisis del covid-19.
El primero es la consolidación del apoyo a Joe Biden como abanderado del Partido Demócrata en Estados Unidos. La consolidación de una candidatura tan temprano en las primarias del partido es un hecho sin precedentes. Como referencia: en 2008, a esta altura, Obama no había logrado imponerse, como tampoco Hillary Clinton, en 2016. Lo ocurrido en esta ocasión es señal de la capacidad de convocatoria y la extraordinaria habilidad para la operación política de Biden y su equipo, subestimados por los resultados en la primera parte de la contienda.
Esta semana, de forma entusiasta y decidida, Bernie Sanders apareció ante los medios nacionales, en videoconferencia con Biden, incorporándose a la campaña del ex vicepresidente y compartiendo puntos de vista de manera estimulante para los seguidores del senador de Vermont; y mostrando también la apertura por parte de Biden para hacer frente común, revisando muchos de esos planteamientos, y reiterando que en la campaña de Biden todos tienen lugar para continuar su lucha.
Al día siguiente, cuando se procesaba el impacto de esta noticia, el país fue testigo del regreso del ex presidente Barack Obama a la arena política electoral, con un video magistral, para dar su apoyo a Joe Biden y exponer las razones para votar masivamente en estas elecciones. Solo en su cuenta de Twitter, el video de Obama ha tenido más de 9 millones vistas, y se suman en cientos de miles las visualizaciones por otras vías en redes sociales, además de la cobertura nacional en medios de comunicación.
La potencia del mensaje de Obama pone de manifiesto su inteligente manejo del silencio, la forma oportuna en que dosifica sus intervenciones públicas, y su capacidad de desmontar a Trump sin nombrarlo. Por otra parte, se ha comentado mucho el papel de Obama, desde la trastienda, todos estos meses, apoyando al presidente del Partido Demócrata, Tom Pérez, en el fortalecimiento de la infraestructura del partido, creando espacios para el diálogo a lo interno de la organización y, según han dicho los mismos precandidatos en la contienda presidencial, constituir la última instancia a la que acudieron todos (incluido el propio Sanders) para comparar notas con el ex presidente y escuchar su consejo, antes de decidir sobre el retiro para apoyar a Biden, en la medida en que este logró revertir la situación a su favor, después del llamado Supermartes.
Obama es, sin duda, un líder que une al partido. Es el demócrata con mayor popularidad en Estados Unidos, y ocupa un lugar privilegiado como uno de los ex presidentes con mayor simpatía en la historia contemporánea de Estados Unidos. Su mensaje, coincidiendo con la narrativa construida por Biden y Sanders, puso la mira en el futuro, con mucha empatía por el dolor que estamos viviendo en la pandemia, hablando de lo que debe hacerse para recuperar la economía, atendiendo las desigualdades e inequidades que han quedado de relieve con esta crisis. Siempre a partir de la salud de todos como prioridad, con humildad ante la opinión de los médicos y expertos, trabajando en equipo dentro y fuera del país para liderar la respuesta en un momento tan crítico a escala internacional.
Entre los asuntos que enfatizó, como el cambio climático y la transición económica, Obama en sus 12 minutos de alocución expresó su respaldo a la idea de fortalecer la ley de salud asequible (conocida por Obamacare), introduciendo una opción pública de cobertura para que los ciudadanos escojan entre un plan con aseguradoras privadas o una cobertura pública. Y allí parece estar su más potente coincidencia con Biden y con la mayoría de los candidatos demócratas, en el sentido de que ha llegado la hora de dar un paso adicional en el sistema nacional de salud, sin entrar en el debate de sustituirlo por un sistema nacionalizado y universal de salud pública, pero logrando el mismo efecto en forma gradual. Eso, conjuntamente con medidas adicionales para bajar el costo de las medicinas por prescripción médica, parecen ser la vía unitaria, políticamente viable y fiscalmente sustentable, para alcanzar lo que Sanders ha planteado como objetivo fundamental: ampliar la cobertura médica de forma asequible a todos los americanos.
Las encuestas siguen dando giros importantes. Los números de Trump, en relación con el manejo de la crisis, no se traducen en avances en su opción para reelegirse. Los promedios nacionales de las encuestas siguen favoreciendo a Biden, y esta semana los sondeos en estados como Arizona y Michigan también favorecen al abanderado demócrata. Pero hubo una encuesta en tiempo real en un campo de batalla electoral: Wisconsin. Y esa es la segunda clave que debe profundizarse.
Luego de una batalla político-judicial en el estado de Wisconsin, entre el gobernador demócrata y la mayoría republicana en la legislatura, la Corte Suprema del estado dictaminó que se hicieran las primarias, tal como estaban agendadas, incluso en medio de la pandemia. Esto, en lugar de lo propuesto por el gobernador, de postergar la fecha para el voto presencial, pero ampliando el mecanismo de voto por correo, para contabilizar la votación en un día posterior, facilitando a los ciudadanos el voto, desde sus casas, por correspondencia. Y aún en medio de este escenario, que disminuyó la participación electoral, se eligieron, además del candidato presidencial demócrata, los aspirantes a otros cargos en ambas organizaciones políticas, y a nivel del estado, una vacante en la Corte Suprema de Justicia (en Wisconsin los jueces se eligen por votación popular directa), la cual ganó la magistrada de afiliación liberal, Jill Karofsky, contra el aspirante conservador y republicano para este cargo. La magistrada Karofsky obtuvo 52% contra 47% de su oponente. Con esta elección, la Corte Suprema de Wisconsin pasa de una mayoría conservadora de 5 contra 2 magistrados, a una más estrecha, en la que ya son 3 los magistrados de visión liberal. Esto es un indicador de cómo se va allanando el camino para la recuperación de la llamada “muralla azul” (por su tradicional tendencia demócrata), integrada por los estados de Pensilvania, Michigan y Wisconsin. Las malas noticias para Trump, en el llamado midwest, también tocan al estado de Ohio, donde las encuestas favorecen a Biden con 4% de ventaja.
En pocas palabras, el centro de la batalla electoral proyecta ser el medio oeste; y no es de extrañar que esto domine el enfoque del mensaje, estrategia y decisiones de ambas campañas. En el caso Wisconsin asoma otra cuestión: la participación electoral, por la pandemia. La batalla por el voto anticipado por correo será fundamental en todos los estados; y los republicanos, sin complejos ni recato, parecen dispuestos a luchar contra la alta participación electoral, atacando la votación por correo. El propio presidente Trump lo ha convertido en objetivo de sus críticas, al hablar de “fraude electoral”, sin prueba que lo respalde.
La lucha de los demócratas será facilitar el derecho al voto, asegurar la máxima participación electoral y centrar sus propuestas para abatir las desigualdades; y en las políticas de salud, favorecer la inclusión social y la transición económica, asumiendo el reto de recuperar el empleo y la economía, ya encaminada a la recesión. De hecho, con más de 17 millones de personas aplicando al seguro de desempleo en Estados Unidos, y millardos de dólares aún sin ejecutar para respaldar a la pequeña y mediana empresa, el gobierno de Trump luce obsesionado (y atormentado) con revertir la caída de los mercados de capital y enfocar el auxilio financiero (desde luego, también necesario, pero no con prevalencia) a las grandes empresas impactadas por la crisis.
Obama está de regreso. La arena político-electoral registra la llegada de un titán para luchar por la elección de quien fue su vicepresidente, y de quien dijo que nombrarlo para esa posición había sido una de las mejores y más importantes decisiones de su Presidencia.
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