El auténtico desafío político es conectar con el ciudadano que no se siente representado por el ecosistema criminal que montó dos parapetos, dos maniobras de simulación electoral, arteramente descaradas para perpetrar la trampa. La primera que montaron se trató de una espuria elección fuera de tiempo en 2018, comprobadamente al margen de la legalidad y desembocó en la usurpación a cargo del dictador. Y la segunda montada elección se correspondió a la Asamblea Nacional del tirano, también espuria y que no tiene otro valor que la total arbitrariedad y escamoteo de la soberanía popular. Esto hay que repetirlo pedagógicamente porque lo más urgente es rescatar la institucionalidad usurpada.
Los actos emanados de ambos seudopoderes son nulos de toda nulidad. El país de verdad quedó al margen y vacío de representación. Denunciamos un divorcio entre la política y la realidad.
Esa es la mayor tragedia institucional, seguida por otra, que igualmente viven los ciudadanos que no se sienten al final representados, ni por el interinato ni por sus sepultureros.
Lo anterior no significa, para nada, el reconocimiento a la ilegitimidad que constituye Maduro, quien continúa siendo usurpador del poder a todo trance. La dirigencia vencida de lado y lado pudiera calificarse de vencida, porque no representan sino sus vicios de corrupción. Su estrategia compartida es saquear hasta las esperanzas de una nación sufrida mediante una falacia de autoridad, con el resultado penoso y perverso de desigualdades, injusticias y lujos para los cacos en el poder y sus cómplices enchufados.
El liderazgo vencido opositor no va más allá de su papel de derrotado, de empleado y socio del régimen forajido. Hay que desmarcarse de ellos sin arrepentimiento alguno de mantenerse unidos a ellos en función de una patética unidad, vacía de contenido y futuro. Esa opolaboración de vuelo gallináceo no podrá ir más lejos de la convocatoria a una recurrente derrota.
La tarea pendiente y urgente es elegir a un nuevo liderazgo con coraje e integridad, realmente compasivo con los que menos tienen y que se encamine a conectarse con los ciudadanos, para que participen y sean parte activa de la transición democrática.
El nuevo liderazgo lo elegiremos sin el CNE y con voto manual.
Estamos obligados a trabajar duramente, la masa crítica demócrata, en aumentar mediante la pedagogía y formación de conciencia histórica los niveles de exigencia ciudadana para dotarse de una institucionalidad perdida.
La lucha es por la libertad y contra la opresión. La ciudadanía debe organizarse, no para seguir el sendero de los borregos, sino para recuperar la soberanía que comienza reconstruyendo y potenciando la representación de su nuevo liderazgo.
Honor y virtud para resistir. Nunca la rendición. El bien vencerá al mal, aunque este haga más ruido.
¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!