OPINIÓN

Nunca echará a la mujer de Iglesias

por Luis Ventoso Luis Ventoso

Foto EFE

Aquello resultó novedoso en su día. En julio de 1988, con el felipismo salpicado por un escándalo de terrorismo de Estado, González elegía como nuevo ministro del Interior a un operario de Altos Hornos de Vizcaya, militante de UGT y el PSOE. Era José Luis Corcuera, el «ministro electricista». Entonces cundió el asombro al dar una cartera ministerial a una persona sin estudios superiores. Pero comparado con lo que hoy padecemos, hasta el rudo Corcuera parecería Willy Brandt.

Por supuesto supone un desatino regalar un ministerio a Irene María Montero, fanática de un radicalismo estrafalario, sin preparación ni experiencia, que ha medrado hasta ahí solo por su relación amatoria con Pablo Manuel Iglesias. Su ideología flipada, su intolerancia faltona, sus errores de juicio, sus patochadas trans, su obsesión contra el derecho a la vida o el enchufismo de sus coleguis ignaras en el Ministerio Arcoíris deberían haberle costado la poltrona hace tiempo.

Ahora Irene María ha rubricado su CPCL (Cagada Progresista Cum Laude), con una ley que es un truño jurídico y ha supuesto una bicoca para violadores y abusadores sexuales. Ningún gobernante de nuestro entorno la mantendría tras un resbalón así. Pero pierdan toda esperanza. Sánchez no la destituirá, porque es la mujer de Iglesias, y si Podemos rompe el juguete a un año de las elecciones, entonces «Tragedy», que dirían en falsete los viejos Bee Gees.

La situación del conglomerado del gobierno parece el guion de un astracán de Groucho Marx. El presidente más narcisista que hemos soportado, que se ve a sí mismo como un Apolo de 1,90 dotado de la mente de Pericles, es en realidad el más endeble de nuestra democracia, rehén de un partido golpista antiespañol y de unos comunistas incompetentes de asamblea de cafetería. La joven gran esperanza (bluf) de la izquierda populista es una señora de 51 tacos, obsesionada con la ropa y las mechas, multifracasada en la política gallega, que se presenta por un partido que en realidad no existe (Sumar). Está ahí solo porque la colocó digitalmente otro partido, Podemos, para más señas por dedazo de Iglesias Turrión (quien está descubriendo la querencia Judas de Yoli, que era bien conocida en Galicia, y la acaba de llamar «cobarde» y «miserable»). Por último, Pablo Manuel se encuentra prejubilado, pero sigue mangoneando un Podemos de capa caída, en apariencia dirigido por su mujer y un par de sus coleguis frikis.

Si mañana Sánchez hiciese lo que tiene que hacer, que es mandar a Irene María a Galapagar y que no vuelva, Pablo Manuel podría ponerse estupendo y dar orden a su mujer y sus amigas frikis de la cúpula de Podemos de romper la coalición con el PSOE. Caído el gobierno, estaríamos llamados a la bendición de unas elecciones anticipadas. Y ahí Mi Persona sufriría un costalazo: por los precios, por la gamberrada impresentable de la sedición, por el circo de la «ley del sí es sí» y porque, en resumen, «que te vote Chapote».

Así que Irene María puede irse con toda tranquilidad a alguna televisión colorada a proclamar que la Tierra es plana, que Newton era un machista que inventó la ley de la gravedad contra las mujeres y que Putin, Maduro y los ayatolás están dando una justa batalla contra el imperialismo yanqui. Puede decir y hacer la burrada que le plazca, que Peter no la relevará ni de coña. Y es que al final, tras las poses de «espejito, espejito», los trajes entallados y la altiva murga «progresista», en realidad estamos ante un peso pluma. El timonel de la goleta de los locos solo flota por el viento a favor de las televisiones.

Artículo publicado en el diario español El Debate