OPINIÓN

Numa Molina, un Lázaro “boliburgués”

por Rafael Rattia Rafael Rattia

También la revolución bolivariana tiene su Camilo Torres: el sacerdote chavista filocomunista Numa Molina, con su tribuna radial del sistema nacional de medios públicos utiliza los domingos la ventaja comparativa que le otorga su púlpito sacerdotal para denostar del capitalismo salvaje y pregonar sus ideas marxistas y su evangelio rojo propalando ideologías comunitaristas y comunalistas, claramente chavistas y castrocomunistas en franca y abierta violación de sus preceptos cristianos católicos.

Como le dicen tal vez por cariño, “el padre Numa”, los feligreses de su tolda política chavista, dice sin el más mínimo descaro que los venezolanos que hurgan entre los vertederos de basura del país en busca de restos de comida es por culpa del bloqueo económico que aplica el capitalismo salvaje y las medidas financieras y económicas del imperio norteamericano, pero no dice ni pío acerca de los 3 trillones de dólares que ha despilfarrado y malbaratado en 20 años la revolución socialista de Chávez y Maduro.

No puede imaginarse silencio más vergonzante e inmoral que el que guarda el “Camilo Torres” de la revolución nazi-chavista o bolivariana. Tampoco dijo nada “el padre Numa” cuando el Estado social-fascista perpetró el horrendo crimen de lesa humanidad contra el luchador social por la democracia Oscar Pérez y sus quijotescos acompañantes. En aquella no tan lejana ocasión no dijo “esta boca es mía” en su homilía dominical por el canal de televisión del PSUV, VTV. Fresca aún está la sangre derramada por los 49 privados de libertad masacrados en la cárcel de Guanare en una auténtica carnicería humana para sofocar un motín de presos por hambre. Aún nuestro querido sacerdote de las causas humanistas guarda el más estruendoso de los silencios. Hay casos en los cuales el silencio es una de las elocuentes formas de la complicidad.

Cuando la tiranía nazi-chavista suicidó al concejal Fernando Albàn lanzándolo desde un piso 10 estando ilegalmente secuestrado en los calabozos del Sebin, tampoco Numa Molina ni siquiera dijo una oración por el descanso eterno de esa alma tan buena y generosa como lo fue el concejal Albàn. Y así, podrían enumerarse decenas de casos emblemáticos de flagrante violación de derechos humanos ante los cuales nuestro sacerdote ha volteado para otro lado en inobjetable señal de cohonestaciòn y legitimación de comisión de delitos de lesa patria.

¡Claro! A cambio de su elocuente silencio cómplice la tiranía lo recompensa con el Premio Nacional de Periodismo y le coloca medallas en el pecho. También el gomecismo y el perezjimenismo tuvo sus tinterillos y fablistanes a sueldo; solo que aquellos no eran curas ni sacerdotes. Del mismo modo el camino que conduce al infierno está preñado de buenas intenciones. En las antípodas del padre Numa está ese paladín de la libertad y la democracia que logró zafarse de las tenebrosas garras cívico-militares del Moloch estatocrático llamado José Palmar, no sin antes llevarse las innobles huellas de la golpiza y la tortura propinadas por las hordas de “la canaille rouge” en su digna humanidad de ejemplar ciudadano demócrata a carta cabal.