El final de la temporada cuatro de Stranger Things nos voló la cabeza, con dos películas como episodios de cierre. Los capítulos “Papa” y “The Piggyback” cerraron la saga, por los momentos, entre sorpresas, decepciones, teorías e instantes para la memoria de lo mejor de la televisión del año. Nueve temas llamaron nuestra atención y los desglosamos para ustedes.
1) La bestialidad de los hermanos Duffer
La conclusión nos dejó en claro la destreza técnica y conceptual de los hermanos Duffer, creadores de la serie, para acometer un final épico al estilo de Harry Potter y El Señor de los Anillos, dos de sus fuentes de inspiración. La lista de secuencias de antología de la clausura de la temporada cuatro incluye el concierto de “Master of Puppets” en el Upsidedown, las luchas mentales y telekinésicas entre Eleven y Vecna, la decapitación del Demogorgon a cargo de Hooper a punta de espada de Conan el Bárbaro, las revelaciones de los chicos y las set pieces, cortesía de la casa productora. Un despliegue de medios para refrendar la vigencia de Netflix, en medio de una de sus etapas más adversas en la historia. Los Duffer, aseguran los críticos, han mostrado sus capacidades al máximo, afirmando su arte replicante, deliberadamente inocente y pop. La pregunta es: ¿tanto alarde no esconde algún complejo de grandeza y una visión nostálgica, que linda con el conservadurismo formal en plan de servicio a los fanáticos, quienes gustosamente verifican sus datos? De pronto ellos fijan posición en la industria, como unos realizadores a la altura de cualquier episodio final de GOT. Sin embargo, nos quedan dudas acerca de su identidad y de su originalidad expresiva, al margen de los clichés y estereotipos que exponen con total dominio y conocimiento de causa.
2) Las muertes
Las mitologías vinculadas al monomito del “viaje del héroe”, tienden a revisar y honrar un tropo clásico, un tópico del manual del melodrama, como lo es la muerte de un personaje importante. En la temporada cuatro, el sacrificio de Eddie, el rockero noble, capaz sea el pico y la cima en cuanto a impacto emotivo, de cara a la audiencia. Muere en su ley, buscando redención, después de tocar con su guitarra un concierto en el infierno de Vecna. Se cuestionará la arbitrariedad de semejante guiño. En cualquier caso, apuesta por brindar consistencia a la imaginería surrealista y metalera que los creadores han planificado en la temporada cuatro, a modo de video clip noventoso de Metallica, en tributo a Enter Sandman, por ejemplo. También destacar la traumática muerte de “Papa” en el penúltimo episodio, permitiendo la evolución del conflicto edipíco de Eleven, quien debe romper el cordón umbilical con su padre castrador, para abrazar a su primogénito empático y cariñoso. Lo interesante es que los Duffers humanizan a ambos arquetipos paternales, exponiéndolos como víctimas de sus circunstancias, no como seres de una sola pieza. Por eso conmueve la muerte de “Papa”. Otras muertes quedarán en suspenso, incluso provocarán regresos algo forzados, en una concesión con el público. La serie teme descartar a sus fichas doradas, amadas por los fans, a las cuales salva y rescata siempre de las garras del mal.
3) Problemas de guion
En efecto, las fallas del libreto abundan, son notorias y significan un lastre para la producción. A los inverosímiles giros de último minuto, sumemos el pobre y maniqueo diseño de los villanos y monstruos, el postín inútil de Vecna que es como un Sheltox que marea con el jarabe de lengua pero que no puede aniquilar a sus principales víctimas, la imposible misión de la Unión Soviética siempre al borde de una caricatura de Rambo en la era de Reagan contra los rusos de manual, las redundancias y los insoportables estiramientos de las crisis, en algo que pudo resumirse y terminar antes de no ser por la idea de complacer al Vecna que quiere mantenernos atados a su algoritmo de Upsidedown, a fin de especular con la big data. Es el negocio de una atención, que se prolonga a costa de la credibilidad en el oficio de la escritura de los plots. El guion, tranquilamente, lo pudo haber redactado un programa diseñado por un Papa de laboratorio, que desea alienar a los chicos en su habitación del pánico con colores chillones y nostálgicos.
4) Aciertos conceptuales
A su vez, hemos sido conmovidos por el crecimiento de tramas y personajes. Los que antes eran insoportables, por arrogantes, se volvieron más cercanos y maduros, en su reflexión autocrítica. Los chicos aprenden lecciones importantes y las ventilan como en las grandes producciones del cine de J.J Abrahams (Súper 8) y Rob Reiner (Cuenta conmigo). Aparte, se trabaja en la influencia de Stephen King, perfilando un reparto coral que nos invita a meditar en los mecanismos del terror suburbano, como metáfora de una Norteamérica que asiste al declive de su sueño, proyectando la instalación de un escenario apocalíptico de pesadilla, que no parece tener solución, generándose desde lo interno a lo externo. Aparentemente binaria y condescendiente con los argumentos polarizantes del poder, Stranger Things 4 se me antoja más subversiva de lo que luce, al traficar disenso y descontento social ante las instituciones que nos reprimen: los estados, los militares y los fallidos experimentos nazis de los científicos. Una manera, claro, de elaborar nuestra paranoia y nuestro miedo legítimo hacia los grupos que secretamente manejan los hilos, como Master of Puppets. Stranger Things se la juega por sus chicos nerds y díscolos, a pesar de sus rollos y defectos, en oposición a un mundo de adultos corrompidos, conformistas o inducidos a la pasividad narcótica.
5) Una oda a la proactividad y la resiliencia
En tal sentido, independientemente de la edad, Stranger Things 4 celebra a los humanos que deciden romper con su zona de confort, retarse así mismos y enfrentar a sus demonios, con las armas que tengan al alcance. Si la cuarta es una metáfora de nuestro tiempo, el mensaje en clave que se envía es que los contagios virales y las energías tóxicas no se combaten desde un sillón sentado en la casa, sino echando a un lado nuestras diferencias sociales, para confrontar al enemigo común. Así, los mayores que se unen a la causa también ganan en libertad, en la libertad que brindan las acciones que se planifican como estrategias conjuntas, que nos devuelven la alegría de ser niños que juegan, aprendiendo a resolver grandes problemas, enigmas y conspiraciones. En un mundo de peligros, Stranger Things nos invita a no adaptarnos, a no conformamos con la incertidumbre y el estado de caos. Como en Tolkien, los hobbits de Stranger se rebelan ante los orcos y resisten a la imposición de un régimen de sombras.
6) Imágenes de la memoria
La formación intelectual de los Duffer es la de amantes del cine y de la edad dorada de la televisión. Por eso sus relaciones con el nuevo Hollywood, con la generación de Coppola, Spielberg, Lucas, Lynch, Craven, Carpenter y Kubrick. La cuarta temporada amalgama una tradición de puzzle posmoderno, de citas y guiños, pero también desea recibir el título de clásico automático de la cultura de masas. A tal efecto, la serie nos propone verdaderos paisajes pictóricos que inspiran y emocionan, que inscriben su aura en la historia. Las caminatas en pantalla negra restauran las cajas oscuras de Under The Skin, redimensionando una sobriedad minimalista que se agradece en televisión. Los primeros planos de Max, los alaridos de Dustin, las laceraciones corporales de Hooper, pertenecen al panteón de íconos que nos lega Stranger Things por derecho propio. Incluso, el diseño viscoso y tentacular de Vecna supone un atributo, por su mezcla de CGI con el arte analógico de maquillaje. Ni qué decir de la actuación de Millie Bobby Brown, que merece un Emmy por comprometerse con un papel, hasta hacerlo suyo e imprimirse en nuestro cerebro.
7) Deslices, traiciones y decepciones
Por igual, esperamos más de un personaje como Will en la temporada cuatro, al que los Duffers han abandonado y estancando como cliché melancólico de niño enclosetado y reprimido. Tampoco se atrevieron a sacarlo del armario en la temporada, para evitar un backlash homofóbico como con Lightyear. Ocurre que la solución más lógica que tiene el personaje es terminar de declararse gay, sin que ello suponga tema o trauma. No obstante, los Duffers confirman con él que les da temor tocar ciertos asuntos en la serie, como el sexo que es el gran tabú, a diferencia de Euphoria. Aquí la serie vuelve a ceder al chantaje de un Vecna ochentoso, de rearme moral conservador, que se explaya con la violencia, ocultando su puritanismo y autocensura. Al respecto, véase el desenlace tímido del drama de Robin, o la tensión suspendida de Eleven con Max. Ahí reside el costado más inofensivo de la serie.
8) Viva el humor
Eduardo Franco, actor chicano, la rompe en ST4. Cada aparición suya refresca la pantalla con genuina comicidad de un actor que llegará muy lejos, gracias a su espontaneidad y su carisma. Verlo en plan fumeta, descomprimiendo el drama, nos divierte y nos conecta con el desparpajo de un adolescente que goza de la vida, haciendo pizzas y disfrutando de la aventura que dota la amistad. Argyle y Eddie son dos de los secretos de la serie en su temporada cuatro.
9) El curso de Vecna
Una serie es su villano. Vecna logra permanecer en nuestro inconsciente, por su impacto estético y narrativo, aunque peque de reiterativo e impreciso. De cualquier modo, su conflicto sigue abierto, así como otros que esperan su resolución en la temporada cinco, que estoy seguro que dividirá a la audiencia, como el final de GOT. Es difícil complacer a todos, y Stranger tendrá que tomar duras decisiones, dado que no podrá seguir prolongando su definición, por más tiempo. No al menos dentro de la etapa con los actores que acompañamos desde la primera temporada. Tengo varias teorías sobre el curso de Vecna. Pero me las reservo para otra ocasión.
Por lo pronto, la cuarta temporada me ha dado suficiente material, para conversar con ustedes, que es lo más sabroso que existe.
Comunicarnos a distancia en función de una afinidad electiva.