Todos los países del mundo han estado sometidos al vaivén económico generado por el aumento de los aranceles impuestos a productos importados por el gobierno de Estados Unidos. Estos incrementos, aplicados con distintos porcentajes según lo anunciado por ese gobierno, lo considera justo, en relación con los desequilibrios existentes entre lo que exporta e importa de cada país, lo cual ha creado un clima de confrontación o «guerra comercial» que amenaza la necesaria armonía económica en los mercados internacionales.
Algunos analistas sostienen que esta situación, más allá de representar un obstáculo, puede abrir nuevas oportunidades para los países que diseñen estrategias adecuadas. Aquellos que logren combinar inteligentemente sus riquezas naturales con sus ventajas comparativas y competitivas podrían estar en mejor posición para enfrentar los retos que afectan a las distintas economías del mundo.
Lo que también resulta evidente es que el modelo económico aplicado históricamente por los países más industrializados, basado en la adquisición de materia prima, su procesamiento mediante equipos modernos y altamente productivos, y su comercialización como productos terminados, se verá afectado por estas nuevas medidas arancelarias. Tales medidas buscan proteger la producción nacional de los países importadores, afectando a quienes tradicionalmente han mantenido balanzas comerciales altamente positivas a través de sus exportaciones.
Aunque algunas de estas decisiones arancelarias han sido diferidas temporalmente, todo indica que estas políticas se sostendrán en el tiempo, quizás aplicadas de manera más pausada, pero constantes.
Para los países con abundantes recursos naturales, esta coyuntura económica global representa tanto un desafío como una gran oportunidad. Aprovechar este contexto incierto dependerá de su capacidad para adaptarse y convertir sus potencialidades en verdaderos motores de desarrollo.
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