El gobierno del socialista Pedro Sánchez no ha querido involucrarse de manera activa en una de las más importantes gestas que se libran en Iberoamérica: el fin de la dictadura imperante en Venezuela. Sin embargo, lo que ocurre en la Madre Patria es susceptible de afectar el sentido de la deriva que lleva nuestro país. No se trata de que la Unión Europea percibe a Latinoamérica con ojos españoles. Aunque ello se repite sin cesar, el asunto es bastante más complejo que esa aseveración simplista
Una buena sacudida de mata ocurrió a nivel gubernamental el pasado fin de semana. El agotamiento de la figura del presidente del gobierno, la pérdida de las elecciones en la comunidad madrileña y el abordaje poco eficiente de la pandemia han lesionado seriamente al gobierno del PSOE, en el momento en que debería estarse iniciando la recuperación económica, y cómo no decirlo, cuando ya se habla de una moción de censura a la cabeza de la Moncloa.
En apariencia, quien salió vencedor en términos políticos internos de la sacudida del gobierno español fue Podemos. El gobierno de Pedro Sánchez estaba haciendo agua por más de un agujero y había que detener el deterioro ante la opinión española. Salió vencedor Podemos porque dio una demostración de fortaleza, aunque ella no va a ser duradera. Los podemitas se le plantaron firme y dijeron que no a Pedro Sánchez ante su posición adelantada de querer reducir el número de ministerios, y al final fue una seguidora de Pablo Iglesias –Yolanda Díaz– quien se alzó con la primera vicepresidencia, desplazando a un alfil de mucho calibre en el gobierno: Carmen Calvo. La cuota de poder de Unidas Podemos se encuentra ahora en manos de esta funcionaria hábil y fácil de trato que no conseguirá, sin embargo, sacar al burro de la barranca, pues Podemos está bastante peor que el PSOE, demasiado diezmado y desprestigiado. Sí queda claro la intocabilidad del partido y lo mucho que Sánchez depende del soporte de los morados para seguir en el poder: allí siguen estando sentados en el gabinete todos sus cinco ministros sin que la afeitadora de Sánchez haya podido sustituir a ni uno de ellos.
El retorno venezolano a la democracia no estará entre los temas prioritarios del gobierno rejuvenecido que acaba de instalarse; pero sin duda que, por ejemplo, la partida de José Luis Ábalos, el amigo de Delcy y defensor de Plus Ultra, hará las cosas alguito más sencillas para el gobierno de Juan Guaidó . Ni hablar de cómo la separación del “Coletas” de los asuntos gubernamentales desinflará el apoyo español a Maduro, que éste deseaba instaurar a troche y moche. El mundo libre rechaza las actuaciones totalitarias de la revolución bolivariana, su connivencia con el terrorismo y el narcotráfico, la corrupción instalada a sus anchas en el gobierno y en el estrato militar. Para los ideólogos y políticos socialistas este engendro venezolano es una rémora que les causa más dolores de cabezas y desapego que otra cosa.
En el terreno de lo que nos interesa a los venezolanos, alguien que no quebraba una sola lanza a favor de la institucionalidad en nuestro país, la canciller Arancha González Laya, se va del gabinete con una pesada carga de incapacidad a cuestas: quien había sido una buena tecnócrata en órganos internacionales demostró, con el episodio marroquí, lo difícil que es tener entre las manos la política exterior de un país y puso de relieve que se puede improvisar en muchos terrenos mas no así en el de la diplomacia. España ganará mucho con el advenimiento de un sucesor con vasta experiencia en las lides internacionales por haber manejado estos delicados temas desde la propia Moncloa. No le tocarán temas sencillos a José Manuel Albares porque deberá esforzarse en revertir el daño hecho a Marruecos, un socio de mucha importancia para España, y tratar de recomponer las debilitadas relaciones con Estados Unidos. En este terreno, Washington se encargará de hacer saber a quien ha sido un buen conocedor de la causa prodemocrática venezolana –el nuevo ministro de Exteriores– las ventajas para España de involucrarse proactivamente en devolverle las libertades y el respeto de las leyes e instituciones a Venezuela, además de promover su despegue económico. Se sabe de Albares que es un individuo de la alta estima y de la confianza de la jefatura del gobierno y de los pocos en poder hablarle a Sánchez al oído.
¿Un acercamiento español a la oposición venezolana que sea más orientado a promover un rumbo político beneficioso redundará en un cambio de posición de la Unión Europea en torno a la solución a nuestra crisis política y humanitaria? No, pero aportará elementos de juicio importantes para el proceso de negociación que se avecina.
Así las cosas, algo se moverá a nuestro favor en los predios políticos españoles. Y es preciso anotar que con quien sí contamos de manera proactiva es con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, llamada ella a tener un papel muy protagónico en el período que separa a su país de las elecciones generales a inicios del año 2023.
Estemos claros: todo indica que los días de Sánchez y los de sus socios de coalición están contados, aunque en el organigrama se haya producido un cambio de nombres. Hay cansancio en el país, más allá del manejo inadecuado de la pandemia. España atraviesa una importante crisis de debilidad económica y el estilo de gobierno actual lo que ha provocado es el agotamiento de las esperanzas de los ciudadanos en que la situación pueda cambiar. Más de la mitad de los españoles no lo quiere y otro tercio desconfía de él. Eso es lo que vienen demostrando las encuestas en una tendencia de apariencia irreversible.
El sello económico que se traduce en un equipo diferente y una nueva estrategia para manejar a España está llegando tarde.
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