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¿Nuevamente revive el peligro del racismo?

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La diversidad racial es nuestra gran ventaja aunque la discriminación aún nos divide, perjudica y es la que provoca el peligro de extinción.

La igualdad de los seres humanos es vital para la humanidad 

En los últimos años, hemos sido testigos de un preocupante resurgimiento de voces racistas y de discriminación en distintas partes del mundo incluyendo países europeos así como en los Estados Unidos. Esta amenaza, que muchos creían relegado al pasado, ha cobrado fuerza, alimentado por un entorno de polarización política, crisis económicas, y la rápida difusión de ideas extremistas a través de las redes sociales muchas veces erróneamente definidos como bullying.

El racismo y la discriminación no son solo problemas morales, sino que también representan un peligro tangible para el desarrollo social y económico. Sociedades que permiten que estas ideologías florezcan corren el riesgo de fragmentarse, debilitando el tejido social que es esencial para la cooperación y el progreso. La historia ha demostrado que cuando los prejuicios se institucionalizan, las comunidades se desintegran, las economías sufren y el odio y la violencia al prójimo se incrementa . Así ocurrió en la Alemania Nazi.

En los Estados Unidos, el impacto del racismo es particularmente insidioso, dado que el país se construyó sobre la promesa de igualdad y libertad para todos. Las voces racistas que se renuevan siembran divisiones que pueden llevar a conflictos más profundos. Ya ocurrió en la guerra civil.

A nivel global, la situación no es diferente. La discriminación racial y étnica sigue siendo una barrera para la paz y la cooperación internacional. En un mundo cada vez más interconectado, donde las economías y las sociedades dependen unas de otras, la discriminación es un obstáculo significativo para el desarrollo sostenible. Las naciones que no abordan este apartamiento corren el riesgo de quedar rezagadas en un mundo que debe avanzar hacia una mayor integración y diversidad.

Debemos entender que el resurgimiento de estas voces no ocurre en un vacío, sino que está vinculado a miedos y ansiedades sobre el cambio y la incertidumbre. No obstante, es precisamente en momentos de transformaciones que debemos reafirmar nuestro compromiso con los valores de igualdad y cero discriminación. La diversidad, por el contrario, es una fuente de riqueza cultural y económica. Ignorar este hecho y permitir que las voces del odio dominen la conversación es retroceder en lugar de avanzar.

El peligro es real

Si permitimos que resurja otra vez el racismo y que la segregación vuelva a arraigarse, corremos el riesgo de socavar décadas de progreso en derechos civiles y humanos. Esto no solo afectará a las minorías, sino que debilitará a toda la humanidad, impidiéndonos alcanzar el potencial de una sociedad verdaderamente justa y equitativa. Por ello, tanto líderes como ciudadanos, actuemos con firmeza para contrarrestar estas ideologías, promoviendo en su lugar un mensaje de inclusión, respeto y paz. Solo así podremos asegurar un futuro en el que todos tengan la oportunidad de prosperar en armonía y bienestar. Naciones unidas destaca que las desigualdades se destacan como una amenaza clave para la paz mundial.

Igualdad y colectividad social 

La igualdad también promueve la cohesión social y la concordia en la comunidad. Cuando las personas sienten que son tratadas con equidad, es más probable que desarrollen un sentido de pertenencia y compromiso con la sociedad en la que viven. Este valor fomenta la confianza entre los individuos y reduce los conflictos sociales, creando un ambiente adecuado para la cooperación y el trabajo en equipo. Esto, a su vez, contribuye a una mayor estabilidad emocional y psicológica de todos.

Igualdad y desarrollo personal

La igualdad desempeña un papel primordial en el desarrollo personal de las personas. Cuando todos tienen las mismas oportunidades, consiguen alcanzar su máximo potencial y desarrollar sus habilidades y talentos. Se eliminan barreras que limitan el crecimiento personal, como la baja autoestima por la discriminación y la exclusión. Las personas se sienten capaces, con autoridad y motivadas para perseguir sus objetivos, lo que, a su vez, aumenta su autoestima, autoeficacia y felicidad. A través del respeto mutuo y la eliminación de las desigualdades, podemos crear un mundo donde cada persona tenga la oportunidad de florecer y contribuir de manera productiva y auténtica. 

La desigualdad de los seres humanos conlleva genocidios

La alternativa, en contrario a la igualdad, es la desigualdad, que se manifiesta de diversas formas, incluyendo discriminación, segregación y opresión. La historia de la humanidad lamentablemente está marcada por hechos impactantes de racismo que han resultado en crímenes de lesa humanidad y genocidios. Destacamos algunos:

La guerra de los Balcanes, que devastó esa región en la última década del siglo XX, es un trágico caso de cómo los odios raciales, étnicos y religiosos pueden desencadenar conflictos de una violencia inimaginable. Esta conflagración, arraigada en siglos de tensiones entre diferentes etnias, estalló en una serie de guerras que dejaron a su paso destrucción, genocidio y profundas cicatrices sociales. Periodistas e investigadores de derechos humanos habían reconstruido la espeluznante historia basándose en los relatos de los pocos que sobrevivieron. Las principales nacionalidades involucradas fueron los serbios, que constituían el grupo mayoritario en Yugoslavia, los croatas que lucharon por su independencia, y también estuvieron involucrados en el conflicto en Bosnia y Herzegovina, donde había una significativa población croata. Este escenario se convirtió en un campo de batalla durante la guerra, con tres pueblos principales enfrentados: bosnios, musulmanes, serbios y croatas. También estuvieron involucrados Eslovenia, Montenegro, Kosovo y Macedonia del Norte. La guerra de los Balcanes nos recuerda el inmenso peligro que representan los prejuicios y la intolerancia cuando se utilizan como herramientas de poder, mostrando cómo el odio racial puede llevar a la desintegración de sociedades enteras y a una pérdida incalculable de vidas y de bienestar.

El régimen nazi liderado por Adolf Hitler (1933-1945), implementó un sistema de discriminación y persecución de grupos considerados “indeseables”, principalmente judíos, pero también gitanos, personas con discapacidades y otros. Esta segregación culminó en el Holocausto, donde millones de personas fueron asesinadas en campos de concentración y exterminio debido a su origen étnico y religión. En la II Guerra Mundial provocada por los nazis se estima que murieron de 70 a 85 millones de personas entre civiles y militares. Fue uno de los episodios más atroces de desigualdad y persecución en la historia contemporánea. 

El apartheid, en Suráfrica (1948-1994), fue un sistema de segregación racial institucionalizado, que mantuvo a la población de origen africano en condiciones de opresión y desigualdad extrema en comparación con la población de origen europeo. Esta política de discriminación racial dio lugar a décadas de injusticia y violencia. 

La masacre de Ruanda (1994) fue uno de los genocidios más devastadores del siglo XX. La rivalidad histórica entre los grupos étnicos “hutu” y “tutsi”, exacerbada por la discriminación y la incitación al odio, llevó a la muerte de aproximadamente un millón de seres humanos. 

El genocidio en Camboya (1975-1979) fue perpetrado durante el régimen de los jemeres rojos, bajo el liderazgo de Pol Pot, y resultó en la muerte de aproximadamente dos millones de ciudadanos. La población fue sometida a condiciones de trabajo forzado, tortura y asesinato masivo debido a su afiliación política, educación o creencias religiosas.

El conflicto en el Medio Oriente, particularmente entre Israel y organizaciones terroristas de origen étnico y religioso, está profundamente arraigado en siglos de disputas históricas, territoriales y religiosas. Al igual que en otros conflictos, como los de los Balcanes o las tensiones raciales en América y Europa, este enfrentamiento se alimenta de una combinación de odios ancestrales, discriminación y luchas por el poder. Las identidades étnicas y religiosas se han convertido en banderas —que falazmente— se usan para legitimar actos de violencia y terror, exacerbando las divisiones y dificultando cualquier intento de reconciliación. Este ciclo de odio perpetuo refleja cómo los prejuicios y la intolerancia, cuando no se abordan, pueden dar lugar a conflictos prolongados que afectan no solo a las partes directamente involucradas, sino también a la estabilidad y la paz global. En un contexto donde el racismo y la discriminación resurgen en diferentes partes del mundo, el conflicto entre Israel y estas organizaciones extremistas es un trágico recordatorio de los peligros que se dan cuando se el odio y la desconfianza dominan las relaciones humanas.

La tragedia de los nativos americanos

La historia de los nativos en América del Norte abarca siglos de discriminación, desplazamiento forzado y opresión a manos de colonizadores europeos. La conquista de tierras y la marginación cultural y social han resultado en una desigualdad continua para las comunidades nativas americanas. Su historia está marcada por una serie de eventos y políticas que llevaron a la pérdida de vidas. La colonización europea y la expansión hacia el oeste, en América del Norte, suscitó numerosos conflictos armados entre los colonos europeos y las tribus nativas. Estos confrontaciones llevaron a la pérdida de vidas en ambas partes, pero las bajas que sufrieron las tribus nativas fueron desproporcionadas. A medida que los colonos europeos se expandían, estos grupos humanos fueron desplazados de sus tierras ancestrales. 

La conquista de América por España

La discriminación y el apartheid comenzó en el siglo XVI con la llegada de los españoles y trajo consigo una serie de impactos devastadores para las poblaciones indígenas de México, Centro y Sudamérica. La presencia de los conquistadores llevó a la pérdida masiva de vidas indígenas debido a enfermedades europeas previamente desconocidas, como la viruela, el sarampión y la gripe, para las que las poblaciones indígenas no tenían inmunidad. Millones de personas fallecieron debido a estas epidemias, lo que provocó la disminución de la población indígena en gran parte de América. 

Se establecieron sistemas de trabajo forzado, como la encomienda y la mita, que obligaron a los indígenas a sufrir esa carga en condiciones de explotación en las minas y en las plantaciones. Asimismo, se mantuvo durante siglos un sistema social de división de castas. Todo ello resultó en la degradación de las condiciones de vida de las poblaciones indígenas y en la pérdida de culturas, creencias religiosas y formas de vida tradicionales para muchas de estas poblaciones autóctonas. 

Durante la época colonial en Caracas, Venezuela, existió un sistema de castas sociales que organizaba a la población según su origen racial, reflejando la jerarquía social impuesta por la colonia española. Este sistema establecía un orden rígido donde los «peninsulares» (españoles nacidos en Europa) y los «criollos» (españoles nacidos en América) ocupaban los niveles más altos, mientras que las castas formadas por mezclas raciales, como los indios, negro, mulato, pardo, moreno, mestizo, prieto, morisco, zambo, lobo y los «salto atrás» (resultado de mezclas más complejas entre indígenas, africanos y europeos), ocupaban posiciones inferiores.

Estas castas no solo definían el estatus social, sino que también determinaban el acceso a derechos, privilegios y oportunidades económicas. Los mestizos y otras castas, a menudo, se enfrentaban a la discriminación y la marginalización, quedando relegados a trabajos manuales y limitados en su participación en la vida pública y religiosa. Este sistema reflejaba y perpetuaba las profundas divisiones raciales y sociales de la época, cuyas consecuencias todavía resuenan en la sociedad venezolana actual.

La esclavitud

Igualmente, la esclavitud en América y Europa dejó cicatrices profundas que perduran hasta el presente, alimentando tensiones raciales que reaparecen peligrosamente en la actualidad. Durante siglos, millones de africanos fueron brutalmente arrancados de sus hogares y explotados en un sistema que deshumanizaba y marginaba a generaciones enteras. Este legado de opresión y desigualdad se ha transmitido a lo largo del tiempo, y en el contexto del actual racismo, vemos cómo antiguos prejuicios y estereotipos raciales vuelven a aflorar, amenazando con reavivar divisiones que deberían haberse zanjado hace mucho tiempo. Es un recordatorio sombrío de que la lucha por la justicia racial no ha terminado.

Consecuencias de la segregación

Estos hechos históricos dolorosos subrayan la importancia de la igualdad y la necesidad de prevenir la discriminación y la desigualdad sistemáticas en todas las sociedades. La historia nos enseña que el racismo tiene consecuencias devastadoras para la humanidad y que la promoción de la igualdad y el respeto por las culturas y por los derechos humanos son fundamentales para evitar tragedias similares en el futuro. 

La pregunta clave: ¿Por qué somos iguales y diferentes al mismo tiempo?

Propuesta por Charles Darwin en el siglo XIX, la teoría de la evolución proporcionó una base sólida para comprender cómo los seres humanos, junto con todas las formas de vida en la Tierra, compartimos un ancestro común. El problema es cuál es la respuesta que le asignamos a la pregunta de por qué si todos los humanos comparten un origen común, ¿cómo se explica la existencia de distintas razas? Las respuestas de algunos han causado los grandes genocidios de la humanidad.

¿Por qué somos diferentes?

La explicación para la diversidad racial entre los seres humanos es la adaptación y evolución al entorno. Durante decenas de miles de años, a medida que los grupos prehistóricos se dispersaron por todo el mundo, se encontraron con una amplia variedad de condiciones ambientales, como el clima, la dieta y las enfermedades. Durante milenios, las poblaciones humanas desarrollaron características físicas y genéticas específicas para sobrevivir y prosperar en sus respectivos entornos. Una de ellas es que la humanidad nació en África y luego es que aparece la pigmentación más clara de la piel, que se adaptó para protegerse de la radiación ultravioleta en áreas con altos niveles de luz solar cuando los primeros humanos subieron a Europa. Estas evoluciones se propagan en una población si confieren una ventaja adaptativa. Con el tiempo, estas metamorfosis dan lugar a diferencias notables en la tonalidad de la piel entre las poblaciones humanas. 

Otro de los factores ambientales más influyentes en la diversidad racial ha sido el clima. Las poblaciones que se establecieron en regiones con climas fríos y templados, como Europa del Norte y Asia Central, a menudo desarrollaron características físicas que les permitían lidiar con bajas temperaturas. Esto incluye la evolución de la piel más clara para lograr la síntesis de vitamina D en entornos con menos luz solar. Por otro lado, en regiones más cálidas y soleadas, como África subsahariana, los seres humanos desarrollaron una mayor pigmentación de la piel para protegerse contra los daños causados por la radiación solar. 

El pliegue epicántico es un doblez de piel que cubre el ángulo interno del ojo, lo que puede hacer que parezca que los ojos están más cerrados en comparación con algunas poblaciones de otras regiones del mundo. Este rasgo se encuentra con mayor frecuencia en poblaciones asiáticas, y en otras poblaciones en menor medida. Esta característica puede haber sido influenciada por factores como la protección contra la exposición al viento, la nieve y la luz solar intensa en ciertas regiones de Asia, así como la adaptación a otras condiciones ambientales locales. La variabilidad genética y la diversidad en la apariencia facial son características comunes en todas las poblaciones humanas. 

Durante las glaciaciones, los seres humanos se expandieron hacia regiones más cálidas cuando los glaciares avanzaban y se retiraban. Esto condujo a la adaptación a entornos climáticos diversos. También el intercambio genético durante la historia ha contribuido a la mezcla de características de diferentes poblaciones humanas. 

Un aspecto que no podemos dejar de mencionar es la disponibilidad de alimentos y recursos, que también desempeñó un rol destacado en la diversidad humana. Las poblaciones que dependían de la caza y la recolección en entornos boscosos desarrollaron habilidades de caza y recolección específicas, así como una comprensión profunda de la flora y la fauna local. 

Por otro lado, las poblaciones que vivían en regiones costeras dependían de la pesca y tenían una dieta rica en pescado y mariscos. Estas diferencias en la dieta no solo afectaron la fisiología, como el tipo de dentición y el sistema digestivo, sino que también influyeron en el desarrollo de tecnologías y herramientas específicas para la obtención de alimentos, lo que contribuyó a las diferencias culturales y raciales. 

Las poblaciones humanas también desarrollaron resistencia a enfermedades específicas que eran comunes en sus respectivos entornos. Las poblaciones que vivían en regiones donde la malaria era endémica desarrollaron resistencia genética a esta enfermedad. La diversidad racial en los seres humanos es un fenómeno que puede explicarse en términos evolutivos, genéticos y culturales. Una palabra clave para entender esta variedad de las personas es la adaptabilidad del ser humano. 

La igualdad entre seres humanos

Uno de los pilares fundamentales de la igualdad es la promoción del bienestar de la humanidad. La desigualdad, ya sea en términos de oportunidades, acceso a recursos o trato injusto, genera estrés, ansiedad y depresión en las personas. La sensación de ser tratadas con discriminación afecta negativamente a todos a lo largo de su vida, tanto en su autoestima como en su salud. En contraste, una sociedad que valora y practica la igualdad tiende a crear un ambiente donde las personas se sienten respetadas, valoradas y aceptadas, lo que contribuye a una plena existencia. 

Unidad en la diversidad humana

La diversidad humana es una realidad innegable y asombrosa. Los seres humanos nos hemos dispersado por todo el orbe, adaptándonos a una variedad de entornos y condiciones climáticas, y desarrollando una multiplicidad de culturas, lenguajes y características físicas. Si bien estas diferencias son evidentes a simple vista, es fundamental recordar que, bajo esta superficie, los seres humanos comparten una profunda similitud: Todos somos miembros de una única especie: Homo sapiens. Esta pluralidad nos enriquece porque, en lugar de ser una razón para la discordia, debería celebrarse como una fuente de beneficio. La variabilidad en nuestras culturas, experiencias y perspectivas nos brinda la oportunidad de aprender unos de otros, expandir nuestros horizontes y promover la creatividad y la innovación. Además de que también es vital para la supervivencia de nuestra especie. A pesar de las diferencias externas en color de piel, rasgos faciales, creencias, idioma o religión, todos los seres humanos compartimos una igualdad fundamental, que se basa en nuestra biología, en nuestra capacidad de pensar, sentir y experimentar emociones, y en la habilidad de formar sociedades cohesionadas. 

En un nivel más profundo, compartimos un conjunto común de valores y aspiraciones, como la búsqueda de la felicidad, el deseo de seguridad y la necesidad de amor y de pertenencia. La discriminación, ya sea basada en la raza, el género, la orientación sexual, la religión u otras características individuales, es un obstáculo para la igualdad y la justicia, ya que perpetúa estereotipos dañinos, promueve la exclusión y la marginación, y socava el potencial humano. 

Países que practican la no discriminación

Algunas naciones ya se empeñan en ser multiculturales y pluriraciales:

Canadá es reconocida mundialmente por su política oficial de multiculturalismo, adoptada en 1971. Este país valora y promueve la diversidad cultural, permitiendo a los inmigrantes mantener sus identidades particulares mientras se integran en la sociedad canadiense. El gobierno apoya activamente programas que celebran y preservan las culturas de las comunidades minoritarias, viendo la diversidad como una fortaleza.

Australia es otro país con una fuerte política de multiculturalismo. Desde la abolición de la política de «Australia Blanca» en los años 70, el país ha adoptado un gobierno de inclusión que reconoce y promueve la diversidad de su población, que incluye personas de más de más de cien países. Australia practica la convivencia pacífica entre diversas culturas, garantizando igualdad de oportunidades y derechos para todos los ciudadanos. Australia, desde entonces, se ha desarrollado de manera notable social y económicamente.

Malasia es un país multicultural por naturaleza, con una población compuesta por malayos, chinos, indios y comunidades indígenas. El país ha implementado políticas que reconocen y promueven esta diversidad étnica, aunque también enfrenta desafíos en cuanto a la equidad y la integración. El concepto de multiculturalismo está institucionalizado en su constitución, donde se reconoce la posición especial de los malayos y otras comunidades indígenas, mientras se respetan los derechos de otros grupos étnicos. Aunque existen tensiones étnicas ocasionales, Malasia se esfuerza por mantener la armonía entre sus diversos grupos a través de políticas educativas y programas que promueven la cohesión social.

Suecia es conocida por su enfoque progresista hacia la inmigración y el multiculturalismo, especialmente desde la segunda mitad del siglo XX. El país ha recibido a un gran número de inmigrantes y refugiados de diversas partes del mundo, y ha desarrollado políticas de integración que buscan promover la igualdad de oportunidades, la no discriminación y la cohesión social. Sin embargo, en los últimos años, el país ha enfrentado debates y desafíos respecto a la integración, especialmente con el aumento de movimientos políticos que cuestionan las políticas migratorias.

Alemania, históricamente, no se consideraba un país de inmigración, pero esto cambió significativamente a partir de la posguerra con la llegada de trabajadores invitados «Gastarbeiter«, principalmente de Turquía, Italia y otros países del sur de Europa. En las últimas décadas, Alemania ha adoptado un enfoque más multicultural, especialmente después de la reunificación y con la llegada de refugiados y migrantes de Oriente Medio, África y otras regiones. Aunque Alemania ha implementado políticas para promover la integración, incluyendo programas de aprendizaje del idioma y educación cívica, también enfrenta retos significativos en cuanto a la integración y la aceptación de su diversidad creciente. Los debates sobre el multiculturalismo en Alemania reflejan tensiones entre su legado cultural y la necesidad de adaptarse a una población más diversa.

En América Latina en general las leyes promueven la diversidad étnica y cultural, resultado de siglos de inmigración de África, Europa, Asia y Oriente Medio, además de sus raíces indígenas. Se siente menos la discriminación racial, pero la mayoría de los países de la región enfrentan problemas en términos de desigualdad social, a la vez que promueven la idea de ser una sociedad mestiza donde diferentes culturas coexisten. No obstante, la discriminación social, y económica es relevante en buena parte de Latinoamérica, así como la segregación política. 

Diversas encuestas internacionales, como las realizadas por el Latinobarómetro, han señalado que los uruguayos perciben niveles relativamente bajos de discriminación en comparación con otros países de la región.

Los Estados Unidos se han visto históricamente como un «crisol de culturas,» incluso se hablaba del “melting pot” comúnmente asociado con Estados Unidos, especialmente durante el siglo XIX y principios del XX, cuando el país recibió grandes oleadas de inmigrantes de Europa, Asia y otras partes del mundo. La idea era que todos estos inmigrantes se integrarían y adoptarían una identidad estadounidense común, mezclando sus diversas tradiciones culturales en una única identidad nacional con una población diversa compuesta por inmigrantes de todo el mundo. Hoy en día, la idea del «melting pot» sigue siendo relevante, pero ha sido complementada por conceptos de multiculturalismo e inclusión, que valoran la diversidad cultural y promueven la idea de que las identidades individuales pueden coexistir dentro de una sociedad más amplia sin perder su singularidad. Como alternativa, algunos han propuesto la idea de un «salad bowl» (ensaladera), donde las diferentes culturas coexisten y se complementan, manteniendo sus características distintivas mientras forman parte de un todo mayor.

Estados Unidos aunque ha avanzado de forma enorme a favor de la igualdad racial y social, y continúa siendo un destino principal para los inmigrantes, sigue enfrentando situaciones de discriminación, con expresiones raciales conservadoras en torno a los latinoamericanos.

Avanzar hacia la integración humana

En lugar de evaluar a las personas por sus méritos personales, la discriminación se basa en prejuicios infundados que despojan a las personas de oportunidades y derechos. Para construir un mundo más justo y equitativo, es esencial que rechacemos la discriminación en todas sus formas, y protejamos los derechos de los congéneres, independientemente de su origen o de sus características personales. También implica un compromiso de desafiar los prejuicios y estereotipos, fomentar la empatía y la comprensión, y trabajar juntos para construir sociedades inclusivas y respetuosas. 

En última instancia, todos somos seres humanos, y nuestra humanidad compartida debe prevalecer sobre cualquier diferencia. Sólo así podremos construir un mundo más armonioso y compasivo donde todos prosperemos y contribuyamos plenamente. 


María Mercedes y Vladimir Gessen son psicólogos. Autores de Maestría de la felicidad y de ¿Quién es el Universo?.

 

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