El suelo es un recurso natural tan esencial para sostener la vida en la Tierra, como el agua. El suelo es el origen de los alimentos, porque se calcula que 95% de los alimentos que mantienen en pie a la especie humana se produce directa o indirectamente en los suelos.
Pero no se trata solo de cantidad, sino de calidad. Para obtener alimentos nutritivos es indispensable contar con suelos sanos. Si los suelos están desnutridos producirán alimentos carentes de vitaminas y minerales, que inevitablemente generarán deficiencias nutricionales en las personas. Por tanto, un suelo vivo y sano es un aliado crucial para la seguridad alimentaria y la nutrición.
En el marco del Día Mundial de la Conservación del Suelo, celebrado el pasado 7 de julio, es propicio recordar que en la Agenda 2030 y sus ODS, se identifica la necesidad de restaurar los suelos degradados y mejorar su salud. Existe un consenso generalizado en que debemos fomentar y aprovechar todo el potencial de los suelos para poder, no solo apoyar la producción de alimentos, sino también almacenar y suministrar más agua limpia, mantener la biodiversidad, y aumentar la resiliencia en un clima cambiante. Esta es una meta que requiere la implementación universal de la gestión sostenible del suelo.
La humanidad ya ha tomado conciencia de la necesidad de cuidar los suelos. Muestra de ello es la agricultura regenerativa, un nuevo enfoque agrícola que busca restaurar la calidad y fertilidad de los suelos degradados, disminuir el sobre uso de los suelos y darle más vida natural, con la reducción de la maquinaria pesada, utilización de abonos verdes y diversificación de los sistemas de cultivo.
La agricultura regenerativa, más allá de recuperar la fertilidad y la salud del suelo, también presenta beneficios para la sociedad. Un suelo más sano y que sufre menos alteraciones tiene mayor potencial de absorción y retención de gases de efecto invernadero. Por otro lado, retiene más agua y reduce considerablemente la erosión de los terrenos semiáridos, que sufren especialmente durante los episodios puntuales de lluvias torrenciales.
La agricultura regenerativa se basa en cuatro principios:
- Minimizar la perturbación del suelo, es decir, reducir o eliminar la labranza y, sobre todo, minimizar el uso de maquinaria pesada que compacta el suelo.
- Mejorar la fertilidad del suelo, mediante el uso de abonos verdes y evitando el uso de agroquímicos.
- Reducir los eventos espacio temporales de suelo desnudo, manteniendo siempre la cubierta vegetal del terreno.
- Diversificar los sistemas de cultivo con rotaciones y combinaciones de cultivos que se favorecen mutuamente, incluyendo la integración del ganado.
Las nuevas condiciones climáticas, cada vez más extremas, y la pérdida de productividad de los suelos cultivados mediante técnicas industriales hacen que la agricultura regenerativa parezca una opción oportuna para proteger los ecosistemas y la producción de alimentos sanos en el futuro.
La agricultura regenerativa brinda las siguientes ventajas: ayuda a restaurar los suelos, mejora su calidad física, orgánica, química y biológica. Esto se logra al reducir su compactación por el menor uso de maquinaria pesada, mejorar su estructura y aumentar la materia orgánica, los nutrientes y el agua disponible.
Además, mejora la retención de agua y reduce la erosión, lo que hace que los terrenos de cultivo sean más resiliente a las inclemencias meteorológicas. También, la agricultura regenerativa refuerza la presencia de polinizadores; mitiga el cambio climático gracias a la fijación de carbono orgánico en los suelos, y elimina los residuos de la agricultura convencional, porque que evita el uso de plásticos, fertilizantes de síntesis química y pesticidas o herbicidas.
La gestión sostenible del suelo permitiría, según la Organización de las Naciones Unidas, producir hasta 58% más de alimentos, y así avanzar hacia la erradicación del hambre y la inseguridad alimentaria, y a la estabilidad de los ecosistemas. ¡Mantén el suelo vivo!