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Nuestro voto nos hará libres

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En Venezuela, el 28 de julio de 2024, se demostró que para ganar elecciones lo que se necesitan son votos. Se logró que el ciudadano votara y que lo hiciera consciente del inmenso poder que tiene en sus manos. Ese ha sido mi discurso siempre y, como ya pudimos ver, quedó plenamente demostrado en dichas elecciones.

Pero ese 28 de julio también ocurrió algo muy grave, pero igualmente significativo: la cúpula que secuestra el poder en Venezuela se vio forzada, debido a la abrumadora derrota que sufrió, a retorcer los resultados ejecutando un desvergonzado fraude electoral. Es decir que para permanecer en el poder tuvieron que vulnerar todo el aparato político, normativo e institucional venezolano. Se vieron obligados por la fuerza democrática ciudadana a violar la constitución y las leyes, se vieron forzados a pisotear la democracia y las instituciones del país.  De eso no hay lugar a dudas.

El autócrata irrespetó la voluntad popular, la soberanía del pueblo. El ciudadano fue burlado en sus derechos y dignidad, pero debido a ese acto de falseamiento quedó al descubierto su debilidad y su soledad.

Todo el planeta pudo ver con claridad que esa tiranía no tiene apoyo popular, que no son una mayoría, que pueden ser derrotados por la fuerza ciudadana organizada.

Pero nadie ha sabido utilizar ese fraude electoral como un punto de apoyo que permita fortalecer el valor de la fuerza ciudadana. Ese 28 de julio no solo se ganaron las elecciones, sino que además vimos al régimen inventando salidas desesperadas para seguir en el poder de forma retorcida y sin máscara.

Hemos oído críticas a lo que pasó y aun seguimos escuchándolas, pero no se ha dicho ni se ha analizado a profundidad porque no se capitalizó ese descontento social. Por qué no se organizó ni se estructuró una estrategia ganadora para asegurar el triunfo, para convertirlo en una verdadera bandera de lucha. Tampoco se ha explicado por qué los días posteriores al 28J no se aprovecharon en toda su magnitud para darle a los facinerosos que gobiernan Venezuela la estocada final.

Algunos desviaron el esfuerzo promoviendo irresponsablemente aventuras y asonadas, otros, conocidos ya por sus intrigas, malgastaron energía y recursos en atacar a quienes comparten el mismo objetivo de lucha, y otros no se centraron en lo medular del asunto.

El discurso, desde mi perspectiva, no podía centrarse únicamente en denunciar que ellos escondieron los votos, que no publicaron los resultados —cosa que es verdad—, sino que debió y debe estar centrado en asegurarnos de que, cada ciudadano continue defendiendo con la misma determinación con que acudió a votar, el enorme logro cívico que se alcanzó ese día. A esa tarea debería estar consagradas todas las fuerzas democráticas en Venezuela. Todos estamos convocados a defender la democracia y la institucionalidad.

El ciudadano debe saber que triunfó, que su actuación fue la que logró la derrota de ese tirano solitario y débil que es hoy Maduro. Debe saber que la batalla no ha terminado y que su papel en ella es esencial. Esa es, sin duda alguna, la única tarea importante: continuar fortaleciendo el poder ciudadano.

Ahora que se plantea un nuevo escenario electoral, para un verdadero demócrata, para alguien que entiende que la democracia se defiende con más democracia, la única decisión posible es prepararnos para participar y arrasar en esas nuevas elecciones. Además, es la única bandera de lucha posible para mantener movilizado al país. No hay otra opción.

Nos están dando la oportunidad de derrotarlos de nuevo, aplastarlos con votos, enseñarles lo que es capaz de hacer un ciudadano organizado y consciente del poder de su voto, y de forzarlos a hundirse más profundamente en el basurero de la historia en el que han decidido a vivir.

Tenemos frente a nosotros una nueva oportunidad de demostrar que la democracia es el camino, que el ciudadano es el que decide, que es la institucionalidad la que se impone, y no el despotismo o la malcriadez.

Volvemos a tener condiciones inmejorables para el país, la oportunidad para asestar otro certero golpe a la autocracia. Se abre frente a nosotros otra oportunidad histórica para que el movimiento democrático se quede con todas las gobernaciones, con todas las alcaldías y todos los diputados. Esta es una oportunidad única que debe aprovecharse al máximo.

Es probable que vuelvan a hacer trampas. De eso no me cabe la menor duda. Y si retuercen de nuevo el resultado, se les va a seguir cayendo la máscara, y tendremos más motivos, más aliados y más fuerza para seguir adelante.

Si alguien piensa que el 28 de julio fue una derrota porque la tiranía cometió fraude, está haciendo una lectura incompleta de ese magnífico episodio de nuestra historia. Ese día el ciudadano derrotó sin violencia a una de las dictaduras más despiadadas que hoy existen en el mundo; el pueblo organizado y decidido sorprendió al aparato represor conservando y mostrando las actas que certifican el triunfo de las fuerzas democráticas.

Ese día mostramos que somos luchadores incansables, que sabemos organizarnos, que sabemos actuar ante las adversidades y que no vamos a recurrir a la violencia para recuperar nuestra democracia. Lo haremos con votos y estas elecciones que ahora convocan son una nueva oportunidad para conseguir nuestros objetivos. Nadie dijo que sería fácil, para una situación tan compleja como la de Venezuela la solución también es compleja.

Sin embargo, el mensaje que veo en la calle es confuso, muchos llamando abiertamente a la abstención y muy pocos combatiendo ese mensaje que le hace creer al ciudadano que Maduro no va a salir con votos y la gente termina preguntándose: ¿entonces, para qué vamos a votar?

Y mientras ese debate crece, la agenda la sigue imponiendo el tirano, que usa a su favor el descontento, desconsuelo y decepción. Utiliza ese dolor para apoderarse de todos los espacios de gobierno y muy pocos están trabajando para evitar que ese virus letal siga creciendo y propagándose. Eso hay que detenerlo, es momento de la sensatez y claridad. La situación requiere que se diseñe una estrategia política clara y construir una gran unidad de propósito para organizar nuevamente a los protagonistas de la gesta del 28J. Que se haga un enorme esfuerzo como el que se hizo antes del 28 de julio para mantener viva la lucha, viva la esperanza.

Pero el mensaje debe ser rotundo, contundente, una sola voz: derrotar nuevamente por la fuerza del voto, del poder ciudadano al tirano. Esa campaña debe comenzar de inmediato.

En una situación como la que vive Venezuela, en la que prevalece la violación de los principios institucionales en los que la élite corrupta tergiversa los resultados electorales, hace trampas, no se participa en las elecciones para que la tiranía reconozca el triunfo de las opciones democráticas, sino para dejar claro que el poder ciudadano existe y que derrota a la tiranía y para empujar a los usurpadores nuevamente a retorcer la voluntad popular con trampas.

Aunque no lo parezca, ese es un triunfo de enorme valor. Y sus resultados no se expresan de inmediato en un cambio de poder, pero inexorablemente nos conducirá a la toma del poder y el retorno a la democracia.

Me cuesta creer que haya demócratas que no vean esta oportunidad. Me niego a pensar que nuevamente, como en el pasado reciente, empujaremos al país hacia un llamado de abstención, dejándoles el campo libre a Maduro. Es decir, ¿no hacer nada, quedarnos de brazos cruzados, es esa la opción, y que nos impongan, incluso, una nueva Constitución? ¿De verdad vamos a permitir eso?

No puede ser una opción dejarle el paso abierto a quienes sólo piensan en someter al venezolano, y en enriquecerse groseramente mediante artimañas corruptas.

Ser libres nos exige el mayor de los compromisos posible. Ya demostramos que podemos derrotarlos. Vamos a hacerlo de nuevo. Y después de eso sigamos luchando hasta por fin verlos caer.  Nuestro voto nos hará libres. No será de inmediato, pero sucederá.

 

X: @lortegadiaz

Instagram: Luisa_ortegadiaz

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