Como es bien sabido por toda la humanidad, entre los privilegios con que contamos los seres racionales es con la comunicación oral y la escrita: la primera la obtenemos por naturaleza, aunque la voz y las formas de hablar y expresarse -indiscutiblemente- son educables, la segunda es un invento producto de la cultura del hombre pero, para la mejor comunicación, ambas tienen que acatar las normas gramaticales.
Ciertamente, el comunicarse de las personas requiere de disciplinas. Esas disciplinas están en cada uno de los idiomas para lo cual cuentan con sus respectivas gramáticas de obligatorio cumplimiento para la mejor comprensión, claridad y agradable lectura.
Cumpliendo lo prometido en mi artículo anterior de escribir sobre nuestro idioma, vamos a él. El origen de nuestro bello castellano viene de lejos y cuenta con diversas fuentes. Una de ellas cuando allá por el año 218 a. C. Roma empezó la conquista y colonización de la península Ibérica, logro que alcanzó casi 200 años después.
Durante ese largo lapso, los romanos fueron desplazando de la península a los íberos y, al mismo tiempo, paulatinamente, iban imponiendo su gobierno y trasladando a ella la rica y variada cultura romana que poseían en cuanto a ingeniería, vías de comunicación, acueductos, técnicas en la agricultura y construcciones de todo tipo. Igualmente y, poco a poco, fueron introduciendo allí una nueva organización civil, social, política, jurídica y militar que estaban contenidas en el Derecho romano.
Esa gran creación de los romanos rige hoy en todo el mundo occidental. También esa cultura romana contribuyó a lograr la pacificación y, naturalmente, a alcanzar progresivo desarrollo económico, social y cultural en la península, lo que se ha denominado “Romanización de la península ibérica”.
Durante ese proceso de romanización, Iberia cambió de nombre y de idioma, pasó llamarse Hispania y sus habitantes fueron abandonando sus viejas lenguas y adoptando el latín, que primero fue un dialecto del Lacio. Así, el latín pasó a ser el más importante idioma de su tiempo en el imperio romano y durante toda la Edad Media.
La historia nos da cuenta de que con la desmembración del Imperio Romano de Occidente, el latín empezó a perder vigencia y tiempos después se trasformó en lo que se denomina lenguas romances, de las cuales una es nuestro bello castellano. Este idioma, en sus comienzos, fue solo un dialecto hablado en el reino de Castilla. Después, gracias al desenvolvimiento político, creció hasta convertirse en el idioma oficial de España cuando esta se unificó en el siglo XV, y hoy lo es también de la denominada América hispana.
El uso del castellano se oficializó en España con la ordenanza dictada por Alfonso X, el Sabio, quien estableció la obligatoriedad de que en este idioma, y no en latín, se escribieran los documentos históricos y todos los documentos públicos. Es bueno recordar que la primera gramática castellana fue obra de Elio Antonio de Nebrija. Con ella se reforzó el carácter de idioma nacional de España.
Si bien la base fundamental del castellano fue el latín, otras lenguas ibéricas hicieron su aporte, como también recibió poderosas influencias del griego y de las lenguas árabe y germana.
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional