Al concluir el artículo anterior apuntábamos que en el presente nos ocuparíamos del castellano. Es obligante hacer mención a una de las columnas que el profesor Alexis Márquez Rodríguez mantuvo durante largo tiempo denominada «Con la lengua…», en el diario El Nacional.
La del 26 de junio de 1988 la bautizó con esta interrogante «¿Castellano o español?». Muy atentos a esa pregunta algunos estudiosos de nuestra lengua se preguntan y ¿qué es lo correcto? Unos, quizás por simple curiosidad, otros por preocupación académica. Lo cierto es que sobre este tema no se percibe mucha claridad; o mejor, parece no haber unanimidad ni en Venezuela, ni en América, como tampoco en la misma España.
Apunta el mencionado profesor en su columna que no se trata de un problema de “corrección” o “incorrección”, “sino más bien de un viejo tema que se ha discutido sobre todo en España, pues en América parece haber casi unanimidad en llamarlo castellano”. Sin embargo, el tema se ha discutido en todas partes.
En la propia España, así como en toda Europa y América ambos términos han tenido y tienen partidarios inteligentes y con suficientes argumentos al inclinarse por uno de ellos. Además, a los dos les asisten razones de orden histórico y de orden político.
Lo cierto, sin discusión alguna, es que el idioma oficial de España es el español, así lo reconoce casi todo el resto de Europa. También apunta el mencionado profesor que inicialmente en España se usaban indistintamente español o castellano, y que hasta la Real Academia Española de la Lengua empleó durante muchos años la denominación de castellano, hasta 1924 cuando pasó a utilizar el español. Pero, históricamente en el castellano está el origen del español, así lo apunta Márquez Rodríguez en la aludida columna.
Igual que la denominación lengua indistintamente se habla de lenguaje, es exactamente lo mismo, y es el conjunto de los signos gráficos que integran el sistema de comunicación verbal y escrito, producto del intelecto del hombre. Con esos signos más tarde se inventaron los idiomas y las respectivas gramáticas para garantizar, o mejor, disciplinar el uso correcto de las palabras, de los idiomas. Así como el español tuvo su origen en el castellano, igualmente este último tiene un ancestro bien lejano, viene desde Roma, y su formación tuvo su formal desarrollo en la península ibérica, tema que abordaremos en próxima entrega.
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