OPINIÓN

Nuestra democracia es como un abanico

por Rodolfo Izaguirre Rodolfo Izaguirre

Pixabay

El abanico se abre y se cierra con solo un breve y casi imperceptible movimiento de la muñeca. Hubo en la antigüedad quienes usaban abanicos adornados con plumas para avivar el espíritu de los muertos. Se asocia con todo lo que aparece y desaparece porque el abanico tiene esa sorprendente capacidad de abrirse y cerrarse. Es como la luna: aparece, pero luego va desapareciendo hasta que no queda nada de ella en su espacio, pero vuelve a aparecer suplicando o mendigándole al sol algo de su poder, rogándole la luz que la hace visible y redonda. Pero la vergüenza de no ser la dueña de esa luz hace que vuelva a desaparecer para aparecer nuevamente y permanecer en un suplicio de eternidad como si se tratara de un abanico celestial que se abre y se cierra; que aparece y desaparece.

Hay animales lunares así llamados porque se comportan como la luna, como los abanicos. El oso desaparece en invierno, pero aparece en la primavera; los delfines, las ballenas surgen del mar, como si quisieran saltar, pero las ballenas y cachalotes caen chapoteando con estruendo, desaparecen para volver a emerger mas adelante y chapotear y volver a caer como si fuesen abanicos que también se abren y se cierran en el mar; que aparecen y desaparecen sin importarles el incesante movimiento de las aguas. Tampoco es secreto para nadie que los abanicos abiertos poseen poderes para frenar o detener los espíritus del mal. Y sirve a estos fines que algunos muestren colores vivos.

La democracia en Venezuela es o se comporta como un abanico: ¡aparece y desaparece! ¡Está hoy y no está mañana! Hoy padecemos un presidente o caudillo civil y mañana un caudillo militar o, peor, cívico-militar, tiránico y prepotente, que cree actuar como demócrata convocando elecciones que gana perpetrando fraude descaradamente para que el necio ”concierto de las naciones” aplauda y sostenga que existe democracia en el desventurado país venezolano. Rómulo Gallegos desapareció del panorama político apenas nueve meses después de haberse sentado en la silla presidencial sin tiempo para civilizar al país en el que, lamentablemente, yo también vivo junto al hombre del Neardenthal,

Bolívar abrió un espacio para mantener en él cinco Repúblicas, y Páez lo cerró para que solo anidase una. José Antonio hizo el esfuerzo para que desapareciera el venezolano convertido en gran colombiano y emergiésemos con él, la patriótica lanza llanera cuyo matrimonio con Dominga Ortiz duró nueve años y la compañía de Barbarita, su concubina tuvo, por el contrario, una vida tan larga y animosa que hizo de él un hombre culto, actor shakesperiano y violinista.

José María Obando cerró el abanico que mantenía abierto Antonio José de Sucre y ocasionó las tres muertes del Mariscal según la tesis de Manuel Caballero: la muerte física, (un disparo en un intrincado y sombrío paso de montaña); la muerte social (toda su familia inmediata pereció durante la guerra de independencia) y la muerte política: estaba llamado a ser el sucesor.

Años más tarde, Pedro Carujo cierra el abanico que quiso ser José María Vargas y Juan Vicente traiciona a Cipriano. Y así, de continuo. ¡Unos abren y otros cierran! Todo el siglo XIX venezolano, político, vio abrirse y cerrarse violentamente muchos abanicos en manos de abogados políticos, pero generales surgidos de ninguna Academia.

Los militares aparecen, pero no desaparecen! Están hoy dentro de sus cuarteles sin nada de provecho qué hacer salvo impartir u obedecer órdenes perfectamente inútiles y desaconsejables y mañana siguen estando, pero fuera de los cuarteles, gomecistas, perezjimenistas, chavistas, maduristas, bolivarianos que incursionan mal en la política sin quitarse el uniforme y sin despojarse de las armas; abrazados a civiles sin honor, robando los dineros de nuestras instituciones, perpetrando asaltos, torturando, disparando en las calles de las ciudades o en los puentes fronterizos por donde intentó pasar una vez una ayuda humanitaria y agobiando a los civiles a los que odian y tienen en su mira.

¡La democracia venezolana se abre y se cierra como los abanicos; aparece y desaparece como los osos, la luna y las ballenas!