“Solo se destruye lo que se sustituye”. Saint Simon
Anteriormente hicimos notar que el populismo, cuya naturaleza anfibológica hacía difícil su definición, sería considerado dentro de la fenomenología político y económica regularmente pero no exclusivamente y, lo intentaremos, con relación a parámetros propios de su presentación anatómica y funcional. Creemos más fácil asirlo de esa forma.
El populismo, insinuamos la vez pasada, es un mutante que adquiere formas y expresiones distintas y se mimetiza en un lado o el otro de la acera política. En una publicación del año pasado me permití un comentario que bien puede ser útil nuevamente. “En América Latina y en los últimos tres lustros aproximadamente, supimos de una práctica de gobierno, discurso, valoración, quehacer político, forma de gobierno, que postula lo que entenderemos como democracia populista, siendo que exhibe unas formas e institutos de apariencia y esencia democrática, pero encierra, contiene, implica una gama de resultas, situaciones, orientaciones y apreciaciones que consisten en la prevalencia de una clase social sobre el conjunto societario y la manipulación de esta, por cierto mayoritaria, para legitimar, a nombre de la inclusión, políticas excluyentes y discriminatorias. Es un ejercicio bizarro, contradictorio con los principios de los que se reclama y profundamente falaz dirán algunos. La doctrina, sin embargo, avizora el fenómeno y ensaya conceptualizar desde balcones epistemológicos distintos (Salinas, 2012).
“El populismo, según Ernesto Laclau (2009), es todo proyecto político hegemónico aplicable a situaciones en las que existan demandas sociales insatisfechas. La articulación de esas demandas democráticas es el objetivo principal del líder populista”. (Chitty La Roche, N, República y elementos concomitantes, Editorial 0, Caracas 2020)
Ya resaltamos que esa empatía entre el discurso populista y el destinatario del mensaje varía de un escenario a otro, y no es necesario insistir en eso, dado que a diario los observamos y son señalados como de derecha o izquierda, pero donde me detendré y advertiré es en que se trata de un giro típicamente anómico y por lo general de cuestionamiento o manipulación de la visión liberal del Estado y así, atrevidamente, desafiante de la constitucionalidad y la legalidad.
La democracia no convence al homo XXI y lo que es más grave, el individualismo que como fenómeno es simultáneo, en su conquistada diferenciación de los demás, como compulsión, termina integrando una mayoría desagregada, compuesta de múltiples minorías, cuyo denominador común es un sentimiento de desagrado social o comunitario que pretende convertir en su perfil exclusivo y excluyente y, peor aún, se constituye en un segmento que pretende hacer suyos los valores societarios para oponérselos a la sociedad.
La ideología de género, siendo notablemente minoritaria su composición, dicta e impone al Estado en numerosos países y especial en el primer mundo sus escogencias a nombre de la libertad de cada cual y alega derechos de los que carece en realidad.
Hace poco leí que en Suecia se había resuelto disponer que la micción del hombre tenía que ser sentado. Son incontables las situaciones que se provocan y que socavan a los principios naturales y los comprometen perniciosamente. El matrimonio entre personas del mismo sexo es un ejemplo sobre el cual alguna vez me referiré.
La xenofobia, la intolerancia ante el común, nótese bien, la demanda de privilegios y prebendas, los derechos insaciables, uso la expresión en sentido literal y no en el doctrinario porque exigiría otro análisis, el reto frente a los dispositivos disciplinarios es moneda de cada día y en las más variadas latitudes se ponen en evidencia, aunque en menor grado en civilizaciones como la china, acostumbrada su población a un Estado todopoderoso y expansivo.
La pandemia, además, vino a contribuir con la tendencia. Menos contacto físico termina por ser reducción de la comunicación y trabajar lejos de los otros hace que se pierdan los sentidos constructivos de la empresa. El cálido discurso del “teamwork” se trastoca por el trabajo de cada cual en casa y muestra que la digitalización coadyuva a la edificación de una cosmovisión menos simbiótica.
En nuestro país, la antipolítica, practicada por la mayoría del cuerpo político, a ratos inducida, pero también autogenerada y ya parte de la concientización social en curso, enajena y priva de la confianza necesaria para sintonizar los genuinos pareceres y criterios de la mayoría que se adulteran y derivan en una ausencia ciudadana y falta de interés en los temas de la cosa pública.
Si algo ha manejado con habilidad el chavomadurismo es precisamente eso. Con crudezas, pero, sobre todo, con el recurrente uso de todas las formas que las redes facilitan, echan a andar falsedades y maledicencias que terminan por sensibilizar más aún el rechazo a los partidos políticos y al liderazgo que no ha logrado nada o muy poco de lo que anuncia como propósito y tarea. Hace falta asumir las fallas y las consecuencias que implican, pero ni el régimen ni los opositores lo hacen.
Nótese que es común encontrar al liderazgo populista enfrentando a los medios de comunicación que revelan verdades que no los favorecen y desde el gobierno persiguen, maltratan, criminalizan a los comunicadores sociales con inusitada saña y forjando vergonzosamente expedientes sin pruebas.
La resulta más frecuente del populismo suele ser la victimización de las libertades y de la estabilidad institucional, el desconocimiento y la tergiversación de la ley, y el abandono del respeto a la dignidad de la persona humana.
En efecto, la acritud, la amargura, el desprecio y, en suma, el bajo psiquismo, son referentes que el dirigente promotor de esos manejos invoca, que, si bien chocan por sus excesos a los conciudadanos, terminan por ser aceptados o banalizados.
Toda la dinámica comentada, a la vista del que quiera y no quiera ver, ha traído un déficit ciudadano, aprovechado por unos y por los demás, para fomentar las divisiones y reacciones del electorado que han servido para mantener en el poder a quienes pueden -y lo repito- ser considerados, de acuerdo con los guarismos económicos y sociales, el gobierno de los fracasos y de los abusos.
Ese populismo que denuncia la realidad de estas dos décadas arruinó al país, lo empobreció, lo saqueó, lo atrasó, lo lisió y como una metástasis empeora a cada momento. Debe atenderse urgentemente, he escuchado decir, aunque recuerdo a Talleyrand: «Si es urgente, ya es tarde.”
En este trance histórico, es menester acotar un par, al menos, de elementos que hay que ponderar y que son de alcance y radiación deletérea en la actualidad. Se trata de la perversión y el extravío de los valores éticos, axiológicos y deontológicos de un lado y la inobservancia dramática de la responsabilidad y responsabilización propia de los actores políticos, pero igualmente y particularmente de los conciudadanos. Paso a explicarme.
En Venezuela, aunque más allá también acontece, pero nunca como aquí, todo está relativizado. El argumento de la crisis que se torna agobiante y abrumadora, ha moldeado una figura, una suerte de comodín que lo permite prácticamente todo. La supervivencia explica y soporta cualquier torcedura, desviación o falta. Todos pueden hacer trampa y ello incluye al poder que se lo permite y se le acepta en la mayoría de los casos sin protestas. La población empalagada de anomia y alevosía incluso, milita en las conductas que prometen resultado, aunque para ello deba infringirse la norma.
Por otra parte, ninguno responde de nada y nadie exige responsabilidades a ninguno. Chávez, el manirroto difunto, dilapidó 1 millón de millones de dólares, entre su ignorancia, su soberbia, su vanidad y su espíritu corrupto y aún el pueblo lo tiene como una suerte de adalid.
Jamás rindió cuentas el más que imprudente; regaló lo que no era suyo, a los amigos y servidores y a los países que lo aplaudían ladinos y astutos e incluso comprometió nuestra soberanía interna y externamente y los uniformados, cuya razón de ser es precisamente preservarla, me refiero a la soberanía, lo dejaron hacer, y a Maduro también, sea dicho de pasada y, aún ante la evidencia del desastre, se mantienen frívolos y felones como soporte del crimen contra la patria en desarrollo por lo demás.
El populismo es fenomenológico y en concomitancia con los detractores de la democracia y de la república que sigue siendo la entidad de coexistencia y control del poder para cuidar las libertades y su sustentabilidad por excelencia, campea en el discurso y en las acciones de los “demócratas.”
Hoy es víspera de Navidad en un humilde lugar, con frío y hambre, la Virgen María y José el carpintero, huyendo del rey mataniños, verán nacer a Jesús, con la compañía de la mula y el buey. Los creyentes nos internalizamos para encontrar el mejor sentimiento y verterlo en el gesto de cariño, amor, respeto a la compañera, a los hijos, a los viejos y a la familia y amigos; empero, hay que ampliar ese espacio en la oración y en la emoción, para meter a la patria que nos dio y nos da lo que somos y donde estemos nos acompañara.
Pido al Niño Dios nos redima, nos proteja, nos asista en la liberación que hemos de emprender porque la libertad es el presupuesto básico de la dignidad.
¡Feliz Navidad y ventura, libertad y prosperidad para 2022!
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