“¿Podemos amar a todos los hombres sin excepción, a todos nuestros semejantes? Ésta es una pregunta que me he hecho muchas veces. Ciertamente no; es incluso antinatural. El amor a la humanidad es una abstracción a través de la cual nos amamos sólo a nosotros mismos. Pero si esto es imposible para nosotros, no lo es para vosotros; ¿Cómo no amar a nadie cuando no estás al nivel de nadie y ninguna ofensa, ninguna indignación puede tocarte? Sólo tú puedes amar sin egoísmo; sólo que tú puedes amar no por ti mismo, sino por aquel a quien amas”. Dostoievski, El idiota.
En ocasiones, al llegar como entrevistado a un programa radial o televisual nos encontramos con una advertencia que con cierta pena nos hace el productor… «¡Por favor no mencione usted la palabra dictadura, nos pueden cerrar el programa y la emisora incluso!».
Empero, si un instituto por naturaleza se constituye en un referente indispensable para describir fenomenológicamente la situación del país, es ese, la dictadura.
Algunos preferirían llamar autoritario, simplemente, al ejercicio del poder, sin contrapeso efectivo, vale decir, sin separación de los poderes y sin respeto al Estado de Derecho, la legalidad, la constitucionalidad, la legitimidad. La dictadura agrega un elemento que a la postre la caracteriza: la arbitrariedad.
De que vivimos en esta distópica Venezuela bajo un régimen autocrático no hay ya dudas. Un combinado que, a toda costa y desnaturalizando la institucionalidad, actúa para, a cualquier costo, mantenerse en el poder y se constituye en una manifestación de despotismo que, como Aristóteles nos enseñó, es un vicio que corrompe al gobierno, irrefragablemente.
A cada rato notamos como desde la cúpula del chavomadurismomilitarismocastrismoideologismo se inocula el virus de la pretensión hegemónica, se desrepublicaniza, se desconstitucionaliza y se desconvencionaliza a esta entidad venezolana, otrora soberana, y se le adultera con el propósito de mantener un control sórdido, entre amoral e inmoral del poder que sirvió y sirve para el saqueo y la más grosera concupiscencia. Sin pudicia, sin mesura, sin el más elemental respeto a los derechos políticos ciudadanos y menos aún, a la dignidad de la persona nacional.
Ahora no solo es el epígono del difunto y sus espalderos, sino el denominado Poder Electoral, que viene a enlodar un tránsito ciudadano de consulta, deliberación, expresión y soberanía, dirigido por la sociedad civil y a quien se le había ignorado en su solicitud de asistencia técnica de acuerdo con el artículo 293 de la Constitución y que reza como anoto a continuación: 6. Organizar las elecciones de sindicatos, gremios profesionales y organizaciones con fines políticos en los términos que señale la ley. Así mismo, podrán organizar procesos electorales de otras organizaciones de la sociedad civil a solicitud de éstas, o por orden de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia. Las corporaciones, entidades y organizaciones aquí referidas cubrirán los costos de sus procesos eleccionarios. (Subrayado nuestro)
No solo se atentó e hirió gravemente la soberanía, con unas inhabilitaciones violatorias de los derechos de varios conciudadanos, fraudulentas y criminales sino que ahora vienen a ultrajar el proceso mismo de consulta que como un medio de participación y de acuerdo con el artículo 70 de la carta magna se gestiona y cuyo texto reproduzco de seguidas: Son medios de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político: la elección de cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la revocatoria del mandato, las iniciativas legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y ciudadanas cuyas decisiones serán de carácter vinculante, entre otros; y en lo social y económico, las instancias de atención ciudadana, la autogestión, la cogestión, las cooperativas en todas sus formas incluyendo las de carácter financiero, las cajas de ahorro, la empresa comunitaria y demás formas asociativas guiadas por los valores de la mutua cooperación y la solidaridad. La ley establecerá las condiciones para el efectivo funcionamiento de los medios de participación previstos en este artículo. (subrayado nuestro)
¿Una democracia que se ufana de ser, participativa y protagónica, no puede sin la injerencia de un órgano del poder público, realizar una consulta popular?
Las primarias son obligatorias en Argentina, pero acá son optativas y no son un acto electoral, sindical o gremial sino una consulta popular. Impedirlas, obstaculizarlas, enervarlas, solo tendrían sentido constitucional si la Constitución limitara o la ley, los derechos políticos ciudadanos que por cierto también son ley de la república que suscribió y aprobó la Convención Interamericana de los Derechos Humanos. Por el contrario, tendrían que ser no solo reconocidos esos derechos sino garantizados.
Viene, pues, la hora de la verdad; cesa la simulación y la manipulación está siendo desocultada. “El rey está desnudo”, como nos recuerda Hans Christian Andersen. ¡Arremete una vez la dictadura, se le ve el rostro, a pesar del antifaz!
@nelson_chitty
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