OPINIÓN

Notas sobre el daño antropológico, la anestesia ciudadana y la vacuidad del alma

por Carlos Ñañez R. Carlos Ñañez R.

“Cuando se despersonaliza al individuo y este entra en contradicción con sus propios valores, puede afirmarse que hay daño antropológico como efecto. Al instalarse el miedo al perjuicio físico, moral, al aislamiento, al exilio o al «insilio»; se generan actuaciones degradantes que muestran lo mismo”

Virgilio Toledo López.

El concepto de daño trasciende el de la mera definición del Diccionario de la Real Lengua Española, según la cual este adjetivo se refiere: “ Efecto lesivo de carácter patrimonial, físico o moral que deriva de la actuación de los poderes públicos y que imputa a ellos”, este criterio no solo afecta la materialidad, la esfera física o la reputación de las víctimas su más perverso efecto se mide en el desmedro  causado en la esfera ontológica, en el ser humano, en el hombre, de allí que  el concepto se haya acuñado como el resultado  de una inquietud filosófica propia de quienes se dedican a la tarea de pensar sobre la  trascendencia del hombre y sus formas de pensamiento, es decir su traza en la historia, por ello es necesario, urgente e ingente medir como el hombre se puede enfermar en su espiritualidad, bloquearse el  alma, quedar vaciado de sentido  óntico, pasar de ese constructo vendido por las ideologías perversas del “hombre nuevo” al hombre enfermo u homo saucius, un individuo escindido de las cualidades contemplativas propias del homo sapiens o pensante y que se haya sometido a tal carga de lesiones que sencillamente haya perdido hasta las mínimas habilidades para hacer, el homo faber queda limitado a un mero estadio de inutilidad producto de la recurrencia y copamiento que un poderoso aparato estatal omnímodo causa en los sujetos, limitándolos a existencias indignas, sin sentido de progresividad, libertad, decencia o civilidad, reduciéndolos a pseudo hombres o bestias, usando un conectivo literario parece que los regímenes totalitarios  hacen beber a todas sus poblaciones de la pócima de Circe, a los fines de expoliarlos de su condición humana y rebajarlos a bestias, que reaccionan bajo impulsos.

Es tal el grado de la profundización social, de ese veneno estatista en las sociedades, que se logran verdaderos efectos involutivos en el ser humano, comprobándose la frase de Vico el Ricorso o salto atrás de las sociedades, salto este que se produce desde las esferas del logo o el lenguaje empobrecido, depauperado, envilecido, para luego trepar a la gnosis, pues existe de acuerdo  a Heidegger un inexorable vínculo entre “lenguaje y residencia del ser”, (Heidegger, 2012), desde el punto de vista de la gnosis este vínculo se hace robusto cuando los individuos piensan conforme hablan y así en los hechos del habla, encontramos en Austin como el lenguaje puede caer en actos de “infortunio, siendo que la suma de dichos infortunios conduce a la vacuidad del discurso y al vaciamiento del espíritu” (Austin, 1962). Insisto de nuevo con el tema de las pobrezas de la lengua y el pensamiento, pues bloquean al espíritu y generan daño antropológico.

El concepto del daño antropológico nos deja ver esas conductas de hipnosis colectiva, de abandono total, que parecen no dar ninguna respuesta a las preguntas relacionadas con el hecho de. ¿Por qué no se rebelan de una vez? ¿Qué los motiva como sociedad a tolerar el abuso constante? Estas preguntas son verdaderos barrenos en el inconsciente colectivo, absolutamente lesionado, envilecido y copado por una suerte de religión de la dominación, buscando una categoría para estas conductas que embridan un inocultable proceso de daño antropológico. El filósofo cubano Dagoberto Valdés define al daño antropológico de la siguiente manera: ese daño que causa “el debilitamiento, lesión o quebranto de lo esencial de la persona humana” (Valdés, 2006).

Para Dagoberto Valdés, el inmenso y costoso daño antropológico lo han tenido que pagar los cubanos por más de cinco décadas, bajo cuya óptica la sociedad y el ser humano han sido miniaturizados bajo las estructuras e infraestructuras propias del socialismo mecanicista primitivo, propio de los regímenes que procuran la disolución de lo humano, el vaciamiento del espíritu, el abandono a la voluntad del poderoso y el atropello a la dignidad humana.

El concepto de daño antropológico es también observable en los aportes del filósofo cubano Virgilio Toledo López, quien en su obra Daño antropológico y derechos humanos en Cuba, define a este proceso de lesión colectiva de la siguiente manera:

“Nuestra sociedad vive un proceso de descomposición que es preocupante. Cada vez más, se aprecia la división entre las personas que tienen poder de gestión, de dinero y de saber, y los ciudadanos que necesitan solucionar sus problemas o necesidades. Estos últimos tienen que emplear en esos propósitos muchas energías y un tiempo que excede las fuerzas humanas porque no disponen de ninguno de esos poderes”. (Toledo, 2009).

El proceso de daño antropológico embrida maldad por demás, perversión y lesiona la moral, justo allí hace yuxtaposición, con el diagnóstico común del hombre de a pie, quien advierte un quebranto social, un daño moral o crisis de valores, de nuevo Virgilio Toledo define la gravedad del daño antropológico en la esfera moral al indicar:

“El deterioro del sentido moral se manifiesta de varias maneras. Una de ellas puede ser cuando la persona elige libre y conscientemente asumir actitudes y actos negativos, otra es, cuando el hombre está incapacitado para discernir entre lo que está bien o mal. Desgraciadamente este es uno de los flagelos que más fuertemente azota a nuestra sociedad”. (Toledo, 2009).

Además del daño en lo moral, existe daño en lo social, en lo político y en la esfera humana, se afecta pues la condición ontológica como tal, esa condición se hace patente en el bloqueo espiritual, ciertos aspectos de sujeción político pueden llevar al individuo a un proceso de abandono, de desprecio por la progresividad, estado de catatonia de la eudaimonía, justo allí se evidencian los síntomas de la pobreza del espíritu, el abandono de la existencia propia, la desesperanza y el desapego, el lanzamiento al vacío de la voluntad heterónoma del poderoso, se someten servilmente a la irascibilidad de quienes ejercen el poder, desatendiendo en lo absoluto procesos de emprendimiento  personal que vacíen los proyectos a futuro, se vive en un estado de alerta y se sirven a espurios intereses basados en la ira, razón por la cual la moral se hace absolutamente incompatible con el ser, de este empobrecimiento  del espíritu la propia víctima no se encuentra en plena conciencia y el estado de vulnerabilidad para adicionar más daño se vuelve absolutamente nimio.

Los daños antropológicos se pueden categorizar , esa tarea fue ya adelantada por Luis Aguilar León en su  obra Reflexiones sobre Cuba y su futuro, en donde el autor clasifica seis niveles de daño antropológico, concéntricos y apilables a guisa de una matrioska abyecta, en la cual la inserción de una muñeca en otra no aplica al concepto de maternidad, fraternidad o buena voluntad, sino al hecho de compartir todos las mismas pústulas purulentas causadas por años de ruidos comunicacionales, trocados  en propaganda barata para el mal y en un proceso alevoso y perverso de intoxicación deliberada de la lengua, estas seis categorías de daño antropológico según Aguilar León son;

“1. Servilismo, 2. Miedo y represión, 3. Resistencia o miedo al cambio, 4. Falta de voluntad política y responsabilidad cívica, 5. Desesperanza, 6. Desarraigo,exilio al exterior y olvido de las raíces imposibilidad de asumir que se revierta la situación que motivó la salida o insilio, este constituye un desarraigo más doloroso pues ocurre sin irse del país y se asocia con la indiferencia colectiva, este proceso  de introspección causa severas lesiones, pues la indolencia es otra forma de pobreza del  espíritu, el daño antropológico es enorme, concéntrico e infinito una suerte de lemniscata hórrida”. (Aguilar, 2020)

Este engendro de maldad, cifrada en el daño de lo humano, hacen que el individuo sufra una suerte de “anestesia del alma” (Aguilar, 2020), los agresores cambian la historia, sustituyen los discursos de la verdad, por narrativas vacuas y ficciones perversas, pivotándose desde el naufragio de la escuela y del hogar, no hay lugar para crear un contradiscurso, que se imponga a la verdad oficial, la mentira es política de estado y la lengua tiende a mutar, entrando la perversión por las formas del habla infortunada, más que por la fuerza, un émulo de lo  ocurrido  en el III Reich, en donde el discurso de Hitler, “entró por la lengua de la sociedad alemana, más que por sus venas” (Klemperer, 2001), este daño lo vivió y lo sufrió en carne propia Klemperer, a quien podríamos definir como el filólogo de los miseros años de la Alemania bajo el imperio del nacionalsocialismo.

Son tres las víctimas de estos torvos procesos la frenética y sangrienta Venezuela de Maduro, la oscura e infernal Nicaragua de la dupla Noriega y Murillo y la Isla prisionera de Cuba bajo la mano implacable de Díaz Canel agente y paciente del daño antropológico que dispensa a sus secuestrados compatriotas, en estas tres sociedades se evidencia el bloqueo del espíritu, la no reacción, la hipnosis social, el miedo, la indolencia y la desesperanza.

En nuestro atormentado expaís se produjo un cisma en su hegemonía gobernante, los años del control chavista, la instauración desde un autoritarismo competitivo y su regresión autocrática con Chávez, produjo los queloides propios de un proceso de neolengua para demoler la democracia, así se polarizó a la sociedad, entre patriotas revolucionarios y escuálidos imperialistas, el desprecio se dirigió hacia el oponente político  devenido enemigo, pues esta hegemonía jamás ha entendido los juegos de la política y se conducen como una gansterilidad, Maduro expandió o socializó el daño antropológico, entre sus propias filas, las purgas y racias, aplicadas a sus entornos cercanos, los éxodos, escapes, juicios tumultuarios y agresiones en contra de sus otrora adláteres, dan cuenta de que el daño social se socializó, se normalizó hacia toda la población y sobre todo que nadie se encuentra a salvo, en esta suerte de reinado eterno de los mil Calígulas o Heliogábalos, gestionando iras y atropellos desde una inmensa cuna de semen y vicios, al mejor estilo de la obra de Antonin Artaud “ Heliogábalo o el anarquista coronado”.

Es imperioso rescatar los espacios de encuentro  ciudadano, por pequeños que sean a los fines de procurar la construcción de un contradiscurso que propenda al  abandono de las formas charlatanas, aviesas, abyectas y míseras de quienes se encuentran apoltronados en el poder, reconstruir una cultura política desdibujada, envilecida y que ha copiado al calco las formas viles de  quienes pretenden sustituir, se nos ha impuesto la cultura del interés crematístico, la cosificación de los ideales, un complejísimo nudo gordiano.

El reto  subyace en la recreación de espacios individuales de libertad, comenzar a ser libres en nuestra intimidad óntica, en nuestra esfera personal, abjurando  las formas del habla infortunada del opresor, reconociéndola como falsa, incompatible y engañosa con los fines de la libertad y de la solución de los temas sociales, rescatar la verdad, no simplemente como el acto de decir lo cierto, sino como  la forma para construir un paradigma sólido, un espacio en el cual desde la individualidad comencemos a vencer la atrofia en las formas de la libertad, la progresividad y el derecho  a la vida digna, blindando el lenguaje iremos haciéndonos cada vez más inocuos a los daños antropológicos, blindar el lenguaje supone usar nuestra propia lengua y no la neolengua  para dominarnos, esta reversión del daño antropológico lo consiguieron sociedades como la checoslovaca, de ello da cuenta Vaclav Havel, en su obra El poder de los sin poder, quien expresa textualmente:

“Cuando se ahonda la crisis del sistema totalitario hasta el punto en que es evidente para todos, y cuando un número cada vez de personas logra emplear su propio lenguaje y rechazar el lenguaje charlatán y mentiroso del poder, la libertad se encuentra sorprendentemente cerca, incluso a corto alcance” (Havel, 1990).

Nuestro daño es masivo, humano, antropológico y ontológico, pero aún contamos con los cada vez más acotados espacios para la conciencia crítica, aún el espíritu hace estertores para no fallecer y terminar de bloquearse, el servilismo le resulta cada vez más costoso a un régimen devenido imperio hamponil y gansteril, cada vez es más complicado cubrir el hedor y la peste de la cacocracia, de los peores en el poder y cual guisa de jauría licantrópica, se muestran las fauces desnudas frente a la carroña en la cual han convertido al país, la esperanza de revertir esta pesadilla esta en la gnosis individual de cada quien, que decida interactuar para crear espacios ciudadanos de valores y verdaderas virtudes democráticas, en esa hendidura clandestina se gestaría la Venezuela de la justicia erguida y la democracia plena.

Referencias

Aguilar, L. (2020). Reflexiones sobre Cuba y su futuro. Miami: Universal.

Austin, J. (1962). Cómo hacer cosas con palabras. Massachusetts: Universidad Harvard.

Haidegger, M. (2012). El ser y el tiempo. Madrid: Trotta SA.

Havel, V. (1990). El poder de los sin poder. Madrid: Encuentro.

Klemperer, V. (2001). Lenguaje del III Reich. Barcelona: Minúscula.

Toledo, V. (2009). Daño antropológico y Derechos Humanos en Cuba». Madrid: Hisponoamericana.

Valdés, D. (2006). Daño Antropológico en Cuba. Varsovia: Lech Walesa.