“El ocaso de Occidente refulge en la crisis sociocultural de la agenesia y en la enfermedad de la génesis autófaga”. Luis Sáez Rueda
Los Estados Unidos de América son mencionados y como por antonomasia, Occidente. Se trata sin embargo de reconocer en ese país, y como el sedimento de todos los sedimentos de un curso como de todas las aguas, el símbolo del modelo de civilización greco, judeo, cristiano, eurocentrico pero, mucho más experimentado y con ello, desgastado.
Así las cosas; es Estados Unidos portador de los valores que, de suyo caracterizan al producto de dos mil quinientos años de tránsito existencial y, resumido como libertad, cristianismo, derechos humanos, imperio de la ley, capitalismo, justicia social, tolerancia y respeto, pluralismo y otros principios que legitiman a un homo que vive con una exigencia ética y moral, personal y social, como una demanda sistémica que, lo pone a prueba constante.
El entorno del que forma parte Estados Unidos, pero no lo agota sino todo lo contrario, es ese mismo que los llevó a participar en dos guerras mundiales, lejos de sus fronteras no obstante y que lo incluye, a ratos a regañadientes. Estados Unidos es Occidente, pero Occidente es una complejidad que solo se entiende a partir del examen de su tallado educativo y subjetivo civilizatorio y del ascendiente que como un prisma irradia en mayor o menor medida a todos los continentes. Es una cultura, una misión, una visión y una formulación existencial del “ubi homo, ibi societas, ibi ordo, ibi jus” que describían los latinos.
Los referentes y parámetros que signan a Occidente conocen por cierto ahora otra de sus cíclicos aprietos, como aquello que Spengler diagnosticó pesimista pero que Toynbee dejó ver, podría ser resuelto por las fuerzas sociales y sus renovadas capacidades, aunque es propio de los procesos históricos, una fase decadente, desintegradora y disolvente. El descenso, la caída, el hundimiento reflejaría la némesis incoada en los excesos. Ya nos advirtió Aristóteles, “nada en demasía.”
Para sincronizar, convoquemos al análisis, el “tour de force” o prueba de sustentabilidad, recientemente encarado por Occidente y, superado exitosamente en los primeros cincuenta años del siglo XX y especialmente, en las décadas posteriores a la conflagración que trajo el nacional socialismo y, en alguna medida, el socialismo soviético porque, esa ideología, compartía y disentía sin dejar de ser enteramente una resulta aviesa, ominosa, sórdida y vergonzosa de occidentales. Pero, puede y debe decirse que los aliados. no solo se salvaron ellos sino que salvaron a occidente y haciéndolo, salvaron al ser humano y por cierto, la propuesta socialista tiene en su ADN, genes liberales solo que, no prevalecen pero, pugnan todo el tiempo por irrumpir. Es una faceta de la dialéctica.
Pero hoy en día, Occidente pareciera horadado desde adentro, desde sus propias bases, desde sus ideas liminares y otrora, seguridades. Ya dijo el papa Francisco que, vivíamos, “un cambio de época y no una época de cambios.”
En efecto; la organización internacional que siguió a la segunda guerra mundial y modeló un escenario de clara esencia liberal y así, con la imagen de marca de occidente, esta venida a menos por no decir, abiertamente en trance.
El hombre libre porque, allí radica la sustancia de su humanidad pero, también comunitario; el homo politikon pues, cede su espacio a otra pretendida versión que trastoca libertad con individualidad, especificidad, identidad relativizando el concepto y desde luego enrareciéndolo para simular lo que no es. ¿El hombre para ser libre debe ser distinto a los demás, a la mayoría de los otros hombres? Mucho para discutir sobre lo que es hoy el hombre si, cada uno prefiere la fantasía de la originalidad. Vuelvo a citar al catedrático español Agapito Maestre, “lo común nace de lo diferente…”
Siguiendo el plan del artículo, anotaremos que luego de la crisis del 2008/2009 la economía perdió confianza y el Covid19 irrumpe insolente, en su perniciosa influencia, más dañino que lo previsto y más duradera su enervante presencia además. Sorprende que la pandemia alcance a USA, Europa, América Latina con una intensidad muy superior a Asia y en especial a China que, sigue su crecimiento “a tambor batiente.” Muestra China también una fortaleza interior que se constituye en una ventaja determinante en su disputa por el liderazgo. China es poder y Estado y no descolla el hombre sino la masa en su historia pero, para muchos devienen un paradigma.
El tema del medio ambiente y la certeza del cambio climático con sus visibles consecuencias para la vida del planeta no son, lamentablemente, apreciados de la misma manera y acá aparece un trazo de disolución inclusive entre la cosmovisión de Europa y aquella de USA, al menos, en el gobierno de Trump, pragmático y cortoplacista como lo hemos visto actuar y discursear.
El aislamiento no protege de las manifestaciones de un proceso de depredación en curso, como resultado del modo de producción y consumo que lo ha originado y peor aún, del desdén como se lo trata la primera potencia del mundo y también la más contaminante. No es una imputación simplemente sino una constatación, a los fines de responsabilizacion. ¡Cuánta falencia exhibe el orbe en la materia!
El uso de la energía fósil, petróleo y carbón, se ha revelado, perjudicial, insana, nociva pero, no por ello, se asume el reto de ofrecerse otro modo de animación y movimiento con la premura que la gravedad de la situación reclama. La demora es tan dañosa, la omisión tan gravosa como la circunstancia denunciada.
Hay numerosos comentarios que como cuentas de un rosario podríamos mencionar pero, agregaré el arrebato nihilista que se tropieza a cada rato. Negar todo lo que constituían las seguridades y fortalezas de occidente se acota a una suerte de nihilismo tecnológico que confunde progreso como instancias que superan todas las formas de entidad y espiritualidad, incluida la tradición y la cultura.
El espectáculo ocupa el espacio y la velocidad de la vida, la instantaneidad de que escribía Paul Virilio, el dígital reflejo, el ordenador que contiene la información pero que no por ello forma al homo bonus de Catón , y lo contrae a ser otro producto y no un productor, un creador diría Toynbee que, es lo que requeriría este instante civilizatorio para superar el jaque en el que se desenvuelve; abstruso, inseguro, materialista, superficial, hedónico en su tormentosa dualidad, epidérmico, autista.
Mencionábamos el relativismo que como un virus se inocula e inficiona de debilidad, fragilidad, inconsistencias a los principios definitorios y destaco, el asalto a la institucionalidad como un giro presente por doquier. La justicia es incierta, inasible sino, favorable a una búsqueda para justificar y no para cuidar el equilibrio en la sociedad.
En ese escenario conoce el líder y principal responsable de Occidente, una tremenda dificultad existencial; es una crisis divisoria, alienante, segregacionista, marginalizante que expone su sociedad a una centrifuga intensa, que la licúa realmente como diría Bauman, de sus fundamentos básico, de sus ideas rectoras, de sus anclajes seguros.
La mejor prueba de lo que afirmo ha sido el periodo de Trump y la campaña presidencial que aún no culmina y que ha quebrantado como nunca en la rutina de esa nación, con muchas naciones dentro sin embargo, el arquetipo de república que, no por ello deba llamársele antidemocrática.
Se ha reafirmado el talante federal de USA, aunque muchos y es comprensible, se preguntan, si no hay que actualizar el pacto constitucional que por momentos luce más que único, anacrónico y claramente antidemocrático. Jefferson, si mi memoria es buena, afirmó alguna vez, en un cruce epistolar con el famosísimo e histórico juez de la CSJ John Marshall que, las generaciones futuras tendrían razones para revisar y eventualmente escribir su propia constitución.
Es angustiante para el mundo y no solo para USA que, pasen los días y luego del día de la elección, solo haya diatriba, polémica, amargura, odio, manipulación y un granero de fake news inclusive y con ello, cabe recordar como lo hace mi entrañable amigo el profesor de economía de la UCV Antonio Paiva, al tal vez, en mi opinión, mas grande economista de la historia; John Maynard Keynes y, una de sus frases a jamás olvidar, “Nunca ocurre lo inevitable, siempre ocurre lo inesperado.”
Lo cierto es que Occidente parece mareado, vacilante, a la defensiva de si mismo además y, el rol de Estados Unidos que, antes de Trump asumía el rol de gendarme del mundo, propio de la República imperial como afirmara Raimond Aron, tal vez traiga a la historia y como protagonista la tragedia anunciada como una profecía, del ocaso de Occidente y ello, como un dominó cuya primera piedra en caer sea la del coloso del norte, hoy en día, harto de sí mismo.
Veremos entonces hacia dónde vamos, porque preocupa bastante dónde estamos.
@nchittylaroche
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