“El primer desarrollo de una conciencia auténtica consistió en edificar una conciencia del pasado”. Kahler, epígrafe de Mensajes sin destino de Mario Briceño Iragorry.
Acuerdo mi reflexión a nuestra actual situación como nación y confieso sentir la necesidad de releer nuestra historia y, especialmente, hacerlo desde el análisis de aquellos que dedicaron a ese compendio de hermenéutica de tantos y de cada uno de los testimonios y glosas su ardor y sus conclusiones. Son varios compatriotas que nos lo legaron y tengo entre manos, como un latir en la consciencia, a don Mario Briceño Iragorry.
Sin dudas, el trujillano fue y por su legado es un patriota ciudadano. Atento al acontecer, activo en el espacio público y crítico apasionado y un tanto romántico, nos ofrece un balcón distinto para el análisis. Su lectura nos conduce a verdades que no son cómodas de advertir, pero no por ello dejan de ser verdades y pertinentísimas.
Recordando un artículo del filósofo José Rafael Herrera, “Desocultación en Heidegger”, destaco en cada trazo una referencia clave. La búsqueda de la verdad implica la desocultación. Ir más lejos, más profundo, encontrar lo que no se deja ver o no se quiere, o se teme hallar.
La crisis que Venezuela conoce, intensa, gravosa, crucial, debe ser auscultada no solo en el plano de sus dirigentes sino de su pueblo. De lo que somos y fuimos para comprender lo que nos acontece. Es menester establecerlo para explicarnos la complejidad que nos hga convertido en disfuncionales o desciudadanizados, según se vea. Una crisis de pueblo.
No tengo dudas con respecto al asalto de la mediocridad de la que somos testigos y cómplices necesarios en estas últimas décadas, y cuya víctima es la patria, la república, la justicia y el pueblo más pobre. Lo peor del gentilicio fue convocado con su bajo psiquismo y su procacidad. Tampoco reaccionamos en cuanto a su naturaleza venal. Fracasaron estrepitosamente los revolucionarios y no por ello se han dado por enterados ni tampoco se los hemos reclamado como merecen.
Es asombroso su crimen y más aún que lo haya el pueblo tolerado o simplemente, que se desentienda. Dejarlos hacer es agregar al desengaño de una revolución, el fiasco nuestro como sociedad política. Y cabe agregar que hemos también nosotros errado. No hemos estado a la altura de la tragedia que pugna por aniquilarnos como aspiración de trascendencia.
Schumpeter veía en las elecciones no solamente un mecanismo de ejercicio de la ciudadanía, sino también un control del poder. Ello se confirmaría en aquellos escenarios en que la ciudadanía es más que la asistencia a los comicios. Supone un acto electoral serio y reflexivo; en resumen, responsable.
La democracia se viene a menos en el mundo por variadas razones, una de ellas es la adulteración de la soberanía, que no escoge racional lo que piensa, sus valores y principios, sino que se deja mediatizar por la inmediatez, la contingencia o, aún más grave, el imperio del espectáculo.
Una democracia madura como la norteamericana es víctima de los nuevos actores, venidos como un producto y desde el marketing a quebrantarlo todo y administrar, cínicos, los sentimientos de inconformidad, pero también las amarguras, rencores y arrebatos irracionales.
Trump es un formidable ejemplo de lo que afirmo y a pesar de violar sistemáticamente la Constitución y haber instigado un golpe de Estado, exhibe cuotas de popularidad que solo pueden explicarse en la más absoluta incapacidad de los electores para cumplir con sus deberes como contralores destinatarios del poder, ante el detentador que los usa mórbido.
¿Qué había hecho Chávez para devenir en una suerte de mesías al que se le delegó el poder y la soberanía misma? Además de la conocida intentona del 4 de febrero de 1992, malograda asonada que solo trajo muerte, destrucción, pérdidas materiales significativas y popularizó la sedición, al extremo que otros zafios de uniforme se lanzaron otra aventura el 27 de noviembre del mismo año. Por ese personaje votó el país y lo ungió la sinvergüenzura institucional y la organización social en el adalid de la demagogia y la catástrofe económica del país.
Fue un voto esquizoide y ni mencionar ese voto reiterado y fiel ante la evidencia del mayor desastre que se haya visto en la historia del continente y tal vez solo comparable con episodios atrabiliarios y patológicos como aquel de Hitler o ese otro de Pol Pot en Camboya. Me refiero al daño practicado, inferido al país y a su gente. Hago reminiscencia de Pío Gil y aquel relato de Los Felicitadores. Y aún hay quienes añoran al promotor y forjador del salto al despeñadero que nos arruinó.
Es menester encarar el naufragio y arrostrarle a nuestra gente la autenticidad de lo que nos ha desgraciado y contaminado, las falencias que nos han reducido en todos los órdenes y ese impulso que nos está lisiando como nación de confundir la paz con la resignación. El poder debe ser controlado y es evidente que la ciudadanización es un paso impajaritable en ese propósito. Seamos responsables con nuestras decisiones políticas y no frivolicemos nuestra ciudadanía. Nos va la vida en ello.
@nelson_chitty