¿Israel es como la vieja Esparta o como Roma?
Muchos en estos últimos meses describen a Israel como una “Esparta” de nuestros días. En esa mirada quizás se quiera poner el acento en estado de permanente alistamiento de la población en “edad militar” (término equívoco si lo hay…) para atender a las demandas que la defensa del país requiere. Esa mirada “espartana” de Israel, a mi juicio, no es la adecuada, pues la Esparta de la Grecia Clásica era una Ciudad Estado donde la principal actividad era la guerra y los ciudadanos no prestaban interés relevante en otras cosas, con excepción de la política.
A mi juicio Israel se parece más a la Roma de su período republicano que a Esparta. En esa Roma posterior a los tiempos monárquicos (509 / 27 a. C.), esa Roma “republicana” de Marco Manlio Capitolino, de Tiberio Graco, de Quinto Hortensio, de Mario y Sila, etc., conformaba sus ejércitos con los ciudadanos que abandonaban sus quehaceres de tiempos de paz para servir en las “legiones”. Esa Roma tenía como Israel un “staff” de soldados profesionales que obraban como una suerte de “núcleo duro” a partir del cual se adiestraba al novel soldado y a la vez se formaban las legiones que luego combatirían.
En modo alguno considero un demérito calificar como una “Esparta” a Israel. De hecho les aseguro que entre los militares del mundo ser considerado un soldado espartano significa que el así calificado es una persona dedicada, extremadamente profesional, austera y dispuesta a asumir las tareas más demandante con enorme coraje. Lo que pasa es que Israel no es una sociedad de soldados, sino una de ciudadanos con diversas profesiones y oficios que poseen como esos romanos de los siglos republicanos la capacitación y la voluntad de servir cuando la defensa del Estado lo requiere. En un todo están dentro del “ideal” de ejército que Maquiavelo propugnaba para la Italia de sus atribulados días.
¿Cuánto más puede aguantar Rusia peleando la guerra europea?
Casi las mismas voces que vaticinaban que Rusia sucumbiría a las sanciones Occidentales hoy nos aseguran que Rusia no puede seguir combatiendo por mucho tiempo más. No atribuyen eso a la falta de hombres para pelear (recientemente se conoce que Rusia recibe voluntarios para pelear que superan la necesidad mensual de incorporación) sino que sostienen que dedica un esfuerzo militar que no podrá sostener.
Así expresada esa afirmación aplica casi a cualquier nación de la tierra que no sea una Gran Potencia. Ninguna puede pelear indefinidamente. Todas, absolutamente todas, tienen un punto en el que no pueden seguir haciéndolo. De hecho la OTAN ya hace meses evidenció por boca de su Secretario General y otros funcionarios civiles y militares que no está en condiciones de enfrentar una guerra de las características de la que hoy se libra en Europa.
También en los hechos Ucrania pasó la línea de poder sostener una guerra sin ayuda en Abril de 2022 y sólo ha podido continuar la lucha por el sostén logístico, económico y de “contratistas” que desde la OTAN se le ha hecho llegar. Pero volvamos a Rusia. Al respecto hay varias cosas por expresar: Recordar que es una de las tres Grandes Potencias y que por un lapso de casi 20 años se preparó para una guerra como la que está librando; Rusia no ha movilizado a la totalidad de su población para afrontar esta guerra, lo que hace que la masa de la misma continúe con sus actividades privadas; Es cierto que una parte mayor de su industria de defensa opera en ciclos de 24×24 los 365 días del año y también los es que en la práctica se ha “retirado” del mercado global de armas por focalizar su esfuerzo a la guerra europea; Rusia no presenta ningún indicio de escasez de bienes o servicios en su población, y no me refiero a lo mínimo necesario para subsistir, sino para llevar un nivel de vida propio de naciones desarrolladas; Sin dudas que Rusia no puede dedicarse a hacer la guerra por siempre jamás.
En ese camino alcanzará sin dudas un punto de quiebre. Lo que los analistas no mencionan es que tal como está la situación en Ucrania no hay indicio alguno que haga pensar que Rusia tiene apremio por finalizar la guerra. Por el contrario, a lo que se asiste es a una acción metódica de destrucción de todo lo que Ucrania le pone adelante. ¿Cuánto tiempo puede prolongarse esto?; no creo que la respuesta dependa de los medios que dispone Rusia sino del contexto en que la guerra se lleva adelante. He mencionado muchas veces que pienso que Rusia tendría que buscar terminar la guerra cuanto antes, para evitar que se pudieran generar situaciones que coloquen al mundo al borde de una Tercera Guerra Mundial. En esa situación la posibilidad de maximizar las ganancias se acotan para Rusia salvo que pretenda arriesgarse a montar un “Juego de la Gallina” con Estados Unidos (pregunta que también habría que hacerla en Washington). Veremos.
Cerramos con las acostumbradas recomendaciones de mi “inútil biblioteca”: SUPPLYING WAR por Martin van Kreveld, basándose en una amplia gama de fuentes inéditas y no explotadas anteriormente, van Creveld examina los “elementos prácticos” de la guerra: es decir, esos formidables problemas de movimiento y suministro, transporte y administración, tan a menudo mencionados (pero raramente explorados) por la gran mayoría de los libros sobre historia militar. Al hacerlo, extiende su red a lo largo y ancho, desde Gustavo Adolfo hasta Rommel, desde Marlborough hasta Patton, sometiendo las operaciones de cada uno a un análisis exhaustivo desde un punto de vista nuevo e inusual. El resultado es este libro fascinante que tiene algo nuevo que decir sobre prácticamente cada una de las campañas más importantes libradas en Europa durante los últimos dos siglos. Además, al centrarse en la logística en lugar de en las tácticas y estrategias más tradicionales, el Dr. van Creveld también puede ofrecer una reinterpretación de todo el campo de la historia militar moderna; AFTER HEGEMONY: COOPERATION AND DISCORD IN THE WORLD POLITICAL ECONOMY por Robert O. Keohane, este libro es un estudio exhaustivo de la cooperación entre los países capitalistas avanzados. ¿Puede persistir la cooperación sin el dominio de una sola potencia, como Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial?, para responder a esta apremiante pregunta, Keohane analiza las instituciones o “regímenes internacionales” a través de los cuales se ha producido la cooperación en la economía política mundial y describe la evolución de estos regímenes a medida que se ha erosionado la hegemonía estadounidense. Refutando la idea de que el declive de la hegemonía hace imposible la cooperación, considera los regímenes internacionales no como sustitutos débiles del gobierno mundial sino como dispositivos para facilitar la cooperación descentralizada entre actores egoístas. En el prefacio, el autor aborda la cuestión de la cooperación después del fin del imperio soviético y con el renovado dominio de Estados Unidos en materia de seguridad, así como los estudios recientes sobre cooperación; THE FUTURE OF POWER por Joseph Nye, donde el autor ofrece una nueva narrativa del poder que considera los cambios, las innovaciones, las tecnologías audaces y las nuevas relaciones que están definiendo el siglo XXI. Muestra cómo los recursos energéticos se están adaptando a la era digital y cómo las estrategias energéticas inteligentes deben incluir más que la fuerza militar de un país. A principios del siglo XXI, Estados Unidos, que no tenía rival en fuerza militar y en posesión de los recursos mundiales, era indiscutiblemente la nación más poderosa del mundo. Hoy, China, Rusia, India y otros países están aumentando su participación en los recursos energéticos mundiales. La información que antes estaba reservada al gobierno ahora está disponible para el consumo masivo. Internet ha puesto literalmente el poder al alcance de agentes no estatales, lo que les permite lanzar ciberataques desde sus hogares. La era cibernética ha creado una nueva frontera de poder entre los Estados, llena de oportunidades para los países en desarrollo. Para permanecer en la cima del poder mundial, Estados Unidos debe adoptar una estrategia diseñada para una era de información global.
@J__Benavides