Apóyanos

Nosferatu, la triste historia

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

La idea se le ocurrió al irlandés Bram Stoker en 1897: fundir en una novela las leyendas centro europeas del vampiro con la figura histórica de Vlad Tepes , Voivode de Walachia en el siglo XV, héroe rumano, defensor de su país frente al embate otomano con métodos brutales entre los cuales sobresalía el empalamiento. Pertenecía a la orden del Dragon, Dracul, de donde su nombre artístico: Drácula. En la Alemania de  1922, unos productores audaces le encargaron al director Friedrich Wilhelm Murnau la dirección de Nosferatu, una sinfonía del horror, adaptada al entorno local. En el proceso cambiaron los nombres para no pagar derechos de autor a la viuda de Stoker que mandó a secuestrar y quemar las copias, empresa en la cual, por suerte, no tuvo éxito. Algunas copias sobrevivieron y hoy es considerada una de las grandes películas del cine. El Orlok /Drácula de Murnau es un enanito contrahecho, de incisivos largos y manos enormes que inspira más repulsión que miedo, a pesar de poder desencadenar terribles males terrenos. Es uno de los tantos monstruos del cine alemán del período que prefiguran a Hitler.

En 1931 los estudios Universal de Hollywood produjeron un Drácula parlante protagonizado por un húngaro de voz melosa y modales refinados llamado Bela Lugosi. Su elegancia y buen porte contrastaba con el aire de roedor deforme de su antecesor germano. Cuando en 1958, los estudios Hammer de Inglaterra relancen al Conde en una saga que durará tres quinquenios, este aspecto de dandy noble y distante se reafirmará de la mano de otro Drácula célebre: Christopher Lee. En 1979, un director inquieto y amante de personajes extremos, Werner Herzog volverá sobre los pasos de Murnau con Nosferatu, fantasma de la noche. Su actor fetiche de la época, Klaus Kinski, era un sosías del de Murnau y la película seguía a su hermano mayor de setenta años atrás plano por plano salvando un final mucho más pesimista, en la onda del director. En 1990, Francis Coppola dirigió un Bram Stoker’s Dracula muy estimable, pero en el cual la palma se la llevaba no el villano, sino su némesis, el Dr. Van Helsing, que componía un Anthony Hopkins desmelenado y fuera de sí, acaso un alter ego del director. En el camino quedaron cientos de imitaciones, aspirantes y falsarios que poblaron el camino de los Cárpatos al séptimo arte sin aportarle mucho al personaje que nunca dejó de tener sus seguidores.

Para el cine, la tragedia de su inmortalidad estaba siempre presente en sus dos facetas, una deforme, jorobada, emergiendo de la suciedad y las ratas como prolongación existencial de La peste de Albert Camus, la otra, elegante, distante, contemplando al mundo con los ojos del poder y del mal. Ambos tenían un fuerte contenido erótico, en uno como ansia del monstruo que el mundo rechaza, en el otro como tragedia del que puede poseer a una mujer sabiendo que en ese acto la contamina y destruye.

“Aquellos que ignoran la historia del cine están condenados a ver remakes”, sentenció alguna vez Guillermo Cabrera Infante. Este Nosferatu de 1922 es un regreso, en nombre y trama al original de 1922, filme al cual apela una y otra vez. Drácula vuelve a ser Orlok y los demás protagonistas adoptan los nombres con los cuales esquivaban el pago de derechos de autor. Pero falta en esta nueva entrega alguna novedad que justifique la empresa. El villano es una caricatura de acento inglés con toques rumanos, voz cascada y manos que reclaman a gritos una sesión de manicure y el director parece confundir el horror con el asco. Una vez más apela al recurso de las ratas y carga a su pareja protagonista con los males de la Inglaterra victoriana, con sus histerias freudianas a cuestas. Para curarlas hay un Van Helsing/Von Franz que pendula entre el creador del psicoanálisis y el ocultismo y al final se decide por las estacas, cuando el tedio ya se ha instalado en la platea y una imposible sesión de reproches, violencia machista contra la mujer con violación y todo ha dado al traste con todo posible rescate de la película. El pope mayor de las criaturas de la noche no merece este disparate de formas ripiosas, pretencioso e innecesario. Es cierto que los vampiros nunca mueren, máxima que, en el caso del cine, es irrefutable. Pero al lado de Max Schreck, Bela Lugosi, Christopher Lee o Gary Oldman, este pobre Drácula es apenas una parodia. Los vampiros nunca mueren, a veces lo que están es mal enterrados.

Nosferatu. EE UU, 2024. Director Roger Ebberts. Con Bill Skarsgard, Nicholas Hoult, Lilly Rose Depp, Willem Dafoe.

Noticias Relacionadas

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional