I.
En estos tiempos tan poco amables e inciertos que vive el planeta, reitero las dudas y, sobre todo, los temores que manifesté antes de las elecciones norteamericanas que culminaron designando por segunda vez a Donald Trump, como inquilino de la Casa Blanca.
Aspiro haber oído mal y creer que este hombre uniformado de traje azul y corbata roja (suerte de amuleto, imagino), no dijo lo que dijo en sus discursos y entrevistas durante toda la campaña, en ambos casos envueltos en palabras como odio, racismo, machismo y xenofobia (denunció a los inmigrantes por comer mascotas y se lamentó de que no fueran los noruegos quienes se residenciaran en Estados Unidos). Y por otro lado, reiterando su propósito de construir un muro en la frontera con México para impedir que los emigrantes pasaran a los Estados Unidos, tarea que le quedó pendiente en su gobierno anterior.
Ojalá me haya confundido cuando algunos amigos, con quienes compartía la celebración (cervezas de por medio) de una victoria de los Tiburones de La Guaira, me citaron unos cuantos mensajes provocando la polarización norteamericana en torno a diversos asuntos, alimentando la fracturación del país, trazando líneas que delimitan varios espacios para separar a amigos y enemigos, a nosotros de ellos.
II.
Habiendo obtenido una votación tan grande que los republicanos contaran con la mayoría en ambas cámaras), ojalá no se le haya ocurrido a Trump (perdón por la ingenuidad, claro que se le ocurrió) eliminar o debilitar la división de los poderes que retratan el sistema democrático.
Me sorprendió, aunque no tanto, que el Partido Republicano se decantara en el “trumpismo”, conforme ha escrito recientemente un politólogo cuyo nombre no recuerdo, argumentando que no representa un partido, sino un movimiento social y cultural, del que es líder indiscutible.
III.
Lo que sí me esperaba era que Trump apelaría a las redes sociales, pues la política actual transcurre de manera cada vez más decisiva en ese ámbito. Pero me pescó fuera de base su alianza con Elon Musk, quien, además de donarle, junto a otros dos multimillonarios unas cuantas toneladas de dólares, destinados respaldar su candidatura y por si esto fuera poco le puso a la orden la empresa X (antes Twitter), recientemente comprada por él y que fue utilizada para empapar de información de todo tipo, entre la población votante. También, y, sobre todo, para infiltrar las redes con desinformación, considerada ésta como el problema más grave que sufre el mundo.
No es tema que quepa en estas líneas, pero resulta imposible no advertir que se nos perdió la certeza sobre las cosas. Ahora imperan la posverdad y la deep fake, que es la versión en video de aquella, dando lugar a las denominadas “verdades alternativas”. En suma, hoy en día la realidad no pasa de ser una creencia. Gana “mi” verdad y pierde la verdad. A lo ya comentado ha de sumarse el hackeo desde el exterior, del cual ya hay evidencia en estos comicios, provenientes de China e Irán. La consecuencia de todo lo antes expresado es, nada menos, que el desvanecimiento de política, dado que no hay una realidad compartida que la haga posible.
IV.
La nuez propagandística de Donald Trump fue “Make America Great Again”, descrito popularmente como el “sueño americano”, expresión de una sociedad ideal para quienes viven allá e igualmente para los que migran y se radican en Estados Unidos. Debo mostrar, pues, mi último desacuerdo con esta valoración, y el uso que le da Trump con el fin de motivar el voto a su favor.
En efecto viendo lo que uno ve y oye lo que le cuentan sobre la realidad norteamericana, cuesta mucho creerlo. Y si, por otro lado, uno revisa algunos documentos que explican y grafican con cifras, el sueño se le vuelve una pesadilla, pues muestra una nación fracturada, socialmente muy desigual, descolocada geopolíticamente y que no encuentra cómo encarar la globalización ni, además, superar la enorme debilidad de los cimientos que hoy en día, sostienen la civilización humana.
VII.
Pocos días antes de que terminara la campaña, Donald Trump declaró que, si “Dios cuenta los votos, yo gano las elecciones”. Ciertamente yo no veo a Dios en esa tarea, pero de que ganó, ganó.
En todo caso, ojalá Dios nos agarre confesados.