“Nos ocupamos del mar, y tenemos dividida la tarea. Ella cuida de las olas, yo vigilo la marea. Es cansado, por eso al llegar la noche, ella descansa a mi lado. Mis ojos, en su costado”. “Nos ocupamos del mar”. Alberto Pérez.
Es curiosos como, con el paso de los años, tu percepción del mundo empieza a cambiar, en algunas materias razonablemente y en otras, radicalmente. Sin duda, es un proceso normal, fruto de la experiencia en su más amplio sentido. Algunos cambios son nimios; yo, por ejemplo, en mi caso, he pasado de preferir la carne a disfrutar del pescado. Es un cambio, indudablemente. No voy a decir que ahora me gustan las acelgas y la fabada, pero donde esté un buen bacalao al PilPil, que se quite un cachopo, que también me ha apasionado y me apasiona. En el caso de mi mujer, Maricarmen, el cambio ha sido al contrario. De no poder soportar la carne poco hecha, a buscar los restaurantes donde sirvan un buen steak tartar, y disfrutar con ello.
Otra cosa que he notado es que antes yo siempre tenía calor y ahora siempre tengo frío. En el caso de Maricarmen es al revés; ha pasado del frío al calor. Estoy empezando a preguntarme si Maricarmen es un poco como Courtois, que espera a ver por donde voy a tirar el penalti, para lanzarse a pararlo. Total, que antes dormíamos con manta en verano, cuando yo tenía calor y ahora con colcha en invierno. Puede que sea algo hormonal, aunque hoy en día esto no pueda decirse; el hombre y la mujer son radicalmente distintos, en lo físico y en muchas otras cosas. Esto no quiere decir que sean radicalmente opuestos, sino distintos. Este empeño de la igualdad mal entendida que ahora prevalece en nuestra sociedad no está haciendo sino perjudicar a la mujer. Nunca tan acertada la cita de Ismael Serrano: “¿Quién me defenderá de quien me quiere?, de la paz de sus embargos, de sus alquileres”.
Esta cajera que juega a ser ministra está perjudicando enormemente a las mujeres de este país. El problema no es que ella no se dé cuenta. El problema es que hay muchas mujeres que tampoco se dan cuenta. ¿Ustedes contratarían a una persona que, por ley, puede darse de baja cinco o seis días cada mes? Yo tampoco. Sirva como ejemplo, a ver si espabilan estos ministrillos antes de que sea tarde.
Decía William Golding, novelista y poeta británico: ”Creo que las mujeres están locas al pretender ser iguales a los hombres. Son bastante superiores y siempre lo han sido. Cualquier cosa que des a una mujer, ella lo hará mejor. Si le das esperma, te dará un hijo. Si le das una casa, te dará un hogar. Si le das alimentos, te dará una comida. Si le das una sonrisa, te dará su corazón. Engrandece y multiplica cualquier cosa que le des”. Salvando las distancias inherentes a la época histórica, estoy completamente de acuerdo con Golding. ¿Igualdad? ¿Para qué?.
“También cuidamos la tierra, y también con el trabajo dividido. Yo troncos, frutos y flores; ella riega lo escondido. Es cansado, por eso al llegar la noche ella descansa a mi lado. Mis manos, en su costado”. “Nos ocupamos del mar”. Alberto Pérez.
Volviendo al tema inicial, hay cambios, sin embargo, mucho más sutiles, pero que son los realmente importantes en tu devenir vital. Yo siempre he sido bastante individualista, en el sentido puramente sintáctico del término. “Individualista: tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás y sin sujetarse a normas generales”. Me gustaba actuar solo, decidir solo, trabajar solo. Se discute menos.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, no solo me he dado cuenta de la importancia del equipo, y no hablo a nivel profesional, necesariamente, sino en todos los ámbitos de la vida, sobre todo el familiar; también, a raíz de esta constatación, me he dado cuenta de que cada vez me encuentro más cómodo en equipo y que las cosas, lógicamente, se resuelven más fácilmente y mejor que si te lo cargas todo a la espalda y, bajo tanta presión, te rompes, que es lo normal.
Así que, el otro día, en casa, durante la cena con mis hijos y mi mujer, realicé uno de esos experimentos que tanto me gusta hacer. Hablábamos de estas situaciones apocalípticas que han puesto tan de moda el cine y sobre todo las series de televisión, tales como Walking Dead y similares, circunstancia que aproveché para preguntarles a mis hijos a quien querrían en su equipo en caso de apocalipsis. Mi intención, realmente, era conocer qué clase de virtudes, aptitudes y actitudes son las que valoran las nuevas generaciones.
No fue muy fructífero el experimento social, ya que las preferencias de mis hijos iban más bien en la línea de Will Smith y personajes similares. Es cierto, sin embargo, que básicamente todos incluían el bloque familiar, incluidos los abuelos en el caso de Jorge, el pequeño de la casa. Es curioso como los demás no pensaron en sus abuelos, no porque no los quieran, por supuesto, sino porque en su cabeza estaban configurando un grupo fuerte, que pudiese ayudarles a sobrevivir en tal caso. Jorge, sin embargo, pensó en aquellos a los que podría proteger, demostrando, una vez más, que cada persona tiene una personalidad diferente y marcada, influida, sin duda, por su educación y contexto, pero no de forma determinante.
Así pues, en esta ocasión, caí en el lazo que había preparado para el resto y me descubrí a mí mismo tratando de contestar a la misma pregunta. Y curiosamente, al margen de afinidades y cariño, descubrí, con gran sorpresa, pero con gran alegría, que incluiría a los cercanos, a mis hijos, pero sobre todo, incluiría a mi mujer.
De lo dicho anteriormente, no tengo que explicar por qué incluiría a Jorge. No obstante, lo voy a hacer; tener en tu equipo alguien que, ante una situación de peligro va a pensar más en el resto que en uno mismo, sin duda es una pieza imprescindible para llegar al éxito. Determinado a ayudar, a Jorge la frase que le distinguía de pequeño, cuando queríamos ayudarle era “yo solito”.
Una piedra sobre la que levantar el muro.
A mi hijo Javier, sin embargo, lo incluiría por su entusiasmo, su dinamismo y su búsqueda de opciones. Recuerdo muy bien esos meses del confinamiento en los que para mí, en general, los adolescentes como mis hijos se comportaron de manera elogiable. Javier, aquí, asumió con sus hermanos el papel de capitán, organizando franjas horarias para el estudio, el ocio y el ejercicio físico, en una actuación que fue fundamental para sobrellevar aquellos meses de encierro. Yo, a alguien así, capaz de planificar y de buscar soluciones, lo quiero en mi equipo.
Juan, sin embargo, es un hombre más pausado, más interior, más reflexivo; de los que cogen una frase o una situación y la interiorizan, diseccionándola, haciéndole la autopsia y llegando a conclusiones que no están al alcance de los más impulsivos. Y, de alguna manera, sabe lo que hay en tu cabeza, cual es tu propósito y como quieres llegar a él, casi antes de que lo sepas tú, sentenciando, en ocasiones complicadas, nada más abrir la boca. La reflexión y la templanza, virtudes fundamentales en un equipo.
Y esto me lleva a Maricarmen. Maricarmen es la amalgama que mantiene unidos estos ladrillos, entre los que me encuentro. Es el pragmatismo, es la lucha, el trabajo incansable. Es quien me apacigua cuando me vence la ira, la que aporta cordura cuando los demás carecemos de ella y, por qué no decirlo, la tempestad cuando todo lo demás no ha sido de utilidad. Es quien me complementa a mí como águila bicéfala al frente de esta familia, de este magnífico equipo.
Un equipo como este es necesario, en caso de apocalipsis y en el apocalipsis diario que a todos nos toca afrontar, para cuidarnos los unos a los otros y proteger a los que, aunque han sido los más fuertes, como en el caso de mis padres, ahora necesitan ayuda y protección; y aportan otros valores también imprescindibles, como paz, calidez y amor.
Soy un hombre afortunado. Tengo un ejército fiel. No tenemos miedo. La misma mano que acaricia es la que empuña la espada.
“Todas las cosas tratamos, cada uno según es nuestro talante. Yo lo que tiene importancia, ella todo lo importante. Es cansado, por eso al llegar la noche, ella descansa a mi lado. Y mi voz, en su costado”. “Nos ocupamos del mar”. Alberto Pérez.
@julioml1970