OPINIÓN

Noruega en blanco y negro

por Gladys Socorro Gladys Socorro

Oficialismo y oposición se verán las caras nuevamente en Noruega la próxima semana, pero con una modalidad muy clara: será una especie de cónclave que una vez que arranque no debe extenderse por más de 4 semanas y del que deben salir los lineamientos definitivos para la resolución de la crisis venezolana a través de la vía electoral.

Aunque en la política los tiempos son relativos, la compleja situación del país obliga a la oposición a fijar plazos para avanzar en la salida de la crisis. Sin embargo, el asesinato del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo representa un quiebre importante en las aspiraciones de la comunidad internacional ante la posible consecución de acuerdos políticos con Nicolás Maduro y su grupito. Ratifico lo que aseguré en mi artículo del pasado 28 de mayo: las conversaciones en Oslo son la última carta pacífica para destrabar el juego. De no llegarse a ningún acuerdo, el desenlace final podría pasar a la opción bélica con consecuencias impredecibles.

Fecha de las elecciones presidenciales, depuración total del Consejo Nacional Electoral; observación, supervisión y acompañamiento internacional y la habilitación de mecanismos para que los venezolanos en el exterior puedan votar son exigencias innegociables por parte del grupo que lidera Juan Guaidó. Los ojos del mundo están a la expectativa de lo que pase. Estados Unidos, el Grupo de Contacto, la Unión Europea y el Grupo de Lima avalan las conversaciones y esperan por los resultados. El objetivo es alcanzar una salida no violenta que garantice la pacificación interna del país una vez que ni chavistas ni opositores han podido ni podrán desaparecerse entre sí. Aunque suene trillado, los gringos insisten en que todas las opciones están sobre la mesa.

Hay escenarios que aún no han sido discutidos, pero no por eso son menos importantes. ¿Es posible ir a un proceso electoral con Maduro en Miraflores? En este tema no hay consenso, pero no se consideraría un obstáculo infranqueable una vez que lo fundamental radica en el cambio del CNE y la depuración del Registro Electoral. De igual manera, las reglas de juego quedarían establecidas y supervisadas muy de cerca por la comunidad internacional. Otra pregunta que está en el ambiente es si podría Maduro ser el candidato del chavismo. En teoría esta exigencia no está entre las innegociables de la oposición, más aún cuando dentro del mismo oficialismo evalúan otras opciones que les permitan oxigenar al partido de cara a un proceso electoral. El ambiente a lo interno de los rojos está alborotado y saben que el sucesor de Chávez no es garantía de nada.

Otra de las opciones planteadas en la mesa de negociación en Noruega, pero por parte del grupo oficialista, es el adelanto de las elecciones de la Asamblea Nacional. Propondrían hacerlas al mismo tiempo de las presidenciales, ante lo que la oposición no se negaría siempre y cuando esto se traduzca en la eliminación inmediata del parapeto denominado asamblea nacional constituyente.

Las cartas están echadas. Todo es cuestión de tiempo, de semanas. El mes de julio promete ser decisivo para marcar la ruta en el restablecimiento de la democracia en Venezuela. Para acabar con las torturas, el salvajismo despiadado y la sistemática violación de los derechos fundamentales de la población es impostergable la salida de Maduro y su grupito del poder. Para ello, la apuesta mundial es por la vía electoral. Con el saneamiento del CNE es imposible que el chavismo gane cualquier elección. Si nos remontamos a los resultados del evento del 20 de mayo de 2018, la abstención superó los 11 millones de electores, cifra que por sí sola duplica los 6 millones maquillados que dicen obtuvo Maduro. La salida de Miraflores del autodenominado presidente obrero es irreversible, solo está por definirse la vía que se transitará para concretarla.

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