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Noriega, a manera de crónica

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«Lo más sobresaliente en la vida de Manuel Antonio Noriega es que hizo de la institución (militar) un instrumento, una combinación macabra entre el crimen y el narcotráfico”. Entrevista de la AFP al general Rubén Darío Paredes, excomandante de la Guardia Nacional Panameña.

La muerte de Omar Torrijos, quien en vida fue líder indiscutible del pueblo panameño, dio paso a una de las más crueles dictaduras sufridas en América Latina, la de Manuel Antonio Noriega. Sus condenas lo resumen todo. Una en Estados Unidos, de 40 años de prisión al declararlo culpable de 8 cargos por narcotráfico, crimen organizado y lavado de dinero; otra, por 7 años de prisión en Francia por blanquear en sus bancos 3 millones de dólares provenientes del cártel de Medellín; y otras tres en Panamá, de 20 años cada una, por las muertes del opositor Hugo Spadafora, del mayor Moisés Giroldi y por la llamada masacre de Albrook.

De las difíciles situaciones que atentaban contra su férrea y represiva hegemonía, precisamos que fueron tres los hechos que desencadenaron el fin de los días del dictador Noriega en el poder: El salvaje asesinato del emblemático opositor del régimen Hugo Spadafora en 1985; la acusación pública que hizo en 1987 el coronel Roberto Díaz Herrera a Noriega de tener vínculos con el narcotráfico y de haber ordenado el asesinato del general Torrijos; y, por último, el fraude perpetrado por el régimen en las elecciones presidenciales el 7 de mayo de 1989 contra el ganador Guillermo Endara.

Spadafora, un panameño idealista, revolucionario y guerrillero de causas libertarias en África, Nicaragua y Panamá, se fraguó como épico portaestandarte de la lucha del oprimido pueblo panameño contra la dictadura, aún después de su muerte. El 13 se septiembre de 1985, fue vilmente torturado y decapitado por los esbirros de Noriega. Su asesinato desencadenó una gran protesta popular y un permanente malestar que mantuvo en pie de lucha a la oposición panameña.

Sobre la acusación de Díaz Herrera, solo quedó en la incertidumbre lo relativo a la muerte de Torrijos. En el mes de junio de 1987, fue obligado por Noriega al retiro. Sus denuncias causaron gran conmoción causando protestas populares que fueron fuertemente reprimidas. La narcotiranía quedó en evidencia.

A Guillermo Endara le robaron las elecciones de mayo de 1989, en las que arrasó. Lo hicieron con el descarado robo de urnas y papeletas por parte de los militares, razón por la cual los observadores internacionales tacharon de irregulares. El Tribunal Electoral le dio el “triunfo” al oficialista Carlos Duque, candidato de los militares, con un porcentaje increíble 50,9% a 44,7%, contrastando contra el realmente obtenido por Endara con el 71,2 % de los votos contra el 28,4% del candidato de Noriega, quien se negó a reconocerlo. En su primera misión internacional, el Centro Carter dirigido en persona por el expresidente Jimmy Carter declaró la elección como fraudulenta.

Al día siguiente, los paramilitares del régimen -autodenominados “Batallones de la Dignidad”- reprimieron violentamente una manifestación contra el fraude. A Endara lo agredieron, golpeándolo en la cabeza con una barra de hierro, dejándolo inconsciente. A su compañero de fórmula Guillermo Ford también lo agredieron con saña. Todo esto ocasionó que el régimen anulara los comicios por una «interferencia extranjera”.

El 16 de mayo de 1989, luego de hablar telefónicamente con Endara, el presidente Bush, mediante un comunicado expresó su solidaridad con el pueblo panameño y su confianza de que la legítima victoria electoral que Noriega se robó sería restablecida a Endara y sus colegas.

La intervención militar estadounidense y el derrocamiento del régimen militar de Noriega se inició el 20 de diciembre de 1989, con más de 24.000 soldados en la denominada “Operación Causa Justa”. Las motivaciones de la intervención: el objetivo de capturar a Noriega por sus delitos contra los derechos humanos y políticos de los panameños -quienes electoralmente escogieron como legítimo presidente a Guillermo Endara- y el narcotráfico; así como el de preservar la integridad de un área que con derecho administraban y custodiaban, el Canal, altamente sensible también por su valor estratégico. Ese mismo miércoles, Endara salió de la Nunciatura donde se encontraba resguardado para ser juramentado como el 32º presidente constitucional de Panamá.

Las consecuencias de esos sucesos fueron terribles en su momento para Panamá, pero también para un dictador ajeno a la real situación que le sobrevendría tras declararle la guerra a Estados Unidos. En aquel entonces la extracción del irresponsable Noriega dejó un lamentable saldo de muertes, en gran parte civiles panameños, y en menor cuantía militares estadounidenses. Por ninguna razón deben repetirse hechos que den pie a situaciones como esta en nuestra América Latina, nunca debieron tener cabida. Panamá se recuperó y es hoy un país con democracia y progreso. Venezuela lo logrará.

X: @vabolivar

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