La frase es de Manuel Peñalver, entonces secretario general de Acción Democrática, y la expresó en una ocasión para fijar posición sobre un proceso de reformas que mejorarían los estándares democráticos del país. No somos suizos disparó verbalmente desde el CEN del partido en La Florida el antiguo sindicalista y desde allí se fortalecieron las viejas líneas políticas que le ponían alcabalas al nuevo pensamiento político y a las maneras de encaminar a Venezuela al conocimiento y a la actitud del nuevo milenio. Corrían los años de la década de los ochentas. Esa comparación, en ese entonces, describía y ratificaba en la opinión de la clase que gobernaba a los venezolanos de hasta donde se podían fijar los alcances, las tareas, los objetivos y las rutas que nos aparejaran con los habitantes de cualquiera de los 26 cantones de la confederación helvética que los hacen parte de uno de las paises más desarrollados del mundo, con ciudades con los índices más altos de calidad de vida. ¡No somos suizos! Así se declaró en aquella oportunidad. Esa década fue el inicio de la conspiración cívico militar que desembocó en los golpes de estado del 4F y del 27N que se llevó por delante todo el inventario político, económico y social acumulado en saldo en azúl desde el 23 de enero de 1958 en que fue pasado a rojo en el libro de la contabilidad republicana de los venezolanos el 6 de diciembre de 1998 cuando el 56,20 por ciento de los electores favorecieron con el voto al teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías. El mismo militar sindicado del atentado contra la constitución nacional y de la violacion de su juramento de defender la patria y sus instituciones. Tenía razón Peñalver. Un militar suizo no hubiera hecho lo que hizo este otro uniformado venezolano. La justicia suiza no hubiera alentado la impunidad que fomentaron los mandos militares de la época y los togados castrenses venezolanos y el presidente de la confederación helvética no le hubiera otorgado un sobreseimiento a un Chávez nacido en la Sabaneta de Barinas allende Berna, Zurich, Ginebra, Basilea con una abuela Rosinés que hable francés, aleman, italiano y romanche; y un abuelito diferente al de Heidi viviendo en los Alpes. Es verdad lo que dijo el secretario general adeco en aquella ocasión como si se lo preguntara la tierna nieta con una verruga en la frente y con el tono musical tirolés “Abuelito dime tú, qué sonidos son los que oigo yo.” Definitivamente no somos suizos.
El punto viene a tiro frente a lo que está en pleno desarrollo en Siria. Ante esos acontecimientos y con la incertidumbre de cómo se va a desenlazar toda esa dinámica que se inició el pasado 28 de julio en Venezuela con los resultados electorales que dieron como ganador en las elecciones presidenciales a Edmundo González Urrutia se han puesto sobre el tablero algunas fórmulas políticas y militares buscando una solución frente a la juramentación constitucional del próximo 10 de enero ante la Asamblea Nacional, y el reconocimiento oficial y protocolar de la Fuerza Armada Nacional de la condición de comandante en jefe. Dos opciones foráneas surgieron cercanas como modelos para implementar antes, durante o después para poder calificarse con la bandera de Hasta el final que caracteriza esta coyuntura que encabeza operacionalmente MCM: Bangladesh y Siria. Más el primer ejemplo por lo inmediato y aquello de calle y militares, que la segunda en mucho mayor aliento y largo plazo en la visión estratégica. En ambas, con la previsión y la ejecución que brilla por ausencia en Venezuela en la disposición de un plan. Con esta última alternativa, una representación del esclarecido grupo de generales y almirantes yupi y dragoneantes que hacen peña de opinión la despacharon con un disparo desde la cintura a la manera de Peñalver con un: “No somos sirios.”
Y es verdad. No tenemos esa vocación y aptitud milenaria de los baisanos originarios de ese país de la costa levantina del Mediterráneo, que está aún en pleno proceso de una guerra civil desde el año 2013. Sobre ese enfrentamiento contra el gobierno dinástico y la dictadura personalista de Bashar al-Assad respaldado por las fuerzas armadas sirias y además de Rusia e Irán, durante once años, la oposición siria que se quiere aparejar con la venezolana en el modelo, se articuló desde varios frentes de resistencia como el Gobierno de Salvación Nacional de Siria, el Gobierno Interino de Siria (nada que ver con ese tipo de interinato que les pasó por la mente), el Comando de Operaciones Sur, y el Ejército Sirio Libre bajo el liderazgo operacional de Abu Mohamed al-Golani y finalmente nucleados en la Organización para la Liberación del Levante Hay’at Tahrir al-Sham (HTS) con un plan que se siguió al pie de la letra, adaptado en los cambios según lo coyuntural. De manera que hasta allí nada que ver con los baisanos; sin el plan no hay parecidos. Solo en el modelo a usar y en el desenlace. Pero a la hora y fecha sin ningún diseño en mano: no somos sirios.
Los bangladesíes y los sirios no obtuvieron algún milagro político para alcanzar sus cambios políticos. Las redes sociales no funcionaron para sus metas más allá de notificar en sus canales los hechos cumplidos y los objetivos alcanzados en los enfrentamientos políticos y militares. Para los sirios, los once días de la ofensiva final en Alepo, Damasco, Tadmur, Homs, Latakia y otras importantes ciudades nada se empezó a desmadejar de repente. Los militares no empezaron a desertar y abandonar los mandos de una manera fortuita y sobrenatural. No hubo cosas portentosas estas últimas semanas en Siria. La previsión de un plan fue el día a día. Nada lo condicionaron en prioridad a los reconocimientos internacionales, a una decisión de la CPI ni a un pronunciamiento de la ONU, a lo declarativo de altos funcionarios de Estados Unidos ni a mercenarios haciendo crowdfunding. La presencia militar internacional de lado y lado estuvo desde el inicio de la guerra civil. De manera que desde esta tribuna se ratifica: no somos sirios. Pero deberíamos empezar a parecernos con un plan en la mano. Es una buena manera de despejar la densa incertidumbre frente al 10 de enero y las ventajas que tiene el régimen de la revolución bolivariana desde el poder.
El porvenir de la nación siria no ha terminado de esclarecerse. En una primera etapa la salida del poder de Bashar al-Assad (como si lo dijéramos de Nicolás Maduro en Venezuela) y la finalización de su dictadura personalista se ha materializado, los tiempos posteriores con la presencia activa de tantos grupos tribales, religiosos y extranjeros en la zona no deja de ser preocupante en materia de la intensificación de la guerra y de su extensión a otras áreas vecinas como ha sido de manera milenaria. Allí en esa fase inicial, los venezolanos no somos sirios pero no se sabe hasta dónde pudiéramos establecer unas analogías en las siguientes si no se gobiernan y se controlan los impulsos políticos y militares con un plan surgido desde la oposición.
En su momento Peñalver tuvo razón y los hechos posteriores se lo ratificaron. Ojalá, que ahora los generales y almirantes yupi y dragoneantes puedan tener la razón; pero en la guerra y en la política los milagros hay que construirlos.