¿Cuánto durará este nuevo gobierno de España? Las primeras palabras del presidente nunca efectivamente electo, Pedro Sánchez, conocido ya como el “vale todo” (para llegar), fueron: “No se va a romper España”.
¿No se romperá?
Sánchez finalmente llegó. A gatas, como se dice; a duras penas: 167 a 165 y las 18 abstenciones de los extremistas herederos de ETA e independencias ultras de Cataluña, sin las cuales no hubiera sido posible. Con dos investiduras y cuatro votaciones infructuosas y fallidas a cuesta Sánchez lo logró, pero casi se queda en la orilla. Empeñó prácticamente todo.
Tuvo que aliarse con Pablo Iglesias de Podemos, y comprometerse con los independentistas –los que no quieren ser españoles–, a un costo que recién se comenzará a conocer ahora. Sin dudas será alto. Quizás pagarlo le puede salir demasiado caro a Sánchez, lo que ya plantea una primera gran incertidumbre.
Un gobierno legítimo dijo o escribió alguien por ahí. Legal sí, pero ¿legítimo? ¿Un gobierno correcto, auténtico, genuino, verdadero, ético, moral? ¡Hummm…!
¿Representativo? Todas sus campañas, y fueron tres en cuatro años, Sánchez, secretario general del PSOE, las hizo negando intransigentemente cualquier ligazón presente o futura con Podemos y mucho menos aceptando cualquier tipo de conducta que pudiera dar el mínimo viso de legitimidad y probabilidad a la partición de España y los planteos de los extremistas catalanes.
Y terminó comiendo de la mano de Pablo Iglesias, quien lloraba de alegría y quien en dos oportunidades anteriores votando en contra y absteniéndose había impedido la investidura de Sánchez. El ”Bolivariano”, como se conoce a Iglesias por haber sido él y gente suya asesores de Chávez y Evo Morales, demostró una gran habilidad al conseguir ser parte del gobierno, luego de una caída electoral que le significó una mengua importante en diputados, pero suficientes para condicionar a Sánchez. Tuvo a favor la ambición sin límites del socialista.
Pero de representativo, nada o muy poco. La gran mayoría de los que votaron al socialismo lo hicieron por un candidato que prometió nada con Podemos ni con los independentistas, con su “no es no”. Decididamente quedó probado que fueron engañados. Sánchez trepa sostenido por Iglesias y catalanes que reniegan ser españoles. Estos fueron los que le dieron su confianza. Se la dieron? Los que se abstuvieron, que hicieron posible la aprobación de Sánchez sobre la línea, advirtieron que de gobernabilidad nada. Además, ya entraron a reclamar cosas.
Sánchez no ha podido conformar su gabinete ministerial, que estará muy adornado por Iglesias y su gente, mientras independentistas exigen hechos concretos. ¿Compromisos secretos?
Rápidamente comenzarán a verse las patas a la sota. Lo de los catalanes será un problema para los españoles –¿o mejor decir, los habitantes de la mayor parte de la península ibérica?– y sus instituciones.
América Latina, en tanto, deberá de prepararse. Sánchez tiene algo de Rodríguez Zapatero –de triste memoria, y lamentable alicaído protagonismo aún– y con Podemos pisando fuerte es de esperar cualquier cosa. Lo que ocurrió en Bolivia, con esa visita de una alta diplomática española rodeada de enmascarados armados a la Embajada de México, donde se guarecen varios altos jerarcas del gobierno de Morales requeridos por la justicia boliviana, es un dato preocupante. Entre los “asilados” está un señor Quintana, vinculado al narcotráfico, hombre fuerte de Evo y amigo de Podemos. Parece que fue un favor previo que Sánchez quiso hacerle a Iglesias, pero el tiro les salió por la culata.
Lo dicho entonces: se puede esperar cualquier cosa.
Lo mismo para los propios españoles. Las medidas que promete el gobierno de Sánchez –aún sin gabinete– son alarmantes. Incluso como eslogan para vestir pancartas. Eso cabe para los mitines de Podemos y la izquierda y algunos colectivos, pero gobernar es diferente.
Sánchez promete deshacer lo que se hizo para rescatar a España del fondo en que la hundió Rodríguez Zapatero. Sin duda, los resultados se verán de inmediato. Pobre los españoles. Feliz de los secesionistas. Además Sánchez promete cosas como si la Unión Europea no existiera y pudiera hacer lo que quiere.
Y las cosas no se arreglan diciendo vamos a sacarle a los ricos para darle a los pobres. Cuando les deja de convenir, efectivamente, los ricos se van, se llevan todo lo que pueden y lo poco que dejan no lo saben manejar los pobres, como es probado. Lo mismo promete Alberto Fernández en Argentina.
¿Socialismo del siglo XXI? ¿El de Chávez? Aunque Iglesias y Podemos sean duchos y conocedores de la materia, ¿les parece que dará resultado?
Veremos qué le depara el futuro al gobierno de Sánchez. Habrá muchas noticias, seguramente.